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Mira Awad, los susurros de una hija perdida

La cantante israelí Mira Awad resume sus facetas personales en el disco All my faces, que presenta mañana en la sala Galileo Galilei de Madrid

La cara que Mira Awad deja ver es la de una joven de 36 años, ojos claros y una sonrisa permanente. Las demás esta cantante israelí las ha susurrado, con su guitarra y su voz, en un álbum dulce pero rabioso donde caben todas sus facetas. "El lado personal y femenino, la lucha política, mi rebeldía, las emociones íntimas", enumera Awad los aromas que cata el oyente de All my faces, su último disco que se publica ahora en España y que presenta mañana en un concierto en la sala Galileo Galilei de Madrid.

Cantante y actriz, presentadora de televisión y activista por la paz en Palestina, de padre árabe y madre búlgara, Awad se crió en el tradicional pueblo palestino de Rameh, en el norte de Israel. Allí, sin la melena rubia que luce ahora sino más bien con la cabeza rapada, empezó a gritar su amor por la música en el micrófono de un grupo rock de adolescentes. Eso sí, a costa de alejarse del rebaño. "A veces me sentía como una oveja perdida. En mi casa el ambiente era muy moderno, pero fuera advertía cierta presión, tenía que justificarme. Una mujer liderando una banda de chicos no estaba bien vista", cuenta Awad.

Pese a las miradas escépticas, la cantante no abandonó ese sendero que, para ella, llevaba directo a la libertad. "Cuando creas la mente está libre de imaginar. Escribir y componer música es la mayor joya de mi vida", asegura Awad. Lo hace mezclando árabe e inglés, ya que el primero es el idioma en el que ama expresarse pero el segundo le abre los oídos del mundo: "Empecé muy pronto a componer en ambas lenguas. Quizás dependa también de que escuchaba mucho a Pink Floyd".

Las melodías melancólicas de canciones como Blue eyes o Dream coming true poco tienen que ver sin embargo con el rock de los británicos. Quizás algo más se parezcan los mensajes con los que Awad acaricia al oyente. Desde la indignación delicada de Stray daughter [algo así como hija extraviada] hasta la ira plácida de Singing my song, una suerte de manifiesto musical en el que Awad reivindica el derecho a decir y cantar lo que le apetezca, la israelí busca gritar su frustración, aunque en voz baja. "No quiero golpear a nadie con mis convicciones, sino dejar que fluyan a través de la música", asegura. Para ello, y para encontrar todas sus caras, la cantante se puso a caza de sí misma entre Tel Aviv, Nazareth y Madrid, las tres ciudades donde grabó el disco, producido por el español Carlos Jean.

"Porque creo que siempre hay una elección", sostiene la israelí en Stray daughter. Y lo repite, una y otra vez, a lo largo de la charla. En el caso del conflicto entre Israel y Palestina, según ella, también hubo elecciones, pero casi todas malas. "Ambos frentes han entrado en una espiral de errores en la que nadie acepta dar un paso atrás", sostiene Awad. Un salto adelante lo dio en cambio el presidente palestino Abu Mazen, al pedir a la Onu el reconocimiento oficial de Palestina como Estado. "No sé si ha sido la manera mejor, pero le admiro por su intento de usar las vías diplomáticas en vez de las armas que escogió Hamas. En cuanto a Netanyahu [el primer ministro israelí] ignora las negociaciones y prefiere reaccionar a los ataques: es más fotogénico", tercia la artista.

El reciente acuerdo para la liberación del sargento Gilad Shalit a cambio de la excarcelación de mil presos palestinos aumenta a la vez esperanzas y dudas de Awad: "Me alegro de que vuelva a casa aunque entre los prisioneros liberados hay muchos que cometieron delitos horribles y que ya han dicho que volverán a la lucha. Pero no entiendo porqué puedan acordarse sobre eso y no sobre el final del conflicto". La israelí también es escéptica sobre la llamada primavera árabe, de la que teme que se apoderen pronto los extremistas religiosos. "Cuentan con una organización y una estructura que la lucha espontánea y masiva de la gente desde abajo no puede tener. Son los más preparados para unas elecciones, aunque solo el tiempo dará las respuestas", sostiene Awad. De momento, por lo menos el mundo árabe ha dejado ver otra cara.

CLAUDIO ÁLVAREZ

Babelia

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