El hombre tranquilo
Howe Gelb & A Band of Gypsies, que fusionan el flamenco con otros estilos, cierran en Córdoba la gira 'Alegrías' y anuncian nuevo disco
Howe Gelb es en realidad Sean Thornton. Con las canciones como golpes de Giant Sand demostró su valentía, y se ganó la calma —igualito que John Wayne— de hacer justo lo que le apetece. Ese justo se refiere, ni más ni menos, que a acercarse a la música con la respetuosa irreverencia de quien sabe lo que se hace, y de quien sabe que eso-que-se-hace solo se consigue manchándose las manos con la tierra del origen. Con el folk y Arizona como eternos puntos de partida, Gelb reinventó primero el country con Giant Sand y sus entregas en solitario, y después lo mezcló con el gospel merced al proyecto ‘Sno Angel', y un par de años atrás visitó Andalucía y se enganchó con el flamenco, por continuar tirando de músicas puras que suenan a gloria cuando se entretejen. Su próximo cóctel, avanzó ayer, lo agitará de nuevo en Córdoba.
El principio lo marcó la casualidad: la que le antojó girar por España, la que le permitió recalar en Córdoba y conocer allí a Fernando Vacas, la que le condujo a un encuentro con músicos flamencos durante una noche de improvisación, a unas horas de alucinación en las que nació Howe Gelb & A Band of Gypsies y, con ellos, los primeros temas de Alegrías. Los flamencos rasgaban a base de sensaciones y voz desacostumbrada, él exprimía letras a los aquellos acordes inmediatos y de sabiduría profunda, y el resultado lo publicó Eureka en 2010. Durante año y pico han cosechado premios y nominaciones como mejor disco de fusión —o mejor disco, a secas: adjetivos aparte, lo que Gelb pare es música mayúscula—, además de girar por Estados Unidos y Europa con esa alfombra roja garantizada a cualquier proyecto por el que este hombre tranquilo asome.
Regresando a la génesis de Alegrías, todas las grandes historias se forjan a base de coincidencias, aunque no por azar Vacas ocupaba ayer el centro del escenario. Alguna vez al piano y otra a la guitarra, aliñando las canciones con gestos que se disfrazaban de improvisación pero que escondían premeditación y esa seria alevosía a la que me refería antes —de quien sabe, en resumen, eso-que-se-hace—, en esta historia Vacas asume más el rol de fiel escudero, en la sombra, atento a los deseos del jefe, que del entrañable Michaleen Flynn. También Fernando Vacas produjo Alegrías, mano a mano con Gelb y más tarde con John Parish —sí, el de PJ Harvey— a las mezclas; un disco que se armó a base de experimentaciones, de sesiones y jams en una terraza en las que el único idioma lo dictaba la guitarra —a la banda de ayer se sumaban el guitarrista Luis Cortés Lin, y la colaboración especial de Raimundo Amador—, y que se grabó en el mismo estudio cordobés que el último disco de Maria de Medeiros, en una casa junto a la Plaza de la Corredera y con mucho de Innisfree. En entrevistas, sobre el escenario, Howe Gelb repite la palabra magia. Pues eso.
El jueves en Córdoba, el principio y el fin —por el momento— de Alegrías, Howe Gelb se enfrentó a un antagonista más fiero que Willy Danaher: el frío. No tanto el que protagonizaba trending topics, sino el que se colaba en el Teatro Góngora, y que ante la ausencia —o sutileza— de calefacción obligó a más de uno a no despojarse del abrigo. Para romper el hielo, sin embargo, bastó 4 Doors Maverick: la presencia majestuosa del hombre tranquilo, del tipo de Tucson escondido bajo la visera de su gorra, a un lado del escenario, presentándose secundario y alzándose protagonista —en cambio— a base de voz y guitarrazo, bisagra de una maquinaria engrasadísima, de funcionamiento preciso, que conciliaba el ala flamenca (representado ayer por el guitarrista Juan Fernández Panky y el cajón de Antoñín Perona Añil, en la guitarra a veces, ambos en las voces) con la venida del indie (Fernando Vacas, claro, y el charme del contrabajista danés Thoger T. Lund, habitual en la nueva formación de Giant Sand). Panky evitó añorar a Raimundo Amador en Cowboy Boots on Cobble Stone, y Lund permaneció junto a Gelb en el jugo central del concierto, un brevísimo suspiro de puro sabor americano que sonó más a remanso que a pause.
Entraron en materia y al siguiente tema, segundo todavía, irrumpió la primera tanda de artistas invitados —el segundo, el batería cordobés Ramos Dual, irrumpió en escena con un plumas, para no perecer en el intento—; algunas de las componentes de Prin’ La Lá, que aparecieron y reaparecieron a los coros en varios momentos, y que en este primer asomo imprimieron una oscura cadencia bossa a The Ballad of Lole y Manuel, con su dadaísta letra en español y su extraño aire a Gainsbourg, y más tarde —ya hacia el final— otro punto de candidez perversa a Broken Bird & The Ghost River. No sonaron todas las canciones de Alegrías —las que sí crecieron, disculpen el tópico, en el directo: ocurrió con Blood Orange—, sí algunas rescatadas de Giant Sand —el único bis, novísima en su diálogo con el flamenco— y otra que se incluirá en la próxima entrega de Howe Gelb & A Band of Gypsies, para quienes este cierre de gira conllevó la excusa de afinar, en el estudio de Eureka, su nuevo disco.
Pero regresemos a Sean Thornton, que es en realidad Howe Gelb: alguien que toca sentado y al que se le escapan de los dedos chispas de pura magia, alguien cuya guitarra descansa como las de esos grandes maestros del flamenco a los que tanto admira, alguien que estira las piernas al final de una canción, cómodo sobre el escenario con sus mitones de lana, consciente de saber eso-que-se-hace. Eso que Howe Gelb se hace no cabe en el oeste americano ni en el sur español: surge de otra galaxia. Y él, mientras, tan tranquilo.
Babelia
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