Realismo mágico africano

Que una película mozambiqueña consiga estrenarse comercialmente en un país como España ya es un triunfo. Mentira: que se llegue a producir una película en Mozambique (aunque sea con apoyo financiero europeo) ya debería ser un triunfo. De ahí que, aunque sea como simple curiosidad cultural, el aterrizaje de El último vuelo del flamenco en nuestros cines, tras pasar por múltiples festivales internacionales, podría considerarse como un fenómeno.

La curiosidad va en aumento cuando, en una de las escenas iniciales de la película, dirigida por el cineasta local Joao Ribeiro y ambientada en un poblado donde los cascos azules de la ONU trabajan para mantener la paz después de tres lustros de guerra civil (de 1977 a 1992), se presenta el conflicto dramático en cuestión, un misterioso suceso que deja atónitos a los lugareños y aún más a los espectadores: una serie de explosiones contra los militares hace desaparecer como por arte de magia sus cuerpos y su vestuario casi al completo; casi, porque sólo quedan intactos sus cascos azules y sus penes. Así, como suena. Escenificado en primer plano y con todo lujo de detalles. Basada en una exitosa novela de Mia Couto (publicada en España por Alfaguara), estamos desde luego ante el realismo mágico más insólito que nos haya dado el cine. Una película con tono de fábula y aires de crítica socio-política sobre los desmanes de la corrupción local e internacional, que, aunque muy ingenua, puede acabar imponiendo su simpatía antropológica por encima de unos defectos que, aviso para navegantes, no son pocos. El peor: una rara capacidad del director para colocar siempre la cámara en el lugar equivocado y que la composición del plano sea la menos adecuada. Las películas de corte aficionado saltan a la vista muchas veces, antes que por su carencia de medios técnicos, por lo erróneo de su puesta en escena. El último vuelo del flamenco es una de ellas.

De todos modos, la valentía para desarrollar un desenlace tan inaudito como crítico con el primer mundo y, desde luego, la impresión causada por esos miembros masculinos colgados del sitio más excéntrico (de un árbol a un ventilador de techo) puede hacer realmente inolvidable esta excursión por el cine africano.