La pasión de Bach, según Bill Viola
El videoartista estadounidense enmarca con dos piezas inspiradas en el duelo por su padre un concierto en el Palau de la Música de una de las cumbres del Barroco
“Si analizamos el desarrollo del cine y el vídeo inmediatamente vemos lo profundamente diferentes que son: el cine ha evolucionado básicamente de la fotografía, es esencialmente una sucesión de fotografías, mientras que el vídeo procede de la tecnología del audio; una cámara de vídeo está mucho más cerca de un micrófono abierto que de una cámara de cine”. Bill Viola (Nueva York, 1951), uno de los padres del videoarte, recuerda que originalmente, hasta la llegada de la tecnología digital, las imágenes de vídeo se grababan en cinta magnética lo que incide en el hecho de que el vídeo está más relacionado con el sonido o la música, “e incluso con la poesía”. Lo que hace Viola es esculpir la imagen con el tiempo, congelándola, ralentizándola, haciéndola ir hacia adelante o volviendo hacia atrás; estirándola o multiplicándola hasta conseguir significados metafóricos que evocan los ciclos del día y la noche, de la vida y la muerte.
El próximo miércoles 4 de abril, el Collegium Vocale Gent y la Orchestre des Champs-Elysées, dirigidos por Philippe Herreweghe, interpretarán la Pasión según san Mateo (BWV 244), de Johann Sebastian Bach, en el Palau de la Música de Barcelona. Solo por el maestro belga y un reparto en el que destacan el tenor Mark Padmore, el bajo Michael Nagy, la soprano Julia Doyle y el contratenor Robin Blaze ya vale la pena no perderse este monumento de la cultura occidental. Pero hay algo más: los responsables del Palau han conseguido convencer a Bill Viola para incorporar dos piezas de la emblemática serie Passions, un trabajo en el que el artista indaga en el dolor y la pena, partiendo de la contemplación de retablos renacentistas flamencos.
Para Viola no es nueva esta combinación entre la gran música y el videoarte, lógica si se tiene en cuenta su formación como músico. En una de sus primeras piezas experimentó con compositores contemporáneos como Edgar Varèse. Y una de sus últimas, el año pasado en Bolonia, fue un proyecto conjunto realizado con Arvo Pärt. En este campo, sin embargo, su proyecto más ambicioso es el wagneriano Tristán e Isolda, producido originalmente a finales de 2004 con el director de orquesta Esa-Pekka Salonen y el realizador Peter Sellars para el Disney Hall de Los Angeles, y que todavía viaja por los grandes teatros de ópera de todo el mundo al tiempo que evoluciona. Se trata de una curiosa versión no teatralizada, es decir, teóricamente en versión de concierto, pero en la que los músicos salen del foso de la orquesta y los cantantes se mueven por todo el espacio del teatro, mientras que en una pantalla gigante de 11 metros por 6,6 se proyectan los vídeos de Viola que, más que representar la acción de la ópera, responden estrictamente al impulso de la música.
El encuentro con Bach, sin embargo, no ha sido deliberado, sino fruto de la admiración de Víctor García de Gomar, adjunto a la dirección del Palau para temas artísticos, por la obra de Viola, con quien ya trabajó en Girona en el marco del Festival de Músicas Religiosas, y que le propuso utilizar precisamente dos de sus piezas más emblemáticas: Departing Angel y Emergence. Viola aceptó enseguida la propuesta. “La verdad es que nunca comprendemos completamente lo que creamos”, piensa ahora, “nos movemos a través del tiempo y el espacio, creemos que sabemos lo que hacemos, y entonces algo que se llama memoria empieza a tomar forma y uno se encuentra comprendiendo cosas sobre su propio trabajo que no sabía cuando lo estaba haciendo”. Sus obras, admite, cobran vida propia. “La gente ve tu trabajo, lo interpreta y lo siente de determinada manera y entonces arranca una especie de diálogo con el tiempo, con gente de distintos lugares. Y esta es la auténtica obra de arte”.
Considera Viola que estas dos piezas son idóneas para la Pasión de Bach, “especialmente por la conexión con el agua y la transformación del agua por vías sorprendentes, algo que dentro de mi trabajo es muy cercano a mi corazón”. Departing Angel tiene que ver particularmente con su trabajo en torno a retablos del Renacimiento flamenco y con un periodo muy particular de su vida. “Era un momento muy especial para mí”, recuerda, “empecé el proyecto Passions justo después de la muerte de mi padre, en 1999. Mi madre había muerto unos años antes y él era el último que quedaba y esto tuvo un gran impacto sobre mí. Pasé mucho tiempo en duelo y llorando, y me di cuenta de que los personajes de estas tablas del Renacimiento tenían lágrimas, lágrimas de la compasión y me impresionó mucho como la pena se representa en estas pasiones. Entonces empecé a hacer mis propias piezas para pasar el duelo; hice una serie de una veintena a lo largo de un periodo de cuatro años, que bauticé The Passions y que se exhibirá este verano en Shanghái y también en Panza di Biumo, en Italia”.
"Pero no hubiera imaginado que se pudiera combinar con Bach", admite Viola, y además en un lugar tan especial como el teatro creado por el modernista Domenech i Montaner, que visitó cuando recibió el Premio Catalonia hace dos años. “Uno tiene la sensación en el Palau de que es una obra que vive”, apunta. El año pasado hizo algo parecido en la iglesia de Santa Lucía, ahora el Aula Magna de la Universidad de Bolonia, combinando dos de sus vídeos con ocho composiciones de Arvo Pärt. “Fue increíble, toda la iglesia estaba llena hasta los topes. La gente estaba fascinada, porque además mis dos piezas también tenían sonido”. En el Palau, sin embargo, no será así. Bach y Viola se sucederán pero se solaparán. La sesión la abrirá Departing Angel, con el sonido acuático de Viola, luego comenzará la Pasión según san Mateo. Y en el intermedio se verá Emergence, sin sonido.
Babelia
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