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La cultura española pierde la versatilidad de Francisco Valladares

El actor y cantante, fallecido este sábado en Madrid a los 76 años, era uno de los profesionales de la escena española más completos y queridos por sus compañeros

El actor Paco Valladares en 2010
El actor Paco Valladares en 2010J.J. GUILLÉN (EFE)

 Hace unos años, cuando le preguntaron a Francisco Valladares qué le quedaba por hacer encima de un escenario, el actor contestó: “Nada. Afortunadamente, he hecho teatro clásico, de vanguardia, moderno, revista y comedia musical. Todo lo que hacía falta ya lo he hecho. Cada día, sin embargo, sigo descubriendo y aprendiendo cosas”. Ese era Paco Valladares, uno de los actores más populares, completos y versátiles de la escena española, nacido en Pilas (Sevilla) en 1935, y fallecido anoche en el Hospital Gregorio Marañón, de Madrid, donde estaba ingresado a causa de una neumonía. Como todos sus seguidores sabían, Valladares padecía una leucemia desde 2008 y hace pocas semanas recibió un último tratamiento, lo que seguramente le debilitó y precipitó la gravedad de la neumonía. Hoy será despedido en el Crematorio de la Almudena de Madrid a las 20.00.

Su último trabajo encima de un escenario fue como El tío Cayetano en Las de Caín, la comedia musical de Sorozábal, basada en la obra de los Álvarez Quintero, que dirigió no hace mucho, en el Teatro Español, Ángel Fernández Montesinos, con quien Valladares mantenía una larga amistad y una importante relación profesional, ya que trabajó mucho con él, y también en uno de sus últimos trabajos, Trampa mortal, una comedia policiaca de Ira Levin. Aunque de no haber tenido una recaída en la leucemia que padecía hace unos años, su último trabajo hubiera sido en Orquesta de señoritas, de Jean Anouilh, con puesta en escena de Juan Carlos Pérez de la Fuente, quien pensó siempre en Valladares para uno de los papeles del montaje. Aún no hace ni una semana, cuando una neumonía se cruzó en su delicada salud, tuvo su último aplauso del público en vida, solicitado por su amigo Andrés Peláez, director del Museo Nacional del Teatro y coordinador de unas jornada sobre el musical que desde hace tres lunes se celebran en Teatro Español de Madrid; allí tenía que asistir Valladares a la charla Broadway esquina Gran Vía, con Pepe Sacristán y Paloma San Basilio, quien recordó, sin intuir lo que iba a pasar, lo buen compañero y amigo, además de excepcional artista, que era Valladares.

Sus últimas citas con el público definen muy bien quien era esta gran actor, con unos grandes conocimientos musicales, una voz educada con la que era capaz de transitar por espectáculos líricos o musicales de todo tipo; una importante versatilidad como actor que podía abordar desde clásicos en verso, a los más modernos textos de vanguardia y un hombre con una vasta cultura, que demostraba en conferencias, mesas redondas, recitales poéticos o con una simple conversación con él en la que siempre quedaban patentes sus conocimientos, a pesar de jamás exhibirlos y su delicado y fino humor.

Aunque sevillano de nacimiento, se le consideraban madrileño ya que a esa ciudad se trasladó con siete años y en Madrid desarrolló su trayectoria profesional. Antes, a los catorce años, formó parte de una célebre compañía de teatro infantil en el desaparecido Teatro Fontalba de Madrid, pero su trayectoria más consolidada la inició en el Teatro Español Universitario (TEU), y en el cuadro de actores de Radio Nacional de España. Actor, actor de doblaje (ha sido la voz de Jeffrey Hunter, Alain Delon o Clint Eastwood…), cantante, locutor… Paco Valladares ha trabajado en todas las disciplinas posibles, desde la radio, a la televisión, pasando por el cine, los recitales, y ha grabado varios discos de música y poesía.

Era muy versátil, poseía unos grandes conocimientos musicales y una vasta cultura

El actor estuvo hasta la noche anterior gastando bromas y dando ánimos a los de su entorno, como confirmó Agustín Frondán, quien junto a la actriz Concha Velasco eran sus dos grandes amigos desde hace muchos años. “Desde 1956”, comentaba absolutamente rota y desolada la actriz Concha Velasco, que acudió inmediatamente al hospital y engrosó la lista de familiares que esperaban a que al actor se le trasladara al Tanatorio de la M-30 de Madrid. Allí la capilla ardiente ha sido instalada desde las ocho de la mañana. Permanecerá abierta hasta las 20.00 horas.

