La generación Zeta de la nueva novela negra mexicana
Una nueva generación de escritores irrumpe con fuerza con irónicas ficciones sociales influenciadas por el cine y el cómic
Seis matones asaltan un laboratorio, dejan 12 muertos y se llevan dos toneladas de seudoefedrina; un detective es contratado para proteger a Johnny Weissmuller en el festival de cine de Los Ángeles; un exconvicto, Elvis Infante, tiene el don de capturar demonios y hay quien le paga por sus servicios... Así arrancan algunas de las novelas de una nueva generación de jóvenes escritores mexicanos decididos a romper con los padres de la literatura de su país. Se sienten mucho más cerca del terror de Stephen King, el humor de los hermanos Cohen y la tenebrosidad de Frank Miller que de Juan Rulfo, Octavio Paz o Carlos Fuentes.
Es una generación aún sin nombre, tal vez generación Z, pese a la maldición que pesa sobre esta letra por el cartel narcotraficante, o generación Riteline por el medicamento que se les da a los niños hiperactivos, pero forman un grupo de escritores en torno a los 40 años con las ideas muy claras.
Bernardo Fernández Bef (Ciudad de México, 1972), flamante ganador del Premio Grijalbo de Novela con Hielo negro, define algunas de sus características comunes: "Compartimos un gusto por los subgéneros, la novela policiaca, la de terror, el thriller, la ciencia-ficción... Sentimos cercanía con los autores anglosajones, integramos referentes mediáticos en nuestras novelas como el cine, la televisión y el cómic y tenemos una vocación narrativa que busca la amenidad y la diversión".
Francisco G. Haghenbeck (Ciudad de México, 1965), autor de El diablo me obligó (Suma de Letras), subraya su reivindicación de la novela. "Miras las novedades y todo son ensayos políticos o libros de autoayuda. La ficción es un animal en peligro de extinción". Alberto Chimal, con Los esclavos (Almadía), e Iris García Cuevas, con 36 toneladas (Ediciones B), son otros miembros del grupo. "Queremos que la novela sea divertida, original y que enseñe algo", añade Haghenbeck. "Nosotros hacemos realismo mágico sucio".
Si bien han roto con las vacas sagradas de la literatura mexicana y se rebelan contra el poder de las élites intelectuales, cuentan con dos hermanos mayores -Élmer Mendoza y Paco Ignacio Taibo II- y reivindican la ironía del malogrado Jorge Ibargüengoitia.
Escriben novela negra con vocación social e inevitablemente no puede faltar el trasfondo de la violencia que azota México en los últimos años. Pero es una novela cargada de humor porque, como dice Haghenbeck, "es la forma de hacer frente a una realidad tan dura como la que tenemos, algo que pareció congelárseles a los novelistas suecos que están tan de moda".
Bef señala una doble aproximación hacia la violencia del crimen organizado. "Por una parte hay que evitar el oportunismo y por otra, en la medida que eres capaz de nombrar aquello que temes, puede servir para ayudar a entendernos dentro de unos años". El autor de Hielo negro, que al igual que Haghenbeck tiene por primera vocación el cómic y presenta estos días en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara la novela gráfica La calavera de cristal, considera que México está en un callejón sin salida. "La guerra frontal contra el narcotráfico ha sumergido al país en un mar de sangre. Creo en la despenalización de las drogas, pero es demasiado buen negocio para que se quiera arreglar".
Tampoco es muy optimista en el plano político ante las próximas elecciones presidenciales en las que parte como favorito el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México durante 70 años. "Vamos a convertirnos en el único país que salimos pacíficamente de una dictadura para volver a ella 12 años después".
Entretanto, los niños hiperactivos de la nueva novela mexicana reivindican la ficción en esa ciudad infinita que es el DF, y que por una vez en la literatura escrita en español los molinos puedan ser verdaderos gigantes.
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