'La nana', una mirada a las interioridades oscuras del hogar
El multipremiado filme chileno fue finalista a los Globos de Oro y a los Independent Spirit
Ahí queda eso. Lo que ha logrado la chilena La nana es complicado que vuelva a repetirlo otra película: premio del Jurado en Sundance 2009 al mejor filme extranjero, finalista a los Globos de Oro, finalista a los Independent Spirit (los Oscar del cine indie), Colón de Oro en el certamen de Huelva -además de otros dos galardones en ese festival a la mejor actriz y al mejor director-... Pero ¿y el Oscar? ¿Qué pasó para que Chile no enviara a los Oscar a un filme que había hecho tamaña carrera, y más en EE UU, sino que prefirieran Dawson isla 10, de Miguel Littin? Sebastián Silva (Santiago de Chile, 1979), el guionista y director de La nana, tiene la espinita clavada.
Si es cierto que el cine chileno parece resurgir por los festivales, coincidiendo en certámenes de todo el mundo directores de generaciones tan diferentes como Miguel Littin, Andrés Wood o el mismo Silva, no está tan claro que entre ellos haya buenas relaciones. "En EE UU me ha ido muy bien. Los conflictos emocionales de los personajes han trascendido la anécdota de que fueran criadas y señores, y eso ha enganchado al público. Me decían que les sorprendía que no hubiera asesinatos ni locura, que en realidad me pegara a la realidad, al cambio psicológico. Y que fuera tan entretenida. ¿El Oscar? Mira, en Chile la candidata es escogida por un pequeño comité que lidera Andrés Wood [Machuca, La buena vida] y sus integrantes son de otra generación. Creen que el cine político tiene más oportunidades que el cine intimista. Perciben el cine de forma diferente, creen que filmes de mucha producción y estrellas deben ser la bandera del cine chileno... Se apresuraron en su decisión, no lo meditaron, no tomaron en cuenta el éxito de La nana en EE UU".
La nana describe el día a día de Raquel, una criada introvertida en la casa de una familia numerosa de clase alta chilena. Cuando su patrona contrata otra nana, Raquel le hará la vida imposible a ella y a la siguiente, hasta que la tercera criada que aparece, Lucy, le cambia la vida. ¿La nana es una película social, que describe las diferencias de clase en Chile, un filme centrado en el devenir de una persona o un largometraje de terror? Silva ríe y escoge: "La opción B. No es terror [sin embargo, la primera hora crea angustia en el patio de butacas] ni cine social. Sólo muestra lo que yo viví en casa de niño, cuando convivía con una criada de puertas adentro de mi casa". En los últimos años hemos visto en el cine hispanoamericano innumerables muestras de lo que es vivir dentro de una urbanización de alto lujo, con criadas y vigilantes armados, separados del mundo exterior: ahí están La zona, Parque vía, Las viudas de los jueves, Una semana solos... Son títulos mexicanos, chilenos, argentinos... ¿Por qué esta repetición del tema? "Probablemente porque quienes nos dedicamos al cine venimos de familias pudientes. Tienes que tener recursos. Aquí es muy muy común tener criadas en casa, mucho más que en España. Es muy orgánico mostrar qué te ha pasado. Yo, por ejemplo, he rodado en casa de mis padres. De pequeño me rebelaba contra las nanas porque eran figuras que imponían autoridad, y cuando crecí empecé a sentir culpa, porque era uno más de la familia que la tenía presa en la casa, era parte de los tiranos, hecho falso porque cobran, pero nadie te quita ese sentimiento". En EE UU, asegura Silva, a su película la miraban de manera extraña porque allí no hay tantos criados.
"Pocos lo reflejan en pantalla, salvo pijos como Wes Anderson. Cualquier cineasta que haya tenido sirvientes se hace raro que no reflejen eso, porque es muy potente como experiencia. Esas personas son miembros de la familia, y a la vez no lo son". Esa relación, ¿aleja o acerca a las clases sociales? "Depende mucho de cada familia y de su educación. Hice la película porque a pesar de las buenas intenciones entre empleador y empleada, las relaciones son muy ambiguas: surgen rasgos humanos, cariño, pero de fondo está el dinero. En Chile hay más de 500.000 nanas. No es un capricho de la sociedad, sino parte de nuestra idiosincrasia, del sistema". Por eso, sostiene Silva, su filme no es social, no quiere dar un mensaje político. "La estructura es de cuento de hadas: hay tres empleadas que van a confrontarse con Raquel. La primera, a través de la sumisión; la segunda, a través del enfrentamiento violento, y la tercera sufre los maltratos de Raquel, aunque no la juzga, sino que le muestra cariño. Eso rompe la barrera de Raquel, se abren sus emociones y entra aire en la película".
Silva tiene una vida curiosa, ávida de aventuras: ilustrador, se fue a Montreal a estudiar Animación y acabó vendiendo zapatos. "Y descubrí que lo que me atraía era escribir guiones, desarrollar historias". Pero a su vuelta a Chile no dio cancha a ese runrún, sino que se metió en diversos proyectos musicales, hasta que escribió su primer filme, La vida me mata (2007). "Cogí velocidad. Reconozco que me ha ido muy bien, porque no he parado. Tras el debut llegó La nana, ahora acabo de rodar Gatos viejos, y en cuanto acabe, me voy a Nueva York a preparar Second child, producido por Lee Daniels [Precious]". Para ser alguien a quien no le interesaba el cine, vaya éxito. "Es cierto. Ahora me voy a Nueva York a cerrar el reparto de Second child. Tengo que encontrar ochos niños que serán las estrellas de la película. Es un guión complicado, porque cuenta la historia de un niño homosexual de ocho años que busca afecto".
La nana se sostiene en el rostro y la fuerza de su protagonista, Catalina Saavedra, premiada en una decena de festivales. "Escribí el guión pensando en ella". En Gatos viejos, su nuevo filme, rodado como La nana en 15 días, aunque ha cambiado el video digital por el celuloide, Saavedra da vida a un personaje secundario, aunque jugoso. "Gatos viejos tiene mucho de ¿Quién teme a Virginia Woolf? y de ¿Qué fue de Baby Jane? La protagonista es una mujer mayor, que ha maltratado durante años a su hija [Claudia Celedón, la patrona en La nana], y que no quiere que ésta se entere de que empieza a sufrir senilidad. Y Saavedra encarna a la novia de la hija, porque el lesbianismo de la hija también provoca agrias disputas familiares". Por si quedaban dudas de que a Silva le van los temas complejos: "Yo vine a contar historias, nada más".
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