James Coleman, el discurso reinterpretado
El Reina Sofía inaugura una restrospectiva con las 17 instalaciones del artista irlandés
El sonido como espacio, imágenes cuestionadoras, narraciones creadas a partir de la repetición, la mezcla de memoria y amnesia, lo popular y el arte elitista…La obra de James Coleman (Ballaghaderreen, Irlanda, 1941), es todo un proceso en el que la noción de autor consigue quedar totalmente diluida. En su discurso propone una reflexión sobre la construcción y experiencia de la realidad. El Reina Sofía muestra hasta el 27 de agosto, la primera gran retrospectiva que se le dedica en España a este artista fundamental para entender el arte actual. 17 piezas audiovisuales se proyectan simultáneamente en tres espacios de la planta baja del edificio Sabatini. Son piezas realizadas entre las décadas de los 70 y 90 que se exhiben junto a los archivos personales del artista.
Coleman, reticente siempre a hablar de su obra, sorprendió en la inauguración de la muestra rememorando sus comienzos en el mundo del arte. Con experiencia previa en el mundo de la fotografía y la performance, Coleman cuenta que sus primeros trabajos consistían en filmar de manera incansable a los miembros de su familia, perro incluido. “El teatro alimentaba las ideas que me surgían en aquellos inicios. También la literatura al igual que después las telenovelas”.
Sus piezas con imágenes estáticas y alocuciones entrecruzadas tienen una interpretación abierta al espectador. Cree Coleman que, al igual que la danza, no hay traducción ni nada que explicar. Cada cual ve y siente según sus percepciones.
Manuel Borja-Villel, director del museo y comisario de la exposición desmenuza el proceso obsesivo-creativo de Coleman asegurando que sus piezas son la suma de sonido, dispositivo e imagen. “En su obra, no hay pulsiones internas, lo cual es una liberación para el espectador. Es una obra abierta en la que la contemplación trabaja a partir de las brechas que deja el cuerpo básico de la pieza: la imagen y el recitado”.
Puestos a escoger una pieza, puede que la más representativa sea Clara and Dario, realizada en 1975. El proyector de diapositivas muestra los rostros de Clara, a la derecha y de Darío, a la izquierda. Cada cierto tiempo, las imágenes se mueven de posición. Muy poco, de manera casi imperceptible. A la vez, el sonido se solapa y el espectador escucha sonidos mezclados una y otra vez sin saber a qué imágenes corresponden las voces. Confusión y dudas. De eso debe de tratarse.
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