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59ª edición del festival de cine de San Sebastián

Los cineastas que no cogen el avión

Michael Fassbender y Aki Karuismäki, dos extraños en un mundo de promoción perpetua

Michael Fassbender y Aki Kaurismäki son las estrellas europeas de la jornada. Ambos han llegado en sus propios vehículos al certamen de Donostia. Fassbender, el actor del momento gracias a su Copa Volpi en Venecia por Shame, llegó el martes a las diez de la noche en su propia moto, una potente BMW, guiado por un coche de la organización. Se bajó del cacharro, se quitó el casco con micrófono, se encendió un cigarrillo, y allí mismo, a la puerta del María Cristina, firmó autógrafos y se hizo fotos con quien quiso.

Después a cenar a Aldanondo y un poco de fiesta en la Kabutzia. Y ayer, día libre antes de dedicarse a promocionar, hoy y mañana, su penúltima película, Shame, su segundo papel protagonista bajo la dirección de Steve McQueen, que le lanzó a la fama con Hunger. Fassbender va de sencillo, quiere seguir en moto recorriendo la costa, y tiene a la ciudad rendida a sus pies por sus talentos interpretativos y físicos: los pases de Shame han provocado aplausos por su trabajo y sus desnudos frontales. Aunque nació en Alemania, de crío se mudó al país de su madre, Irlanda, donde se crió. Por eso domina por igual el alemán y el inglés, un bilingüismo del que sacó buen partido Quentin Tarantino en Malditos bastardos.

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Ahora ya nadie se acuerda de él en 300, Centurión o Fish tank: su categoría ha ascendido al nivel de encarnar al joven Magneto de la última X-men, o a Carl Jung en Un método peligroso, de David Cronenberg. Y tiene pendientes de estreno el thriller de Steven Soderberg Haywire y una nueva versión de Jane Eyre. Él aún lucha por ser sencillo, accesible... aunque visto lo visto, las próximas temporadas ya se moverá con su propia cohorte de publicistas (en San Sebastián ha venido él solo). El año de Fassbender debería rematarlo en los Oscar.

Y allí coincidiría, si hay justicia cinematográfica, con Aki Kaurismäki, preseleccionado por Finlandia por The Havre, otra monumental obra maestra del genio finés ('La chica de la fábrica de cerillas', 'Un hombre sin pasado', 'Nubes pasajeras', 'La vida de bohemia'), que obtuvo el premio de la crítica internacional en Cannes. Kaurismäki vive desde hace dos décadas en un pueblo al norte de Portugal, y también vino en su propio vehículo, con su esposa y dos perros. Pidió una habitación de la planta baja del María Cristina para que sus canes pudieran saltar a... dejémoslo a pasear en el césped.

También llegó el martes por la tarde y también está trabajando, dando entrevistas a la prensa hoy y mañana. El martes, nada más descargar su equipaje, bajó a la terraza del patio interior del hotel con una extraña cesta -similar, aunque no lo fuese, a una caja de media docena de cervezas- en la que llevaba unos zapatos (los suyos los llevaba puestos) y lo que parecía una botella vacía. En la mano, una pinta de cerveza rubia. Sacó unos cigarrillos y allí empezó a ver pasar la tarde, rodeado y a la vez desconectado del ajetreo que le circundaba. Hoy charlaba con sus habituales monosílabos escupidos en un timbre de voz muy muy bajo, que hacen sufrir a quienes intentan charlar con él, mientras él se ríe cerveza en mano.

Tanto Le Havre como Shame se proyectan en Zabaltegi Perlas de otros festivales, y son desde ya dos clásicos del cine contemporáneo.

El director Aki Kaurismaki en San Sebastián, donde se presenta su película 'Le Havre' en la sección Zabaltegi-Perlas
El director Aki Kaurismaki en San Sebastián, donde se presenta su película 'Le Havre' en la sección Zabaltegi-PerlasJUAN HERRERO (EFE)
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