Paloma San Basilio vuelve a vérselas con ‘My fair Lady’

La primera vez que Paloma San Basilio afrontó el papel de Elisa Doolittle, la florista barriobajera a la que un guapete profesor de mediana edad ha de convertir –apuesta de por medio- en una dama, el director Jamie Azpilicueta pensó que la producción no se estrenaría, que había llegado el caos mundial. No por el reto que suponía levantar aquel musical mastodóntico con una diva de la canción como protagonista. Era septiembre de 2001 y actriz y director supieron encima del escenario, durante los ensayos, que las Torres Gemelas de Manhattan acababan de caer. Ahora, once años después, Paloma San Basilio vuelve a dar vida a Elisa en una nueva versión aumentada y mejorada que se estrenará en Santa Cruz de Tenerife el 29 de junio y recorrerá al menos 20 ciudades españolas.

La anécdota la cuenta Azpilicueta mientras celebra “trabajando” su 71 cumpleaños en Madrid, al mismo tiempo que en Bilbao y San Sebastián se presenta oficialmente la gira de la nueva My Fair Lady en la que volverá a dirigir a San Basilio. La actriz, en un coche que la lleva desde la capital vizcaína a la guipuzcoana, atraviesa túneles y lucha con la cobertura de su móvil. Ella conserva, mantiene y defiende el espíritu de las grandes divas de Broadway: “Ya hace diez años intentaron criticar mi atrevimiento por interpretar este personaje que presuntamente debía ser para una actriz más joven. Ahora, vuelvo a decir lo mismo. Nunca una actriz joven ha interpretado a Elisa en un musical. En Broadway lo hizo una mujer de cuarenta y tantos. Pero en cualquier caso, es un personaje universal y creo firmemente que en el escenario no hay edad. Soy una actriz con un físico flexible y capaz de convencer al público. No hay límites si uno es capaz de convencer y asumir el personaje. Lo mejor no es evolucionar y no coincido con esa gente que insiste en poner límites por la edad. Tengo un amigo octogenario que sigue celebrando sus aniversarios tirándose en paracaídas”.

Paloma San Basilio y José Sacristán fueron pareja en este musical en la Gran Vía madrileña hace más de una década. Estuvieron dos años en cartel en una producción tan enorme que era imposible sacarla del teatro Coliseum y llevarla por el resto de España. Ahora la técnica ha avanzado y se pueden hacer milagros. “Con las nuevas técnicas teatrales, con todo lo que se ha adelantado en escenografía somos capaces de llevar este espectáculo por toda España”, asegura Azpilicueta. “Una de las mayores novedades consiste en que contaremos con las escenografías de proyecciones 3D de última generación además de los escenarios hiperrealistas que esta función necesita. Y amoldar ambas cosas es de una gran dificultad. Lo que hemos logrado es que en todos los teatros a los que vayamos, la experiencia será de una gran producción. Pero también hay que contar con la obra. Finalmente lo que estamos haciendo es el Pigmalión de Bernard Shaw. Y no hay musical sin una gran historia detrás, por más que le metas grandes canciones o 250 bailarines en escena. Y My fair lady es una gran historia que ya se ha convertido en un clásico atemporal”.

My fair Lady se estrenó por primera vez en Broadway en 1956. Fue el musical más exitoso y aplaudido de su época, con nueve premios Tony (incluyendo al Mejor Musical), dos Theatre World Award, dos Drama Dek Awards y seis Olivier Awards. En 1964, George Cukor la filmó para la pantalla grande, protagonizado por Rex Harrison y Audrey Hepburn y ganó ocho Oscars. Para esta adaptación Española, el apuesto profesor será el actor Juan Gea. “Estoy deseando llegar a Madrid para llamar a Pepe Sacristán y pedirle todo tipo de consejos, trucos y apoyo”, afirma el actor al otro lado del teléfono desde el vestíbulo del teatro Arriaga de Bilbao. Es su primera vez en un musical y muestra respeto: “Tengo una sensación extraña porque me siento como cuando empezaba en el teatro a hacer mis primeras cosas. Como un niño con zapatos nuevos. Lo que más miedo me da es la orquesta en directo. Eso de entrar a tiempo cuando toca. Pero yo soy de los que si saca la primera canción con soltura y el público no se enfada y empieza a tirarme tomates al escenario, el resto va rodado. Los que creen que el musical es un género menor se equivocan. En mi pensamiento está lo disciplinado que voy a tener que ser: cuidar la voz, las horas de sueño, un poco de vida monacal, del teatro al hotel y del hotel al teatro y no hablar mucho”.