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París, la ciudad de la virtud y el pecado

Gaultier y Valentino cierran las presentaciones de alta costura para primavera/verano 2012 con visiones opuestas de belleza

Eugenia de la Torriente

Bienvenidos a la ciudad de la virtud y el pecado. Dos colecciones antagónicas cerraron ayer con una sonrisa la semana de la alta costura en París. Jean Paul Gaultier y Valentino entregaron notables, si bien completamente opuestas, visiones de la belleza. Si una era rebelde y oscura; la otra, frágil e inocente. Si una era peligrosa, la otra era virginal. Algo así como encontrarse con Amy Winehouse –la inspiración literal de Gaultier- y las hermanas Lisbon de Las Vírgenes Suicidas –que flotaban sobre la de Valentino- en un mismo cuarto.

Jean Paul Gaultier –cuya firma es propiedad de Puig desde mayo- exhibió su mejor cara en un homenaje a la cantante británica, fallecida el pasado verano. Desde luego, hay algo irreverente en la referencia. Pero es tan limpia y elogiosa la mirada de Gaultier sobre su estilo y su figura que se borra cualquier reparo. El diseñador francés es un hombre de extremos y Winehouse resulta un personaje hecho a su medida. La absoluta indiferencia hacia lo correcto que la cantante parecía profesar le permitió definir una estética muy reconocible. Las modelos con altos moños, faldas ajustadas y blusas abiertas remitían a ella de inmediato. Un cuarteto interpretaba a capella algunos de sus temas.

El sueño frágil de Valentino.
El sueño frágil de Valentino.ALEXANDER KLEIN (AFP)

Gaultier bordea deliberadamente la vulgaridad en una propuesta que, precisamente, quiere defender el valor del carisma y la personalidad sobre el del buen gusto convencional. Es una línea conceptual tan delgada que no siempre es posible mantenerse de pie sobre ella, pero el francés lo consigue. Sobre todo, en la primera parte de su colección. Un polo vuelto del revés y convertido en un vestido de cóctel que se abre por la espalda, trajes sastre de imaginativos patrones y abrigos troquelados se cuentan entre sus mejores ocurrencias.

Es curioso comprobar que el diseñador y la cantante compartieron una peculiar fijación por la ropa interior. Dado que ambos convirtieron la exhibición de corsetería en una de sus señas de identidad estilística era difícil de evitar que Gaultier aprovechara para mostrar su prenda fetiche: el corsé. Una vez terminada la presentación de la ropa, las modelos salieron a saludar despojadas de ella. Mostrando su lencería y tocadas por velos negros.

Esas descocadas novias de negro bien podrían ser la antítesis de las bucólicas jovencitas que poblaron la colección de Maria Grazia Chiuri y Pier Paolo Piccioli para Valentino. En el último desfile de la cita con la alta costura para primavera/verano 2012, los italianos defendieron una sensualidad tímida y susurrante. Sus vestidos transmitían la indolencia de una mañana de verano en la adolescencia, cuando los estíos son eternos y las posibilidades infinitas. Sus diáfanos y frágiles diseños son un prodigio de ligereza pero ocultan arduos trabajos. Muchos trajes exigen 800 o 900 horas para realizar unos bordados que, sin embargo, resultan sutiles. A ratos, las modelos parecían muñecas de porcelana. Conscientes de los riesgos que acechan a un acercamiento tan ingenuo, Chiuri y Picciolo equilibran la dulzura con ocasionales pantalones y con mocasines planos.

La rebeldía de Amy Winehouse inspira a Gaultier.
La rebeldía de Amy Winehouse inspira a Gaultier.(GETTY)

Desde su llegada a la dirección creativa de la firma en 2008, los diseñadores italianos han seducido a las hijas de las tradicionales clientas de Garavani con un romanticismo más contemporáneo. Tras superar una época de incertidumbre económica, la firma espera situar sus ventas alrededor de los 300 millones de euros este año. La colección de anoche reafirma la senda emprendida con trajes de algodón, tafetán y chiffon tratados para ofrecer su cara más liviana y dibujar imágenes de virtud y candor. “La opulencia es una indulgencia privada”, afirman los diseñadores.

Hay un subtexto en la virtud que evoca Valentino del que carece la que propone de Elie Saab. La firma de este diseñador es uno de los negocios de alta costura más saneados. Casi el 50% de su negocio se debe a esta clase de confección. Y las clientas de Saab no acuden a él en busca de retos intelectuales, sino de vestidos a la medida de sus sueños. Las princesas de cuento de hadas podrían muy bien vestirse con sus largos vestidos en colores primaverales. Bordados con pequeñas flores de tul e infinitos pequeños cristales, los diseños en verde menta, coral o cremoso amarillo ofrecen como novedad marcar los hombros y poner los brazos a cubierto. Lo que no resulta completamente anecdótico en estos tiempos tan entregados a la soporífera causa del escote palabra de honor.

Cerrado otro capítulo de la historia de la alta costura, resulta un curioso ejercicio echar la vista atrás. Repasar de un vistazo las pintorescas heroínas que se han descrito en estos tres días. Como en una canción de Jaume Sisa que invocaba a los personajes del imaginario infantil y reunía en una misma casa a Pulgarcito y Superman. En la habitación de la primavera/verano 2012 una suerte de Barbarella charla con una elegante maniquí de los años 50 y Amy Winehouse intercambia secretos con la protagonista de Metrópolis. Mientras, una ingenua muchacha mira con asombro a una mujer que va vestida de serpiente. Una de las virtudes de la moda es su capacidad para provocar esta clase de encuentros imaginarios.

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