El alma de Travis
Fran Healy presenta en Madrid 'Wreckorder', su primer disco en solitario
Fran Healy puede presumir de haber sido una influencia fundamental en grupos como Coldplay, Thirteen Senses o Keane. Todo mientras capitaneaba a Travis una banda que sorprendió a finales de los noventa y principios de los 2000 con The Man Who y The invisible band, dos discos que ya han cumplido una década, pero que marcaron las pautas de lo que gustaba y triunfaba en lo que a música intimista y mansa se refiere.
Healy vino ayer a Madrid a presentar Wreckorder, su primer disco en solitario y una especie de tercera parte de los dos trabajos de Travis citados más arriba. Y lo hizo en la Sala Ramdall, un espacio un tanto extraño para este tipo de citas, pero que soportó el tirón al tratarse de un hombre solo y su guitarra sobre el escenario.
Al contrario que en otras citas -como su anterior concierto en Bruselas- donde el cantante había reservado para el final las canciones que compuso con el gupo que le hizo famoso, anoche Healy las fue intercalando hasta casi confundirlas con estas nuevas canciones de su primer disco en solitario y autoproducido.
Healy demostró no solo ser uno de los grandes como compositor y cantante, también se descubrió como un cómico bastante eficaz contando todo tipo de anecdotas entre canción y canción. Tanto que aquello fue casi una edición especial del club de la comedia con una banda sonora carísima.
En el primer tema, Holiday, contó que hizo Wreckorder porque "tras 20 años de amistad y trabajo" con sus compañeros de Travis, "necesitaba unas vacaciones" y recuperar su vida. Con el segundo, Writing to reach you, descubrió que la compuso en 1995: "Le robé los acordes a Noel Gallagher del principio de Wonderwall, total, todos nos robamos acordes. Luego, cuando cantamos con ellos (Oasis) de teloneros, ya me dijo que aquellos acordes le sonaban"... Desgranó más batallitas como la de su recién abrazado vegeterianismo para devolverle el favor a Paul McCartney por haberle puesto el bajo a uno de los temas de este su último disco; o la de cómo la canción Sing se le ocurrió viendo la tele, pero con la palabra swing que no solo significa columpiarse, también hace referencia al intercambio sexual de parejas en inglés.
Y así durante algo más de una hora y cuarenta minutos de un concierto que podríamos denominar entre amigos, pues pese a tratarse de uno de los músicos más influyentes y queridos de la última década, no logró congregar a más de 400 personas, probablemente debido a que el espectáculo no fue promocionado con el tiempo y los medios necesarios como para conseguir un lleno total. Cantó éxitos como Side, Sing, Driftwood y, aprovechando que estaba como en familia, hasta sometió a votación si cantaba o no Flowers in the window con una guitarra acústica que sufrió un aporreo tan fuerte que se le rompió alguna cuerda y para el final del recital estaba tan desafinada que el propio músico se permitió bromear con ella. Y en un día como ayer, no podía faltar Why does it always rain on me, con la que cerró. Ya se sabe: si el alma de Travis toca en Madrid, llueve.
Babelia
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