_
_
_
_

Espada y desidia

Hay soluciones visuales que las carga el diablo: cuando Steven Spielberg y Janusz Kaminsky tuvieron, en Salvar al soldado Ryan (1998), la oportuna epifanía de jugar con el obturador para dotar a su representación del desembarco de Normandía de la crudeza expositiva propia de un documental sobre el terreno, no sabían que su descendencia -o, simplemente, los cazadores de genio ajeno para domesticarlo en forma de cliché- iba a invertir no poco esfuerzo en devaluar su hallazgo. Con el tiempo, esa estética abrupta, que cineastas como Ridley Scott han usado hasta la extenuación, se ha convertido en un cliché: un recurso que parece eximir a los directores de plantearse pertinentes preguntas sobre la puesta en escena. Así, Jonathan English, en su tercer largometraje como director, no parece haber perdido el sueño al preguntarse cómo mostrar y describir, por ejemplo, el asedio a un castillo medieval: tenía la respuesta a mano y su particular aplicación de la misma parece toda una perversión de la astucia que invirtió Orson Welles en la representación de las batallas en Campanadas a medianoche (1965), porque aquí la técnica Kaminsky sirve para enmascarar (mal) el hecho de que no estamos precisamente ante una súper-producción. Templario, en tiempos más benignos, hubiese sido una de esa películas dignas del directo-a-vídeo.

Templario

Dirección: Jonathan English. Intérpretes: James Purefoy, Paul Giamatti, Brian Cox, Derek Jacobi, Kate Mara, Charles Dance. Género: Aventuras. Estados Unidos-Gran Bretaña-Alemania, 2011. Duración: 121 minutos.

James Purefoy -algo así como la segunda mejor opción cuando no hay presupuesto para pagar a Hugh Jackman- encarna al templario del título, héroe atormentado en una dilatada acción de resistencia contra las represalias de un rey Juan I que Paul Giamatti encarna como un sobreactuado villano de tebeo malo. Alrededor de ellos, actores tan sólidos como Derek Jacobi, Brian Cox y Charles Dance hacen lo que un gran intérprete suele hacer en estos casos: aguantar el tipo con dignidad. Con profusión de sangre digital, Templario ofrece un retrato de la Edad Media crudo y brutal, pero el espectador con memoria añorará una película como Los señores del acero (1985) de Paul Verhoeven, donde la misma vocación de sordidez servía a un sentido crepuscular de la aventura y a un planteamiento estético alejado de este apaño que no se preocupa demasiado en disimular su condición de borrador de última generación.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_