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El Pinocho de Saura

Se reedita el libro infantil que ilustró el artista

Antonio Saura siempre se sintió especialmente orgulloso de su Pinocho. Su recreación del famoso personaje infantil estaba llena de color y vida pero también tenía una extraña fuerza melancólica. Los ojos casi llorosos y la enorme nariz daban cuenta de la crueldad y la tragedia que escondía, bajo la mirada del artista, el personaje del pobre niño mentiroso.

El libro El nuevo Pinocho, que hoy se presenta en Madrid, recupera aquel trabajo en un vólumen que ahora editan (y que también sale a la venta traducido en Inglaterra, Francia y Alemania) la fundación Archives Antonio Saura, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y Ediciones La Central. Basado en la versión que la escritora austriaca Christine Nöstlinger creó del clásico de Carlos Collodi, el tomo forma parte del trabajo de conservación, difusión y rescate que llevan a cabo desde la muerte del artista sus herederos.

Durante dos años (entre 1990 y 1992) Saura se sumergió en las versiones ilustradas que había del Pinocho. El pintor estaba especialmente afectado entonces por la muerte de su hija Ana y quizá eso explique su necesidad de recuperar el paraíso de la infancia. Por ello, Pinocho se convirtió para él en algo mucho más que un trabajo: era un refugio de sus propios tormentos y pesares.

«Érase una vez un tronco de madera. Un leño muy corriente, que un buen día encontró un maestro carpintero en su taller». El arranque del clásico de la literatura infantil encierra un destino "marcado por su propia materia originaria" "Su destino", decía Saura, "perfectamente único, no es el de convertirse en un ser humano, sino el de mostrarnos en su patética imposibilidad de serlo, en la diferencia, en su dimensión biológica diferente, el reflejo de nuestra propia condición".

Abordar el Pinocho fue complejo, como la había sido antes ilustrar su Don Quijote de la Mancha. En ambos casos se veía obligado a respetar a un personaje que tenía que volver a crear. "Este problema", explicaba el artista, "se agravó con Pinocho al resultar evidente que, si quería que la obra fuese comprendida y aceptada por los niños -ese era su objetivo fundamental-, su efigie no podía ser pretexto de excesivas deformaciones o libertades, resultando también evidente que no podía caer en un diseño blando, estereotipado o en exceso rígido".

© succession antonio saura / www.antoniosaura.org

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