Frondán también recordó que en ningún momento Valladares pensó que su vida corría peligro: “Estaba muy atendido y la leucemia estaba superada, de hecho la neumonía pensábamos que también la vencería, pero se complicaron las cosas”

Velasco, que apenas podía hablar entre lágrimas, señaló que estaba con su nieto cuando le llegó la noticia: “Ayer estuvimos charlando y nada hacía presagiar que no lo superaría, ¡qué vamos a hacer sin Paquito!”, balbuceaba la actriz que siempre se la veía acompañada por Valladares en estrenos y todo tipo de actos. “Nos hicimos amigos en 1956, cuando le conocí en los estudios de la Cea, y era tan tan guapo que te dejaba impresionada, me enseñaba a doblar porque decía que los actores españoles no sabían hablar, pero él me metía en el plató a que aprendiera a hablar…., estoy rota, no sé cómo podré superar su ausencia”, concluyó la actriz, quien fue aconsejada por su hijo para que no siguiera hablando, dado el esfuerzo que tenía que hacer en un momento de profunda emoción. Precisamente en 1956 Valladares hizo su primer trabajo en televisión como locutor de continuidad y como actor, pocos años antes de trabajar en la popular película La gran familia.

En teatro, atesoró una amplísima trayectoria con decenas de trabajos en obras donde fue dirigido, entre otros, por Torcuato Luca de Tena, Pedro Olea, Adolfo Marsillach o Jaime Azpilicueta, quien también le dirigió en uno de sus musicales más populares Víctor & Victoria, de Blake Edwards, junto a Paloma San Basilio (2007), género en el que colaboró con Ángel Fernández Montesinos en Por la calle de Alcalá (con Esperanza Roy) y Mamá quiero ser artista (con Concha Velasco). Uno de sus trabajos más admirables fue en Inés desabrochada, una fantasía de humor corrosivo de Antonio Gala, donde estuvo acompañado por Nati Mistral y Concha Velasco, y bajo la dirección de Olea. Valladares entonces señaló que era una obra con un lenguaje tan rico y con tanta complejidad que costaba mucho aprenderse el papel.

En la gran pantalla intervino en filmes como Llegar a más (1963), Las gatas tienen frío (1973), Hay que deshacer la casa (1986), además de estar en Manolito Gafotas (Miguel Albadalejo, 1999) como narrador, tarea que ya había hecho anteriormente en las películas Franco: ese hombre y Un hombre como los demás.

Desde Radio Nacional pasó a convertirse en locutor de continuidad de TVE, donde ha desarrollado una intensa actividad como actor en Estudio 1, en numerosas series y presentando galas. Posteriormente, ha sido colaborador de María Teresa Campos en diversos magazines, otra de sus grandes amigas.

Valladares había recibido numerosos premios a lo largo de su vida (Mayte, Ercilla….), pero ningún galardón de los considerados ‘oficiales’ (Nacional, Medalla de Bellas Artes, Max…), aunque llegó a ser finalista de todos en numerosas ocasiones. Esa circunstancia era comentada a menudo por el actor desaparecido, pero siempre lo hacía con humor (era profundamente divertido), sin rencores y, mucho menos, envidias. Seguramente no llegó a obtener nunca ninguno de esos premios debido a que, a pesar de ser un profesional muy mediático, no era ‘habitual’ de los que se dedicaban a ‘alta cultura”, quizá porque la versatilidad de Valladares le llevaba por territorios a los que la cultura más elitista da la espalda habitualmente, olvidando, o simplemente ignorando, que este grandísimo profesional era capaz de anonadar con un Calderón, o convertido en Príncipe Serpujovskoi (Equus), o sobrecoger cuando a través de su voz se escuchaba a Miguel Hernández, García Lorca o Machado. Todo ello sin olvidar como interpretó maravillosamente su papel en El gran teatro del mundo, bajo las órdenes de José Tamayo y junto a María Jesús Valdés, mientras aguantaba el dolor y el malestar que le producía el infarto de miocardio que estaba sufriendo (10 de junio de 1998), y ello sin que ni sus compañeros ni el público notaran nada.

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