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Meritísimo Del Álamo

El novillero Juan del Álamo saltó a la plaza de las Ventas en la quinta jornada de Sant Isidro para demostrar que quiere ser torero.- Tomasito y Miguel de Pablo no brillaron

Juan del Álamo es un novillero salmantino que quiere ser torero. Al menos, eso fue lo que dijo el lunes en las Ventas ante un lote nada fácil con el que dejó la impronta de su valor, disposición, seguridad, técnica y buen gusto. Muleteó muy bien al primero, dificultoso como el resto, pero al que enseñó a embestir a base de aguante y buenas maneras; y se mostró heroico y firme ante el deslucido quinto, al que sólo pudo robar medios muletazos tras convencerlo de que el mando correspondía al torero. Tiene pinta este Del Álamo de novillero antiguo, de los que vienen a Madrid a jugársela de verdad, sin cuento, con el hambre propia de quien busca la gloria a base de superar los miedos y las dificultades.

Segovia/Tomasito, Del Álamo, De Pablo

Cuatro novillos de Carmen Segovia, muy justos de presencia, mansos, deslucidos y descastados, y dos -4º y 6º- de Torres Gallego, bien presentados y violentos.

Tomasito: estocada (silencio); pinchazo y media caída (silencio).

Juan del Álamo: estocada tendida (oreja); estocada (ovación tras petición).

Miguel de Pablo: cinco pinchazos, un descabello _aviso_ y cinco descabellos (silencio); estocada (palmas).

Plaza de las Ventas. 10 de mayo. Quinto festejo de la feria de San Isidro. Tres cuartos de entrada.

Porque dificultosos sí que eran los novillos. El segundo de la tarde embestía, como todos, con la cara por las nubes, y en el primer muletazo tiró un gañafón que fue todo un bocado a la yugular del chaval. Pero éste, en lugar de amilanarse, que hubiera sido comprensible, se plantó en la arena, se colocó como mandan los cánones y dijo aquello de 'o tú o yo'. Y lo toreó de dulce, con dominio y hondura por ambas manos, hasta que su oponente entendió que la batalla la tenía perdida. Fue una labor de mando en plaza, de entrega y de categoría.

Pero el quinto dijo que no embestía porque no entraba en sus previsiones. Y se negó a pasar, y con la cara siempre buscaba las moscas. Pero Del Álamo le planteó una seria porfía, valerosa e inteligente, y le robó, primero, medios muletazos, hasta que consiguió que el novillo metiera la cara a regañadientes por el lado izquierda en un par de tandas muy meritorias. Salió volteado de la estocada final, y en la plaza quedó la impresión de que este Juan del Álamo -Jonathan en la vida civil- huele seriamente a torero.

Poco lucida fue la actuación de Tomasito -natural de Francia y Tomhas Jauber de nombre-, pues a su escaso rodaje hay que unir la dificultad de su lote; especialmente violento fue el cuarto, que se hizo el amo del ruedo. Por cierto, una gran parte del público dio toda una lección de insensibilidad al mofarse de manera indecente de un subalterno que pasó fatigas de muerte en el tercio de banderillas. A Madrid se le supone más categoría.

Y de Miguel de Pablo sólo pudo brillar su ánimo y pundonor. No se arredró ante la escasa boyantía de sus novillos, dijo poco con su toreo bullanguero, pero no perdió nunca la cara.

El novillero Juan del Álamo frente a su segundo toro en la quinta jornada de San Isidro en las Ventas.
El novillero Juan del Álamo frente a su segundo toro en la quinta jornada de San Isidro en las Ventas.EFE

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