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Una joya antimoliére

'La escuela de la desobediencia', de Paco Bezerra, con dirección de Luis Luque e interpretación de María Adánez y Cristina Marcos, un clásico que reflexiona sobre el derecho al placer sexual de la mujer

"No ha sido nuestro impulso provocar, sino colocar el placer de la mujer en el sitio que lo colocamos, y nos encantaría que la gente saliera de ver la función y se fuera a su casa a hacer el amor". Quienes hablan así con las cabezas visibles de La escuela de la desobediencia, un montaje escénico que se podría calificar de "joya antimoliére" cuyo texto ha sido escrito por Paco Bezerra, dirigido por Luis Luque e interpretado por Cristina Marcos y María Adánez. El espectáculo, una producción de Andrea D'Odorico y Teatro Portátil, cuyo estreno absoluto llega hoy al Festival de Teatro Clásico de Cáceres, recorrerá toda la geografía española en los próximos meses.

Paco Bezerra, a quien en 2009 el Premio Nacional de Literatura Dramática se vino a sumar a su fructífera lista de galardones, se ha encargado de la dramaturgia de este curioso montaje que tiene todos los mimbres para convertirse en una de las apuestas más atractivas, originales y valientes de la temporada escénica en lo que a teatro clásico se refiere.

La historia, que se apresuran a contar Bezerra y Luque, ya es de por sí todo un manjar para curiosos atraídos por estos temas. "Todo empieza porque D'Odorico me sugiere leer a Pietro Aretino, escritor e intelectual renacentista conocido por sus escritos licenciosos, que fue capaz de escribir los famosos Sonetti lussuriosi y, al mismo tiempo, escritos moralizantes", señala Luque, joven director y desde hace años ayudante de dirección de Miguel Narros, a quien ha querido dedicar la función. Luque, que llevaba un tiempo husmeando textos del Siglo de Oro, deja que Bezerra continúe. "Aretino, celebridad italiana adorada por los lectores del siglo XVI, escribió Ragionamenti, novela dialogada en la que se reflexiona sobre los tres únicos estados a los que la mujer de la época podía aspirar: estar casada, meterse a monja o hacerse puta. Un siglo más tarde, en París, un hombre llamado Michel Millot es detenido y acusado de la autoría de un libro 'contrario a las buenas costumbres': L'École des filles ou la Philosophie des dames, que se inspira en la obra del célebre italiano del XVI para seguir hablando del perverso concepto de la educación femenina y de la necesaria libertad sexual y espiritual de las mujeres. La condena a la que se vio expuesto fue la muerte en la horca junto a la quema en la hoguera de todos los ejemplares del libro".

Luque retoma el relato: "Así descubrí Escuela de doncellas o la filosofía de las damas, una joya del barroco francés repudiada y olvidada, a la que, gracias a que algunos ejemplares 'huyeron' a Holanda y se salvaron de la hoguera, hoy podemos presentar a Susanne y Fanchon, las protagonistas de La escuela de la desobediencia", dicen de esta obra que bebe de estos dos textos anteriores, sin olvidar que Aretino los escribió inspirándose en unos dibujos eróticos de Giulo Romano.

Al llegar ahora, en el siglo XXI, a su adaptación dramática, quieren que se pueda "seguir reflexionando siglos más tarde sobre la evolución del ideario moral femenino; la categoría humana de aquellos que siguen siendo los encargados de nuestra educación", señala Bezerra a la hora de hablar de las enseñanzas que se profieren a las chicas para que cumplan con la función social que les corresponde y también "del derecho de la mujer a expresar, defender y satisfacer su deseo sexual por encima de la familia, el matrimonio, la religión e, incluso, del propio Estado, planteando la pregunta: ¿es la educación una trampa más, diseñada, junto a otras muchas, para frenar el derecho y la libertad de la mujer a gozar plenamente de su sexualidad sin tener que rendir cuentas a nadie?", concluye el autor, mientras el director tiene claro que tras leer estos textos ha descubierto que "a través del sexo y de la piel hay un mayor espectro de libertad" y llamó a Bezerra, que es la primera vez que hace un trabajo así, ya que sus obras son historias originales, para que pusieran juntos en pie este proyecto.

