Sergio Rodríguez Blanco, premio Nacional Bellas Artes de Literatura de México
El ensayo del escritor hispano-mexicano analiza la belleza del cabello humano
La escritura es una mezcolanza de dolor y placer. Sufres y sufres hasta que la obra sale publicada. Así lo expresa Sergio Rodríguez Blanco al tiempo que imprime una dosis de calma a sus palabras. Pero entre esa pausa se revela la satisfacción por el trabajo bien hecho. Este escritor hispano-mexicano de 30 años ha ganado el Premio Nacional Bellas Artes de Literatura Luis Cardoza y Aragón para Crítica de Artes Plásticas 2009, el máximo reconocimiento que el Gobierno de la República otorga a intelectuales, investigadores, científicos, artistas y artesanos.
El parto del ensayo Alegorías capilares duró más de un año. Su inspiración surgió a partir de unos dibujos elaborados únicamente con cabello humano por el artista mexicano Gabriel de la Mora. "Su obra tiene un trasfondo perverso pero atrae a la vista porque es bello", enfatiza.
Su pasión por las Bellas Artes unida a su inquietud cultural le llevaron un día a visitar la Feria México Arte Contemporáneo. En ese momento exponía de la Mora, y el escritor Rodríguez Blanco quedó maravillado con la "limpieza y delicadeza" de su obra. "Se trata de un virtuoso de la técnica. Si no te acercas mucho al cuadro parece que es un dibujo hecho a mano. Paradójicamente, el pelo se ve como una materia inorgánica", describe el galardonado.
El artista mexicano, cuyo éxito comercial se ha extendido a Canadá, Estados Unidos y España, no sólo trabaja con cabello humano sino también con huesos. Incluso llegó a exhumar a su padre para construir una obra con su cráneo. Esa combinación "perversa" le suscitó un interés que finalizó con su ensayo premiado.
"España es mi madre, y México es mi mujer", relata el escritor que en 2001 decidió trasladar sus bártulos de Madrid al país norteamericano para echar el cierre a su licenciatura de periodismo. Un año antes había estudiado en Siena y fue entonces cuando le cogió el gusto a completar su formación fuera de España. Y México siempre le llamó la atención por su vasta cultura y sus artistas. También le sirvió de acicate El laberinto de la soledad de Octavio Paz. "Este país es un volcán de creatividad. Tenía ganas de vivir esa aventura", cuenta.
Lo que comenzó como el último episodio universitario se ha convertido en su pan de cada día. En los ocho años que lleva viviendo en México, su curriculum no ha parado de engordar a una velocidad de crucero. De alumno brillante ha pasado a enfundarse el traje de profesor en la Universidad Anáhuac México Norte. Rodríguez Blanco es un enamorado de las Bellas Artes, campo en el que terminó su maestría en 2008 y sobre el que versan la mayoría de sus escritos. Después de trabajar cuatro años como redactor de cultura en el periódico Reforma, ahora ya sólo colabora en el dominical Ángel. Es lo que en México llaman workoholic (adicto al trabajo). De hecho, admite que la inspiración le viene cuando más tareas tiene que afrontar. Y aún encuentra tiempo para rellenar páginas con sus ensayos.
Rodríguez Blanco tenía entre ceja y ceja escribir sobre la obra de Gabriel de la Mora, pero le faltaban medios. En su insaciable afán por completar su formación, logró una beca de un año destinada a jóvenes creadores que le permitió completar su anhelada obra.
Alegorías capilares es una mezcla de ensayo literario trufado con ingredientes periodísticos y reflexiones artísticas, según su autor. La obra aún no se ha publicado, requisito imprescindible para optar al galardón, aunque Rodríguez Blanco confía en que la repercusión del premio le ayude a completar su sueño de comercializar el texto. "Este reconocimiento supone una punta de lanza porque es una obligación de continuar publicando", asegura. Y su producción literaria no se detiene. Ya tiene perfilado otro ensayo que gira en torno a las obras de siete artistas mexicanos.
Tras emprender la aventura mexicana y comenzar a hacerse un nombre en el ámbito cultural, su reto es publicar en su España natal.
Babelia
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