"Escribiría con las tripas; corregiría con el cerebro"
A velocidad endiablada, la periodista y escritora Maruja Torres, desgrana la situación de los países árabes, la política española, el oficio de escribir y el arte de la novela negra en su charla con los lectores de EL PAÍS
"Escribiría con las tripas y luego corregiría con el cerebro". Es el consejo que Maruja Torres da a los que quieren empezar a dejar su mundo en un libro, como le ha planteado uno de los lectores de EL PAÍS con los que ha mantenido una charla digital. Pizpireta y a velocidad endiablada (más de una -y generosa- respuesta por minuto: 67 en apenas una hora; "se trata de hacer las máximas por respecto al lector", argumenta), la periodista y escritora ha ido desgranando desde la situación de los países árabes a la de la política española, pasando claro por el oficio de escribir y el arte de la novela negra, género en el que acaba de debutar con Fácil de matar (Planeta).
Habitual en su vida y en su obra, Torres ha ido dejando con generosidad un jirón de ella misma en cada respuesta. Siempre ha estado presente la lanza irónica: arrojada contra sí misma ("Diana Dial [la protagonista de su última novela] soy yo pero es menos dentona"); o contra la violencia en el mundo ("la maldad humana llega en container, mientras la bondad aparece en los bolsillitos; hay que rebuscar hasta el fondo"); o hacia el fariseísmo de los correcto ("Yo lo políticamente correcto hace tiempo que me lo pasé por el arco de metal que sujeta cada una de las copas de mis sostenes. ¿Correcto?"), o incluso al paso de los años ("lo llevo muy bien. Me he adecuado ya a ese cuello que se encorva, al torso de tortuguita que se me va poniendo, a los dolores de huesos. En compensación hago lo que quiero, digo lo que quiero -dentro de un orden: no soy suicida- y me visto de colores y me compro piruletas de plástico para usarlas como broche").
Pero la autora de esas mismas palabras es capaz de quitarse la coraza, especialmente por su amado Líbano, donde ha dejado de ir "para proteger la Beirut que amo de la Beirut que empieza a ser". Y de admitir, sin tapujos, ante el problema de la violencia de género, que éste es "un problema de toda la sociedad", que sabe de qué habla porque "soy hija de maltratador alcohólico". Esa dualidad es la que aprecian sus lectores, que también buscan su sinceridad, que aplica sea cual sea el tema, así sobre ETA ?"Su final ya lo estamos viendo ahora"? como sobre la corrupción en la política española -"donde hay poder hay corrupción". Pero se niega la desesperanza: "Hay que aguantar, resistir, no rebajar el cabreo. Y ser feliz en lo individual, tanto como sea posible. Ah, y votar, claro. Por duro que resulte, que no nos quiten eso. Porque por ejemplo, el País Valenciano está dirigido por unos corruptos muy competentes". La misma filosofía es válida para la gran alteración que conmociona el mundo árabe mediterráneo, situación por la que, confiesa de nuevo, "he llorado a lágrima viva". Lúcida y conocedora de esa geografía, le preocupa el "alto gado de intrusismo que hay ahí en la lucha por la libertad".
Del oficio de escribir, ya diarios o libros, una doble esperanza, animosa tanto en lo virtual como mientras teclea en la realidad. Sobre la crisis del periodismo: "Mientras quede un mundo por contar... Habrá una recolocación y saldremos adelante". Sobre su nueva faceta de autora negra: que su "maestro narrativo" ha sido más el cine negro que las novelas del género; y que con Diana Dial pretende "ir creando mi propio mundo por la cuenca mediterránea, tanto en oriente como occidente"; está construyendo una periodista prejubilada-detective "que asiste a los finales del penúltimo neocolonialismo occidental previo a la caída de Mubarak & Co". Por eso habrá dos entregas más como mínimo, "una ambientada en Egipto y otra en Madrid", avanza.
Esa es Maruja Torres. ¿Qué no la han leído y no saben por dónde empezar con ella? Pues, propone, por Un calor tan cercano. ¿Y saber más sobre su persona? Pues lean, dice, Mujer en guerra y Amor América". Ya saben: tripas y cerebro.
Babelia
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