"No es una versión, porque no existe obra de teatro previa, es una dramaturgia a partir de dos novelas dialogadas, que no tienen estructura teatral, que había que convertir en teatro, aunque como una está inspirada en la otra tenían mucho en común, por lo que me he visto en esa línea sucesoria y he terminado contemplándolo como una obra mía que viene de dos libros y no de la imaginación. Es como un clásico al que yo sigo la estela", sostiene Bezerra. Los dos y el resto del equipo han puesto en pie este trabajo amparados bajo el paraguas de la productora de Andrea D'Odorico, reconocido escenógrafo, de origen italiano, que ha decidido apoyar a una serie de jóvenes profesionales con esta propuesta.

La escuela de la desobediencia

La obra nos cuenta como Susanne (Cristina Marcos), acude veloz a hablar con su prima Fanchon (María Adánez) al enterarse de la existencia de un plan destinado a que ella se ponga los hábitos. A través de la curiosidad, el deseo y el placer carnal, Susanne incitará a su joven prima a despertar sexualmente para, de esta forma, poder decidir el mejor de los caminos a escoger, teniendo en cuenta los únicos tres estados a los que la mujer de la época podía aspirar: casarse con un hombre impuesto por su padre, meterse a monja o hacerse cortesana. Ante la resistencia de Fanchon a creer en las palabras de su prima, Susanne decide invitarla a "matricularse" en una singular escuela, portátil, clandestina y ambulante, donde ella misma es la profesora y en la que, según dice, aprenderá a desaprender todo lo que le han enseñado hasta el momento para volver a aprenderlo todo de nuevo por sí misma: la escuela de la desobediencia. De esta forma, y antes de que la terminen obligando a ingresar en el convento, Fanchon va, poco a poco, pasando de lección en lección mientras descubre los verdaderos intereses de la educación femenina, a la par que satisface su intelecto y su propio deseo sexual hasta convertirse, sorprendentemente para la época, en una mujer libre.

"Nuestro deseo es que este montaje aporte libertad a las mujeres", señala María Adánez, "hay una cosa muy importante, que es la educación sexual femenina, a fin de cuentas somos las que tenemos todo que perder, ese el punto débil, y antes y ahora hay que dar a nuestra práctica sexual una visión placentera, bonita, positiva, nada de cercada, ni oscura, ni ligada al pecado... Esto es lo que en la escuela se aprende, a pensar por ti misma, es un canto a la vida", a lo que añade Cristina Marcos: "Aquí terminas sabiendo por qué hay gente que tiene miedo, pero aquí se ve claro que no hay que partir de esas premisas, y se trata de enseñanzas que pueden ayudar a lanzarse en estas lides; además estas mujeres lo que buscan es reflexionar".

"Estas mujeres, representadas por nuestros personajes, fueron unas prerrevolucionarias que arriesgaron su integridad física y moral", señala Luque, mientras Bezerra las califica de perlas perdidas y las sitúa a la cabeza de los orígenes del feminismo: "El movimiento preciosista francés del XVII apostaba porque la mujer podía pensar y compartir, algo de lo que muchos se ríen, incluso Moliére en varias obras, desde luego La escuela de la desobediencia es antimoliere, a fin de cuentas oír a dos mujeres hablar de su placer sexual sin tabúes siempre ha estado mal visto; cuando en el terreno sexual el imaginario de la mujer es muy poderoso, muy amplio y desde ese imaginario bello y amplio, de un sexo luminoso, ellas nos traen algo muy blanco y sensual", señalan autor y director, quienes tienen claro que con estas escuelas se llegaba a libertad espiritual a través de la sexualidad: "Además en esta función hay un claro posicionamiento en contra de la Iglesia, del estado, de la sociedad para defender la libertad de la mujer", concluyen al hablar de este montaje que ha contado con la música original de Luis Miguel Cobo, interpretada en directo por Sofía Alegre, con su viola de gamba y la soprano Rosa Miranda: "Hay una reinterpretación de las danzas barrocas, que por el género de la función es lo que va bien, así como por la temática; para mí las danzas barrocas eran las músicas con las que la gente se enamoraba, y su carácter rítmico y alegre va en el carácter de la función, siguiendo la estela de Bezerra con el texto, he hecho un reinterpretación actualizando la música barroca", señala Cobo, quien forma parte del equipo junto a la escenógrafa Mónica Boromello, el vestuarista Paco Delgado y el iluminador David Hortelano.

De izquierda a derecha, las actrices Cristina Marcos y María Adánez
De izquierda a derecha, las actrices Cristina Marcos y María AdánezÁLVARO GARCÍA

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