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ESTILOS

Ingobernables de cinco continentes

La trienal del New Museum da voz a la desobediencia de 50 artistas jóvenes

'A Person Loved Me', de Adrián Villar Rojas, presente en la trienal.
'A Person Loved Me', de Adrián Villar Rojas, presente en la trienal.BENOIT PAILLEY

Una calle anodina y sucia sobre la que se puede ver la sombra de un alambre de espinos que la recorre de izquierda a derecha sirve como fondo para una inquietante y ruidosa escena: desde un lado de la pantalla comienzan a volar objetos que caen en el otro. Ruedas de coche, barriles de metal, cascos de obrero, sillas, cristales, piedras... Los ruidos de los objetos al caer y romperse se mezclan con el ruido de sirenas y de ladridos de perro mientras el humo comienza a cubrirlo todo. Si en la pantalla hubiera seres humanos podría ser perfectamente una escena filmada esta semana en Atenas, o hace unos meses en Londres o en muchas otras ciudades del planeta donde el hartazgo ante el manejo de la crisis económica tiene su reflejo en las calles. Pero precisamente lo interesante y lo sorprendente de este vídeo de nueve minutos, que además muestra los disturbios en dos versiones (primero a la izquierda y luego a la derecha de la pantalla) es que no hay personas. El rizo de la obra, que firman los brasileños Cinthia Marcelle y Tiago Mata Machado es su título: O século (El siglo).

El vídeo es una de las muestras más contundentes del sentir de una generación de artistas procedentes de los cinco continentes a los que el New Museum de Nueva York ha bautizado como Los ingobernables y a los que esta institución dedica su Trienal 2012, que podrá verse hasta el 22 de abril.

El proyecto 'invisible borders' reúne fotografías del continente africano.
El proyecto 'invisible borders' reúne fotografías del continente africano.

En la selección, compuesta por 50 creadores menores de 35 años de los cinco continentes (apenas hay europeos o estadounidenses), destacan por su poética las obras de casi todos los latinoamericanos, quizás porque frente a la frialdad de algunos asiáticos como Hu Xiaoyuan y el conceptualismo algo árido y formalista de las estadounidenses Abigail DeVille y Dave McKenzie, o de la egipcio-americana Iman Issa, las obras de los artistas de México y América del Sur reflexionan sobre al presente y el futuro pero aportando emociones y sensaciones de las que carecen por ejemplo los retratos al óleo de la inglesa Lynette Yiadom-Boakye (tocada por la varita mágica de la Saatchi Gallery). Es como si en esa parte del globo los ingobernables hicieran realmente honor a través de su trabajo a esa definición acuñada en Sudáfrica para definir a quienes decidieron seguir la estrategia de desobediencia civil en ese país durante el apartheid. “Esta exposición demuestra la vitalidad y la fuerza de los centros de producción cultural más allá del entorno familiar de los mercados occidentales. Esto es un cambio clave en los paradigmas culturales del siglo XXI”, explicó la comisaria Eungie Joo durante la inauguración.

Pintura de Lynette Yiadom-Boakye.
Pintura de Lynette Yiadom-Boakye.

Frente a la denuncia social explícita de otras generaciones, los ingobernables se atreven a jugar en ese terreno pero con una mezcla de ambigüedad, universalidad, crítica y sin embargo optimismo, que se acerca mucho más a la línea de pensamiento de movimientos sociales como el 15-M que a las ideas políticas que impregnaban el arte radical de los setenta. El mexicano José Antonio Vega Macotela por ejemplo, presenta una serie de instalaciones bajo el título Time divisa. Se trata de un proyecto que lleva en marcha desde 2006 y del que aquí presenta una pequeña muestra: el resultado de intercambios comerciales entre el artista y prisioneros de una cárcel mexicana. La idea es sustituir el dinero por el tiempo, reflexionando así sobre las estructuras que deshumanizan las relaciones entre personas.

Amalia Pica, argentina, muestra una obra titulada Venn diagrams, que a simple vista podría parecer simplemente un juego estético, pero la proyección sobre la pared de ese diagrama geométrico esconde un secreto: su estudio fue prohibido en los colegios argentinos durante la dictadura porque se consideraba que podía incitar a pensar libremente.

La obra de Adrian Villar Rojas, también argentino, se titula A person loved me y es un site-specific para la muestra, como todas las obras que él hace. Se trata de una especie de nave espacial o robot construido en arcilla. El material es clave porque desde su nacimiento la obra ya es una ruina instantánea, que además acabará siendo demolida tras la exposición, como suele ocurrir con las civilizaciones: son perecederas, volátiles, algo que lo que siempre hablan las obras de Villar Rojas.

Rita Ponce de León, peruana, presenta entre otros el proyecto Acepto que nada es mío, una serie de dibujos pequeñísimos nacidos de sus conversaciones con diferentes personas. Ese es otro dato importante: después de tres décadas caracterizadas por creadores que miraban hacia adentro, muchas de las obras presentadas en Los ingobernables se caracterizan por su mirada hacia el exterior y por su intercambio directo con agentes externos a ellos. El trabajo en grupo también es una constante, en este caso encarnado por colectivos como Public Movement o The Propeller Group, que analiza cómo se construye una campaña política y crea junto a una superagencia de publicidad un anuncio para vender un producto inventado no carente de ironía, El nuevo comunismo.

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