¿Un cuarteto de Tokio sin japoneses?
Los dos nipones de la mítica formación de música de cámara, que hoy actúa en Madrid, abandonan el grupo
¿Qué sería del Cuarteto de Tokio sin un solo japonés sobre el escenario? Quién sabe, pero el de hoy podría ser el último concierto en Madrid (que organiza CNDM en el Auditorio Nacional) de la mítica formación de música de cámara con algún integrante cuya nacionalidad justifique el nombre del grupo. Los dos últimos supervivientes del cuarteto original, creado hace 42 años en la Julliard School de Nueva York, -el viola Kazuhide Isomura, de 65 años, uno de sus fundadores en 1969, y el segundo violín, Kikuei Ikeda, de 64-, han decidido que cuelgan el arco. O al menos se retiran de la primera línea profesional. "Tengo varias razones, pero en parte se debe a que llevo más de 40 años en el cuarteto. Cuando empiezas algo, tienes que terminarlo inevitablemente. Y prefiero hacerlo cuando estoy orgulloso de mi trabajo, que mirar atrás y pensar que he tocado demasiado. No quiero hacer eso y creo que Isomura piensa igual", explica Kikuei Ikeda por teléfono.
Él y su compañero se dedicarán a partir de ahora a la educación y ayudar a jóvenes cuartetos, asegura. A formar quintetos ocasionales con su presencia. Los otros dos miembros, el violinista Martin Beaver y el violonchelista Clive Greensmith, han empezado ya las audiciones para buscarles sustituto. Aunque eso no se va a materializar hasta la primavera de 2013. La anécdota, claro, es si los nuevos componentes podrán seguir dando sentido al nombre del grupo a través de su procedencia. "Ja, ja, ja... Bueno, he oído que han probado ya a algún japonés, aunque no sé si es muy realista pensar en esa idea. Pero lo tendrán que decidir ellos dos, esto ya no es cosa nuestra", señala Ikeda.
Los lazos del cuarteto con Japón no se limitan a su nacionalidad. Los cuatro miembros originales se conocieron en la escuela de música Toho, de Tokio. La antigua idea de formar un grupo de música de cámara, su gran pasión, cruzó el Atlántico y, de nuevo juntos, en la escuela de Julliard, esta vez en Nueva York, se materializó. "Además tocamos a muchos autores japoneses. Hoy por ejemplo lo haremos en Madrid con Toru Takemitsu", adelanta.
Comienzo tardío
Ikeda empezó tarde con la música. A los 16 años decidió que quería ser profesional y tuvo que ponerse al día a toda prisa en Toho. Pero tuvo claro desde el comienzo que quería dedicarse a la música de cámara, en especial al cuarteto. Una formación que muchos señalan como la fuente capaz de proporcionar una de las versiones más puras del sonido musical. "Es difícil de explicar, es como los enamoramientos. Un cuarteto tiene una pureza y una belleza sonora excepcionales, pero realmente es el único idioma en el que he estado interesado. Su fuerza reside en la mentalidad individual de cada miembro, pero que en el escenario logre plasmar el resultado de un acuerdo y un compromiso absolutos", explica.
La crisis está propiciando ahora un cierto auge de este tipo de formaciones. Su reducido coste (en comparación con una orquesta sinfónica) y la facilidad con la que pueden desplazarse en una gira, apuntan muchos, convertirá cada vez más la música de cámara en un recurso sonoro perfecto para este tiempo de recortes culturales. "En Japón, la crisis eliminó muchas subvenciones para las artes y para la música en particular. Cuesta muy poco tiempo decir lo que no es necesario, pero hay que pensar que recuperar de forma seria las exposiciones, el teatro, los conciertos... volver al punto en el que estábamos, nos costará al menos 10 años. Los políticos no piensan a largo plazo, y es una pena. Aunque me gustaría pensar que la música tiene un poder diferente y se mantendrá".
Ikeda se va. Son más de 40 años a razón de unos 100 conciertos anuales por todo el mundo. Y quizá el legado más importante, lo que permanecerá seguro, son las espléndidas grabaciones que han realizado durante todo este tiempo. "Sí, quizá eso es de lo que estoy más orgulloso. Hemos tocado toda música de cuarteto de Beethoven en muchísimos sitios y la hemos grabado toda dos veces. La respeto y la amo tanto, que haber sido capaz de hacerlo me llena de orgullo".
Babelia
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