El cante en extinción de Rancapino
Rancapino, una de las mejores voces del flamenco, habla de sus orígenes y de la evolución del género Él y su hijo interpretan para EL PAÍS dos canciones antes de su recital en Madrid
La música suele ser injusta y bastante rácana cuando llega el momento de pagar los recibos que nadie reclama. En el caso de Rancapino (Chiclana de la Frontera, 1945), una de las mejores voces que ha dado el flamenco –según todos los que saben de esto -, digamos que la deuda contraída es ya casi inabarcable. Íntimo de Camarón, su primo, y un prodigio del cante jondo, figura siempre en el segundo plano en la foto fija del éxito flamenco. Por un exceso de humildad, eso seguro. Por preocuparse, por encima de todo, de la familia, cuenta también su biógrafo, Pedro Antonio Quiñones, y por no creérselo nunca demasiado.
Alonso Núñez Núñez –así le bautizaron- es uno de los artistas que con más fidelidad representan hoy las esencias flamencas en un escenario. “Es que es un arte muy delicado”, dice siempre, “que se canta con faltas de ortografía”. Su eco, el timbre, los tonos bajos de su voz, siempre casi al límite, son una joya en claro riesgo de extinción. Por eso –y fueron los primeros- le han reconocido siempre su inmenso talento todos sus compañeros.
A finales de la semana pasada, el día de la presentación de su biografía, esta leyenda del flamenco recibió a EL PAÍS en su camerino de La Casa Encendida y respondió con esa gracia y humildad que tiene a algunas preguntas sobre su vida y sobre la evolución del flamenco. Caracolista hasta la médula, Rancapino no tiene muy claro que puedan hoy volver a salir figuras de ese nivel. "Se canta como se vive", dice él. Y las penurias que se pasaban antes, las ventas, los saraos, las fiestas hasta la madrugada, recuerda, configuraron unas voces que hoy ya no existen
Además, de hablar de su vida, el maestro Rancapino cantó un par de canciones con su hijo (Alonsito o Rancapino hijo) antes de que este saliera a dar un emocionante recital para el público que había asistido a la presentación del libro de su padre. Los dos terminaron cantando juntos en el escenario. Y al padre se le caía la baba con su hijo, de quien dice que ha sabido conservar tan bien las frágiles esencias del flamenco. "Es que es un arte muy delicado, mucho", dice el padre.
El miércoles a las 20.30, en el Circo Price, se podrá escuchar otra esa voz tan ronca del maestro (dice que la tiene así por haberse pasado media vida andando descalzo), acompañado de Manuel Moneo y del baile de Manolete en una noche titulada como Clásicos intemporales de puro arte.
Babelia
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