La ropa mágica del sultán
Un libro muestra la ropa que les hacía invisibles en las batallas, les protegía del mal de ojo y hasta aumentaba su fertilidad
El sultán Murad III nunca estuvo muy interesado por las mujeres. A pesar de tener un harén con cientos de concubinas, el mandatario era monógamo. Solo tenía una mujer y cuatro hijos, dos de ellos varones. Tras la muerte de uno de ellos, la corte comenzó a preocuparse por la sucesión del trono de la casa Osmali. Entonces, la madre de Murad III, la poderosa sultana Nurbanu decidió tomar cartas en el asunto y encargó una camisa mágica para su hijo. Tejida con delicadeza, sobre ella había escrito versos del Corán y símbolos astrológicos. Fue mano de santo. En el momento de su muerte, 14 años más tarde, Murad III tenía 19 hijos.
La historia es una de las muchas que cuenta el libro Las Camisas Mágicas del Palacio de Topkapi publicada por la editorial Tamis en Estambul. Su autora, Hülya Tezcan indaga en la importancia de estos objetos en la corte de Imperio Otomano. Tezcan fue la encargada de restaurar muchas de las 87 camisas talismánicas del museo de Topkapi. Algunas se pueden observar en la colección permanente de este museo, antigua residencia de los sultanes, donde también se exponen otras ropas : collarines, capas, turbantes, plumas, ingeniosamente abultadas con el fin de aumentar el tamaño del sultán y hacerlo parecer más poderoso a los ojos de sus súbditos.
Puede que aquí se esconda el secreto de la dinastía Osmanli, que gobernó el Imperio Otomano durante siete siglos. Las camisas tenían la facultad de proteger a los sultanes contra el mal de ojo, hacerles invisibles en las batallas o simplemente preservar su buena salud. "Los sultanes también tenían gorros de dormir, collares, y útiles con inscripciones del Corán" explica Tuzcan. "Estas prendas nos permiten evaluar hasta que punto las supersticiones de la Corte Otomana afectaban la política del Imperio" asegura.
Hasta 1925, las cofradías religiosas y el misticismo formaban parte del islam turco. Su uso fue abolido por el padre de la actual República, Mustafá Kemal Atarturk, con el fin de crear un nuevo estado laico. Sin embargo, Turquía sigue siendo un país profundamente supersticioso: es habitual ver el famoso ojo turco - Nazar- colgado en los retrovisores de los coches o incrustado en las fachadas de los edificios de cualquier ciudad. La laicidad del estado tampoco pudo con creencias como que silbar por las noches atrae al demonio o que el futuro se puede leer en los posos del café.
Según Tuzcan, durante el Imperio Otomano las camisas talismánicas era una prenda de uso común. Su calidad aumentaba en la medida en que lo hacía la posición social de su dueño. Para las del sultán eran necesarios tres años de trabajo. Se iniciaba cuando los astrónomos de la corte señalaban la fecha propicia. Una vez determinada, los religiosos elegían los versículos del Corán apropiados y los calígrafos reales los escribían sobre el paño de algodón. Finalmente los costureros unían los lienzos y creaban la camisa. "El artista a veces también escribía en la prenda una petición a Alá o al sultán" explica Tuzcan. "Después se le entregaba a la madre que era la encargada de hacer el regalo".
Normalmente el sultán poseía siete camisas, pero en la corte existía una reserva de prendas mágicas en caso que el mandatario necesitara una nueva. Son estas, según Tuzcan, "las más fáciles de restaurar porque que nunca fueron usadas". Las otras, suelen estar sucias ya que no podían lavarse pues la tinta de las caligrafías se borraría con el agua.
A pesar del laborioso trabajo y del mimo, la prenda en ocasiones tenía taras. Como la camisa del príncipe Cem, hijo el sultán Mehmed II quien conquistó Constantinopla en 1453. El joven príncipe, que murió desterrado en Italia tras perder la lucha por el trono contra su hermano, nunca la usó porque no tenía un agujero para la cabeza. Puede que Cem no creyera en la magia pero, quién sabe si la historia hubiera sido otra de tener cuello esa camisa.
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