Un cómic serio y el Marruecos más urbano en la Seminci
Adán Aliaga y Manolo Martínez debutan en el festival de cine con 'Estigmas', junto al marroquí Lakhmari que presenta 'Casanegra'
El realizador Adán Aliaga y el atleta Manolo Martínez han debutado como director de ficción y actor respectivamente, con la película Estigmas, proyectada a concurso en la 54 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) junto a Casanegra, del marroquí Nour-Eddine Lakhmari.
El lanzador de peso y capitán de la selección española de atletismo, Manolo Martínez, se ha revelado como un actor de gran vigor expresivo en Estigmas, rodada en blanco y negro para respetar el espíritu de la novela gráfica de la cual procede, del guionista Claudio Piersanti y el dibujante Lorenzo Mattoti. "Me considero un auténtico novato, un intruso en esto del cine, pero me he encontrado muy a gusto y me he descubierto un punto artístico que estoy dispuesto a continuar si alguien piensa en mí para algún proyecto", ha manifestado a los periodistas tras la proyección. A sus 35 años y al borde de la retirada de su laureada trayectoria, este "devorador de cultura", como se ha definido, da vida a Bruno, el personaje central de una película.
Martínez, campeón del mundo en pista cubierta (Birmingham, 2003) y de Europa (Viena, 2002), sostiene todo el peso dramático del largometraje a través de un personaje tosco y en ocasiones vulgar, pero dotado de una profunda humanidad. "Me he sentido muy cómodo en este mundo y el rodaje ha resultado una experiencia a veces más intensa que la vivida en la alta competición", ha reflexionado este atleta que entre 1993 y 2008 ha participado en seis campeonatos del mundo y cuatro Juegos Olímpicos además de haber sido campeón absoluto de España en 31 ocasiones.
Estigmas narra la lucha de una persona marginal, ex presidiaria y adicta al alcohol, por alcanzar una vida normal, hasta que queda condicinada por la aparición de unas marcas en las manos por donde suda sangre.
En lo más profundo de Casablanca
También participa en la Sección Oficial Casanegra, de Nour-Eddine-Lakhmari, que muestra un Marruecos cuyas gentes padecen los mismos problemas que un ciudadano de Madrid u Oslo, con un lenguaje distinto del árabe clásico que intentan imponer los islamistas y con calles en las que están presentes el alcohol, las drogas y las prostitutas que los radicales quieren ocultar. La película narra la historia de dos buscavidas, Karim -Anas El Baz- y Adil -Omar Lofti-, que intentan salir adelante con negocios sucios, como la venta de tabaco ilegal o hacer encargos para mafiosos locales.
Todo ello dentro de la ciudad marroquí de Casablanca, a la que apodan Casanegra por la falta de oportunidades que les brinda y los problemas familiares y personales a los que se tienen que enfrentar dentro de ella. Lakhmari ha dicho, en rueda de prensa, que ha podido escribir esta película porque vive fuera de Marruecos -reside en Noruega hace más de 20 años-, y ello le ha hecho ver los problemas de ese país desde otra perspectiva a si residiera allí.
En la sección a concurso también se ha proyectado la danesa Lille soldat, donde la directora Anette K. Olesen desnuda las contradicciones y ausencia de soluciones del mundo desarrollado ante problemas como la prostitución que, en forma de redes, prácticamente esclavizan a las mujeres, africanas en el caso del filme. Olesen, en el nuevo giro que ha imprimido a su carrera desde 2001, después de varios documentales y trabajos para televisión, contrapone la doble visión de un negocio que proporciona pingües beneficios a costa de la explotación sexual de unas mujeres que, por otra parte, lo aceptan como mal menor ante la situación de sus países de origen, como queda patente en el largometraje. Para ello se vale de dos mujeres, una mujer soldado de elite que no encuentra su sitio en la sociedad civil y una prostituta de origen nigeriano que se niega a abandonar la prostitución de lujo. Ambas, a través de la relación que establecen durante la trama, ponen al descubiertos esas verdades enfrentadas, pero ocultan aunque se intuyen las cicatrices que laceran sus respectivas vidas privadas
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.