La noche en technicolor de Coldplay
El grupo liderado por Chris Martin cierra el primer día del festival BBK Live con un concierto basado en el optimismo
Los británicos Coldplay han decidido este verano dejar de lado su famosa intensidad y gritarle al mundo que la actitud más inteligente que se puede adoptar en tiempos de crisis es la de 'al mal tiempo, buena cara'. Las casacas militares, la sobriedad y solemnidad de la última gira con su trabajo Viva la vida (2008) han dejado paso a un espectáculo envuelto como para regalo aunque, tal vez, con demasiados lazos. Ahora todo es luz y color, sobre todo color.
El cuarteto desplegó esta noche -durante la primera jornada del festival BBK Live y en su único concierto en España este año-, un repertorio incontestable formado por sus grandes e infalibles éxitos, pero con una puesta en escena en la que predominaron el rosa flúor y el azul pastel dentro de un despliegue de luz, láseres y flashes que recorrió una casi infinita y empalagosa gama cromática. Desde el vestuario de los cuatro músicos hasta sus instrumentos -piano, guitarras y bajo-, todo se rindió al technicolor y, por más temporada estival en la que estemos, tal vez esta no sea la mejor actitud para interpretar canciones que, en principio, no fueron compuestas como banda sonora para un parque de atracciones. Ya en el tercer tema, In my place, comenzó una lluvia de miles de mariposas de papel de colores y durante Lost recurrieron a grandes balones azules, rojos y amarillos para que el respetable se entretuviera.
Este cambio de imagen responde a la salida, hace escasamente dos semanas, de un LP con tres temas nuevos de estudio que, junto a otras dos canciones que interpretan en directo durante esta gira veraniega, suponen su esperado nuevo material en los últimos tres años.
Precisamente el concierto de esta noche arrancó con una de estas canciones, Hurts like heaven, un tema que Gareth Grundy, crítico musical de The Guardian, calificó -en su crónica sobre el paso del grupo por la última edición del festival de Glastonbury- como "básicamente una versión Disney de Keep the car running de Arcade Fire". Y sí, resulta que en lo que a novedades se refiere, Coldplay ha optado por las 'influencias' más o menos claras.
Major minus, que interpretaron también en la primera mitad del concierto, podría ser sin problemas un descarte del último trabajo de estudio de U2; como si hubiera estado en el ordenador de Brian Eno, productor de ambos grupos, y se le hubiera traspapelado desde que los irlandeses grabaran No line in the horizon en Fez (Marruecos).
Us against de world, que marcó el ecuador del concierto, y Charlie Brown, en el último tramo, son los dos temas con más sonido Coldplay de esta nueva entrega del grupo liderado por Chris Martin. Es una incógnita si estas canciones formarán parte del esperadísimo quinto larga duración de Coldplay, puesto que su líder acaba de suspender la promoción prevista para este mes hasta final de verano aduciendo que el disco no está aún terminado.
Pese a todo el aparato multicolor y lo discutible de parte de sus nuevas propuestas, los componentes de Coldplay demostraron esta noche que son unos grandes músicos y que por algo han vendido casi 50 millones de discos y han realizado cuatro multitudinarias giras por todo el mundo en una trayectoria de apenas una década. Temas como The scientist, Politik o Clocks sonaron con la potencia y el virtuosismo a los que tienen acostumbrado a un público fiel que abarrotó el espacio de Kobetamendi, a las afueras de Bilbao, durante la casi hora y media que duró el espectáculo. Para el final se guardaron otro golpe de efecto al encadenar la intensa e hipnótica Fix you con su último single, Every teardrop is a waterfall, ese sampleado del Ritmo de la noche que, visto lo de esta noche, es un tema eficacísimo para poner a dar botes a más de 20.000 personas y enviarlas hacia el siguiente concierto de la velada con dos palabras grabadas a fuego en su cabeza: 'Buen rollo'.


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