Subversivo y provocador
Tàpies tenía la actitud de entender el arte como una manera de reflexionar sobre la vida, como una forma de conocimiento
La pintura no habla, invita a compartir emociones, es testimonio del silencio. Pero esta noche, ante el fallecimiento de Antoni Tàpies, quisiera destacar una actitud suya de la que muchos jóvenes artistas aprendimos en su día y a la que aun hoy seguimos fieles: entender el arte como una manera de reflexionar sobre la vida, como una forma de conocimiento. También quisiera señalar su profundo instinto expresivo, casi chamánico en la conciliación de contrarios con la intención de superar el estado natural del hombre incompleto, dividido, y la capacidad de subversión de la realidad a través de la pintura.
Una de las imágenes más frecuentes en Tàpies, casi obsesiva, es el símbolo de la cruz en su variedad de significados, con el que quería representar una estructura del universo, las coordenadas en el espacio. Su obra es, ha sido y será una provocación contra el concepto de la belleza académica; un polo positivo y otro negativo que se convierten en visión.
Hay que subrayar en la obra de Tàpies la capacidad de identificación que ha tenido un país, Cataluña, con su obra. Su pintura deviene casi epidermis de una cultura y a su vez nos invita a otro territorio al cual solo se accede a través de una gran obra creativa como la suya, que es el territorio de lo sagrado. La suya es una obra puente entre oriente y occidente; conciliación de culturas.
Me gustaría recordar en su muerte lo que el propio Tàpies dijo de Joan Miró: cuando todo esto se haya acabado alguien dirá: existió un hombre llamado Antoni Tàpies. Ha sido un privilegio haber compartido su tiempo, su amistad y la contemplación de su obra que para mí siempre ha sido y será un imán.
Babelia
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