Carismático Barenboim
El director de orquesta, a sus anchas con las sinfonías brucknerianas, recibe una ovación del Auditorio Nacional de Madrid
El director de orquesta Daniel Barenboim fue recibido este jueves en el Auditorio Nacional con una ovación de gala. Es un músico carismático, al que el público de Ibermúsica estima. El recuerdo del director rumano Sergiu Celibidache, con la excusa del centenario de su nacimiento (en junio), era más que oportuno. Era un maestro mitificado en Madrid cuyo hechizo se volvía irresistible cuando dirigía precisamente sinfonías de Bruckner. Con el paso del tiempo las admiraciones de Barenboim por los directores históricos se han ido decantando entre Celibidache, en el terreno sinfónico, y Furtwängler, en el operístico, especialmente a la hora de plantearse títulos de Wagner o Mozart. Son puntos de referencia que dan pistas sobre los planteamientos del director argentino, aunque su fuerte personalidad siempre acaba por imponerse. En particular Bruckner es uno de los compositores a los que tiene cogido el punto.
Gracias precisamente a lecturas como las de Celibidache y Barenboim el público madrileño ha ido eliminando sus reticencias sobre las "divinas longitudes" de las obras del compositor austriaco. Aunque la familiaridad con su música no ha alcanzado aún el magnetismo que desprende la de Mahler, lo cierto es que las sinfonías de Bruckner son cada día más apreciadas y hasta esperadas. Más, si cabe, ahora, después de la insistencia en Mahler los dos últimos años con motivo de aniversarios.
Barenboim está a sus anchas con la arquitectura de las sinfonías brucknerianas. En el Scherzo de la Cuarta dio toda una lección de elaboración del sonido, distribución de los contrastes dinámicos, organización estructural y hasta sentido estilístico. El movimiento tuvo empaque y solidez. Quizás en el andante hubo unas leves caídas momentáneas de tensión y en el Finale algún momento aislado de pérdida de concentración en la orquesta. Detalles menores para una lectura, en términos generales, rigurosa y atractiva, cuajada de detalles de buen gusto y atenta siempre a la unidad conceptual.
La Staatskapelle de Berlín se mostró disciplinada y compacta, aunque sin llegar en ningún momento a enamorar. Hubo algún desliz puntual que no alteró la sensación de entendimiento entre familias sonoras y mucho menos la identificación con los criterios del director. En un enfoque fundamentalmente de corte analítico, con el aliento de la gran tradición histórica detrás, hubo momentos- en particular en los dos primeros movimientos- en los que a Barenboim se le escapó su vena expresiva, lo que tampoco viene mal de cuando en cuando, sobre todo si se mantiene el equilibrio y la coherencia.
Orquesta y director repiten mañana la Cuarta sinfonía de Bruckner en Barcelona. Hoy por la noche continúan su inmersión bruckneriana en Madrid con la Tercera sinfonía en Re menor, también en homenaje a Celibidache.
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