Oliveira, un centenario con alma de debutante

Durante 65 de los 101 que lleva en el zurrón, Manoel de Oliveira escribió, rodó y estrenó algunas películas, sí, pero tres cuartas partes de su filmografía se sitúa precisamente ahí, entre el increíble segmento de entre los 65 y los 101. Y, con permiso de la pesadísima señora de la guadaña, la cosa no tiene aspecto alguno de parar: "La muerte es una condición absoluta, la única certidumbre que tenemos, todo lo demás son incertidumbres; la muerte es, como decía Tolstoi, solo una puerta, entramos por un lado y salimos por el otro. Y no tengo miedo a la muerte... solo se lo tengo al sufrimiento". Eso es lo que Manoel de Oliveira (Oporto, 11 de diciembre de 1908) piensa sobre la parca, telón de fondo de su nueva película, El extraño asunto Angélica, presentada en la sección Una Cierta Mirada por este cineasta que conoció el cine mudo y ahora se dedica a jugar con los adelantos del cine digital. Una película basada en una experiencia personal y que Oliveira tenía en su recámara mental desde hace... 60 años.

Empresario vitivinícola, encargado de una fábrica de muebles, piloto de coches, campeón de atletismo, fotógrafo y mil y una cosas más antes de ponerse detrás de una cámara, Oliveira vuelve a La Croisette dos años después de que el Festival -en presencia de los pesos pesados del cine mundial- le entregara en el Gran Teatro Lumière la Palma de Oro honorífica al conjunto de su carrera.

Medio centenar de películas no son tantas para un chaval de 101, pero ahora este enamorado de los vinos del Duero y de las mujeres bonitas quiere recuperar el tiempo perdido. Es que tiene prisa, no vaya a ser que otro volcán, otro terremoto u otro desastre natural -o financiero, con su subsiguiente y definitiva revuelta de los más que pululan por abajo del escalafón- nos mande a todos a criar malvas por los siglos de los siglos, amén. Lo de 'amén' no es un capricho: Manoel de Oliveira, católico convencido de que "por ahí arriba está el buen Dios y aquío abajo estamos nosotros, criaturas", visitó al Papa Benedicto XVI justo antes de viajar a Cannes. "La crisis es terrible, miren Grecia, y miren España y Portugal... es terrible, pero además están esos desastres, como el del volcán, que casi me impide llegar a Cannes... pero bueno, siempre hay esperanza, y creo que un día llegaremos a liberarnos de esta tendencia negativa en la que nos encontramos y que parece un castigo a la Humanidad. Quizá tiene que ver con la terrible pérdida de valores que vivimos hoy en el mundo, un mundo que me recuerda a Sodoma y Gomorra", explica Oliveira mediante un discurso sin freno, perfectamente vertebrado en el fondo y en la forma, incansable... con prisa y sin pausa, y es que, como a él le gusta decir, "hay que ir rápido, la lentitud cansa mucho".

Ante la mirada embelesada de Pilar López de Ayala , protagonista de su nueva película ("ante Oliveira, una simplemente se calla y escucha", comenta la actriz) el cineasta más longevo del planeta reconoce sin problemas la mayor: trabajamos porque hay que comer, o sea, que eso de realizarse con el trabajo y mentiras similares no le van: "La Naturaleza inventó el hambre y el hambre nos obliga a trabajar; trabajamos por hambre, es solo eso".

Como los grandes reacios y escépticos de la Historia, morirá Manoel de Oliveira con la silla de director puesta. Lo dice su productor francés, François d'Artemare: "Cuando no rueda es cuando se siente mal, cansado... trabajando es otro". Hace un rato, en Cannes, Oliveira, a quien le han preguntado si tenía otra película en marcha, ha respondido riéndose: "Tengo dos o tres en la cabeza".

Boyero y Kiarostami