(Casi) toda la verdad sobre Gerhard Richter
Cuatro exposiciones muestran en la ciudad la obra del pintor alemán, uno de los nombres más influyentes del arte del último medio siglo
En el caso de Gerhard Richter, el "Picasso del Siglo XXI" según The Guardian, resultan prácticamente obscenas estas definiciones reduccionistas así como las que interpretan su obra según los récords de venta por millones de euros y a las dos horas de cola para acceder a Panorama, la retrospectiva que le dedica hasta mayo la Neue Nationalgalerie de Berlín en colaboración con la Tate Modern londinense y el Centre Pompidou de París.
"Juzgamos y creamos una sola verdad desde la exclusión de otras. No hay verdad absoluta. Por eso la buscamos siempre a través de lo superficial", declara el propio artista en la audio guía de la exposición, que lleva al visitante de cuadro en y a través de sus instalaciones, fruto de cinco décadas de experimentación.
Berlín está viviendo con intensidad el fenómeno Richter. Su prolífica carrera permite este mes que la capital alemana lo presente en toda su amplitud a través de un original recorrido artístico que abarca desde mediados del siglo XX hasta hoy. Se puede rastrear a través de sus obras su relación con Johannes Vermeer, Willem de Kooning, Caspar David Friedrich o Marcel Duchamp. Las claves de su biografía también han dejado huella en su trabajo: nace en 1932 a las puertas del III Reich para vivir la Alemania en guerra, a los 13 años sobrevive entre las ruinas de su ciudad natal (Dresden) bombardeada, es víctima y testigo de la historia primero en la Alemania oriental, y después, en 1961 (tras una visita a Documenta II) escapando a la República Federal Alemana justo antes de que se construya el muro de Berlín.
La más importante de las exposiciones que le rinden homenaje es la que se anuncia bajo la gran placa metálica del edificio de Mies Van der Rohe. La retrospectiva de Richter en la Neue Nationalgalerie reune 140 pinturas y cinco instalaciones, ordenadas cronológicamente desde 1962 a 2011. La muestra está centrada en los vaivenes entre los dos grandes métodos de trabajo que utiliza: la figuración y la abstracción. A la entrada y en el centro del espacio, respectivamente, el visitante comienza un misterioso proceso de encantamiento al pasar ante el gran Espejo (1981) y sus Cuatro paneles de cristal (1967). Esta misma representación manipulable de la realidad reside en su trabajo a partir de las fotos de su tía Marianne, víctima de la experimentación médica nazi, y de su tío Rudi, oficial del régimen de Hitler, llevadas a lienzos en nublado, una huella visible en en tantas de sus pinturas desde los años 60. Forman parte de los más de 15.000 recortes recogidos en su archivo Atlas. Las más famosas de esta época son Negroes (1964), a partir del fotograma de la película de Leni Riefenstahl sobre la tribu africana de los Nuba, y el Rollo de papel higiénico, de 1965.
Tres variaciones de una misma nube frente a la espectacular visión de un mar a punto del caos, dividido en dos imágenes de oceános que parecen cielo y agua, introducen al visitante a la labor paisajística de Richter en multitud de expresiones. De todas estas obras, quizás la más intrigante es Paisaje urbano (1968), en la que el pintor combina lo figurativo y lo abstracto de tal modo que a lo lejos se aprecia una ciudad bombardeada, pero de cerca el cúmulo borroso de la brocha en gris, o lo material convertido en pura confusión.
En Junio (1983), el artista muestra una ejemplar versatilidad a la hora de seguir diferentes tonos de la abstracción, una genialidad multicromada que evoluciona hasta su serie Cage (2006), célebres todas ellas por su procedimiento de correr la pintura ayudado de una barra o espátula. De Panorama cabe destacar especialmente la declaración imposible en términos artísticos del cuadro Septiembre, en torno a la caída de las Torres gemelas de Nueva York; y la serie de 196 paneles con 4090 colores combinados, de 2007, en contraste con sus sólidos cuadros en gris, cual punto de partida infinito, de 1978.
Otras piezas estrellas de la exposición, también reproducidas en las galerías Me collectors room y Springer & Wrinkler (ambas han organizado ambiciosas muestras de objetos y ediciones múltiples del artista en paralelo a la Neue Nationalgalerie), son los retratos cuasifotográficos de su hija (Betty, 1988) y de su mujer, (Lectora, 1994) y la Vela con Calavera, de principios de los 80.
En otra de las citas más relevantes de estos días, en la Alte Nationalgalerie, se puede contemplar 8 de Octubre de 1977, la serie dedicada a la Rote Armee Fraktion (los terroristas de la izquierda radical en la Alemania occidental muertos a finales de los 70), perteneciente al MOMA de Nueva York. Un retorno dramático a los grises y la distorsión nublada de uno de los traumas más recordados de la historia democrática alemana. Richter creó esta serie once años después, y a solo uno de la caída del Muro de Berlín, en 1988. Son representaciones de la muerte y la cotidianidad que finalmente acaban en Sábana, su cuadro abstracto de la serie. La imagen alude a una sábana blanca que tapa toda verdad sobre el caso de los jóvenes hallados sin vida en sus celdas y la intriga siempre yacente en torno a las disfunciones de la democracia. Una cuestión sobre la que quizás Richter deseará plasmar de nuevo, luces y sombras, aún más reflejos y dudas.
Babelia
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