¿Violación de una menor?
No sé qué hubiera pensado pensado Richard Strauss ni, mucho menos, Oscar Wilde, en cuya obra homónima está basada la ópera, viendo a Salomé violada por Herodes desde la infancia. En el libreto no hay nada de eso, sino un despertar sexual de la princesa, que se desliza, vertiginosamente, desde la virginidad hasta la necrofilia. En principio, el director escénico no debería insertar historias adicionales que cambien el eje principal del drama. Pero Francisco Negrín sugirió sin ambages, con proyecciones y acción escénica, el abuso reiterado sobre la menor como origen de la complicada evolución sexual de Salomé: problema solventado.
Tampoco sé qué hubieran pensado Strauss o Wilde de un Jochanaan decapitado con una escopeta, de un Herodes abofeteado en público por su esposa, de unos soldados que le dan empujones, o de un cadáver (el de Narraboth) escondido de un lado a otro, como en una comedia. Muy de comedia, también, el que Herodías aparezca calva cuando le quitan la rubia peluca. El tema del pelo debe resultar fascinante, porque se elimina también de la cabeza del Bautista, para cuyos negros cabellos música y texto elevan encendidas descripciones. Ni los intrincados vericuetos de la sexualidad, que tanto interesaron a la llamada "generación decadente", ni las complejas coordenadas musicales con que Strauss los abordó, garantizan tanto el éxito como una historia de buenos y malos: Salomé es necrófila porque la violaron de pequeña. Herodes es un patético pederasta. Herodías es la maldad hecha mujer (como predica Jochanaan, el santo varón). Qué sencillo resulta todo.
Hubo suerte y el apartado musical se sirvió a otro nivel. En una obra descrita a veces como "un poema sinfónico con voces", el peso de la tragedia estuvo apuntalado con firmeza por la orquesta. Zubin Mehta resulta muy seguro cuando quiere, como esta vez, contar bien las cosas. Camilla Nylund pudo con esa difícil Salomé cuyos requerimientos, como indicaba, bromeando, Strauss, son los de "una Isolda de 16 años". Necesitará, con todo, desarrollar mejor la faceta lírica del personaje No fue tan poderoso, a nivel vocal, Siegfried Jerusalem. El tiempo pasa y la voz se resiente. A cambio ofreció la rica complejidad psicológica que esta puesta en escena negaba a Herodes. Hanna Schwarz, Albert Dohmen y Nikolai Schukoff cantaron con fuerza e intensidad sus respectivos papeles. Entre los comprimarios destacó Alexander Vinogradov, con un instrumento amplio y muy atractivo.
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