Menos es nada en San Sebastián
Una pequeña película argentina y un irregular 'thriller' con guion de James Ellroy compiten en la penúltima jornada a concurso del Zinemaldia
¿Un buen escritor es un buen guionista? La historia del cine está repleta de casos contradictorios, de talentos para un tipo de escritura que al cambiar de género o formato se pierden. Rampart, que se ha visto hoy en el festival de San Sebastián, ha provocado este debate porque el guion nace de James Ellroy, genio del policiaco estadounidense, retratista de un Los Ángeles desolador que tuvo en L. A. Confidencial su gran paso a la pantalla. Otras novelas suyas no tuvieron tanta suerte (La dalia negra, Réquiem por Brown)... aunque esas adaptaciones han sido siempre mejores que sus deshilachados libretos como Dark blue o Dueños de la calle. El actor Ben Foster (casi irreconocible en Rampart encarnado a un pordiosero paralítico) ha producido para su amigo Owen Moverman (que le dirigió en The messenger) esta historia con policías corruptos y un Los Ángeles decrépito tan de Ellroy. Pero el caldo no cuaja a pesar de los buenos ingredientes, ni Woody Harrelson (que coincidió también con Foster y Moverman en The messenger) es el mejor actor del mundo. El reparto, largo y repleto de nombres conocidos, anima algo la función (y eso incluye a la hija de Julian Schnabel, Stella), pero junto a intención y disfrute hay garabatos y manchones. Al final, la inevitable división de opiniones. Nadie ha venido a defender el thriller en Donostia, así que Moverman no ha podido explicarse.
Sí está en cambio el reparto entero de la argentina Los Marziano, tan denostada por la prensa como aplaudida por el público. Ni con todas sus explicaciones colaría que esta película, con intérpretes tan férreos como Guillermo Francella (una especie de Gran Wyoming argentino al que la gente recordará como el representante de Rudo y cursi y el amigo de Darín en El secreto de sus ojos) o la impagable Mercedes Morán, diga tan poco. Se dedica a apuntar, nunca a plasmar. Tres hermanos que han discutido, tres vidas algo perdidas y un ir y venir por Buenos Aires.
Su directora, Ana Katz, decía esta mañana: "No quería hacer burla, sino plasmar algo que me resultara doloroso pero a la vez hiciera alguna gracia. He querido generar la mayor intimidad posible entre el espectador y los personajes pero sin explicaciones adjuntas sobre las emociones". Para ello juega con que los paisajes cuenten tanto como las personas. Por ejemplo, Luis, el hermano rico, vive en una urbanización de lujo blindada: "Me interesaba la idea de un sitio en el que se pretende controlar todo totalmente. Contener, garantizar un sosiego, pero por la simple razón de que allí viven personas nada puede ser perfecto". Por cierto, la pareja de Katz, el actor uruguayo Daniel Hendler, tiene un pequeño cameo. Poco más aporta un filme amable que ya desde el título hace el chiste fácil de lo que va a contar.
Babelia
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