"Los franceses tienen respeto por el cine francés"
Guillaume Canet presenta en la Mostra de Valencia su película más personal, 'Les petits mouchoirs'
El actor y director francés Guillaume Canet, que ganó el Premio César (el homólogo al Goya en el país galo) en 2007 con su segunda película como realizador, Ne le dis à personne (No se lo digas a nadie), ha presentado esta mañana en el marco de la Sección Panorama Mediterráneo de la Mostra de Valencia su último filme, Les petits mouchoirs, que reconoció como su trabajo más personal, que llega avalado por un éxito de taquilla en su país (cinco millones de espectadores) y que la crítica ha alabado como su mejor película. "Los franceses tienen respeto por el cine francés", ha explicado Canet ante la pregunta de por qué las producciones propias alcanzan en Francia cifras respetables respecto a otros países.
El realizador ha explicado que en Francia se hace mucho cine, unas 200 películas al año, y "hay un gran apoyo, un respeto, a las películas francesas", aunque matiza que "las películas funcionan bien, pero no todas". Eso sí, ha insistido en el gran respeto a los realizadores, a los actores y las películas producidas. Un comportamiento que ha achacado, hasta ha subrayado, "a que en Francia hay una gran pasión por el cine", quizá cuestionando a que en otros países ocurra de la misma manera.
"La película aborda el tema del egoísmo, del egocentrismo, con algún elemento de cinismo", ha explicado Canet sobre su película más personal, "habla de esas pequeñas mentiras que uno se cuenta a sí mismo y a los demás para no hacerse daño y no hacerlo a los otros con el fin último de hacer como si nada mala estuviera pasando". De hecho la traducción de Les petits mouchoirs (una expresión que hace referencia a los defectos que se tapan con un pañuelo) se podría traducir como las pequeñas mentiras sin importancia'. "Nos ponemos una venda en los ojos para no ver", ha abundado Canet, "nos mentimos a nosotros mismos, escondiendo el polvo debajo de la alfombra, pero si vamos dejando mucho polvo ahí, al final es una montaña y es lo que les pasa a los amigos en la película, que han estado escondiendo cosas durante años que no quieren reconocer".
La película, protagonizada por Marion Cotillard y François Cluzet, ha conmovido al público y aunque los personajes están en la cuarentena, "las preguntas que se hacen los personajes pueden hacérselas cualquiera en cualquier etapa de la vida, preguntas como ¿es esta realmente la vida que quiero? ¿Esta profesión es la que quiero? ¿La sexualidad que tengo es la sexualidad que deseo?". En su opinión, algo que además contribuye a que los espectadores se sientan identificados es un tema muy actual, "el hecho de que se vive la vida a toda pastilla, a 100 kilómetros por hora". "No digerimos las cosas, esta es la generación del zapping", ha criticado, "pasamos de una actividad a otra sin tomarnos el tiempo para disfrutarlas o apreciarlas". Por eso, el director ha recomendado que hay que pasar más tiempo con los seres queridos y además transmitirles esos sentimientos en el tiempo presente: "Cuando todavía los tenemos con nosotros".
Y es que el filme cuenta la historia de un grupo de amigos que tras un suceso traumático deciden seguir adelante con sus vacaciones anuales en la playa, en un ejercicio que Canet calificó de "egoísta". Pero no todo es tan fácil y las vacaciones acaban poniendo a prueba su amistad, sus convicciones, con un sentimiento de culpa creciente que les invade. Para enfatizarlo, el realizador ha apuntado que usó teleobjetivos para enfocar al intérprete y dejar los fondos desenfocados, para centrarse en el actor. Su intención era que él, como director, permaneciera al margen y poder "subrayar el trabajo del actor".
Canet ha reconocido que hay muchos primeros planos en su trabajo y lo ha justificado en que es "una película de actor, no de director". Quería ir a la esencia de lo que quería contar por lo que buscó una "cercanía con los intérpretes". Ha explicado que buscaba darle mucha importancia a las miradas pero también al hecho de escuchar: "Los personajes que escuchan tienen mucha importancia dentro de la película".
Canet ha puntualizado que es la primera vez que escribe el guión él solo y después ha hecho una confesión: "También es la primera vez que en el guión hay tanto de mí, es la primera vez que es tan personal". Ha añadido que normalmente él protege mucho su vida privada en entrevistas y su vida cotidiana, pero en este filme ha roto esa dinámica. Y entre bromas ha explicado una ventaja de desnudar sus sentimientos durante los cinco meses de escritura del guión: "Me ha servido como psicoanálisis, que probablemente sale muy caro pero a mí me ha dado beneficios, aunque no tantos como los beneficios del productor".
Para finalizar, Canet ha añadido que la película hace un recorrido por muchas emociones diferentes, fundamentales en la trama, aunque ha pedido expresamente a los periodistas, o a cuantos vean su película, que no desvelen el final de Les petits mouchoirs.
Canet ha participado como actor en dos docenas de largometrajes, la mayoría francesas, y entre sus trabajos con mayor repercusión en España se sitúan La playa (2000), de Danny Boyle, en la que actúo junto a Leonardo di Caprio, o Vidocq (2001), dirigida por Pitof, junto a Gérard Depardieu. Como realizador, tras rodar cuatro cortos, abordó el largometraje Mon idole (2002). Cinco años después ganó el César con su adaptación de la novela de Harlan Coben No se lo digas a nadie.
Babelia
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