La inmensa presencia de una diminuta mujer
La actriz Berta Riaza recibe el Premio Scaena en la inauguración del 55º Festival de Teatro de Mérida
Berta Riaza bajaba la cabeza, se escondía el rostro entre las manos y los ojos se le volvían brillantes, vivos, llenos de agradecimiento. Fue uno de los momentos más emocionantes que ha vivido el Teatro Romano de Romano en su nueva etapa de existencia que inicó en 1933 con Margarita Xirgu y su mítica Medea en versión de Unamuno. Ocurrió mientras la actriz recibía el Premio Scaena, en su tercera edición, que concede el Festival de Teatro de Mérida, cuya 55 edición se inauguró anoche en un acto en el que la diminuta figura de Berta Riaza llenó con su inmensa presencia, con sus palabras claras, precisas, conmovedoras, impresionantes: "Estoy acabando mi vida, soy muy vieja, ya no trabajo casi, porque no tengo más que muchos amigos que me aman", dijo en un momento de lucidez, antes de recibir el galardón de manos de su amigo Miguel Narros, quien la ha dirigido en muchas ocasiones a lo largo de sus más de sesenta años de oficio y su medio siglo de presencia en el escenario, ya que este año se cumplen los 50 años de su participación en La Orestiada. Ella logró aguantar sin llorar, pero entre los espectadores sí hubo muchas lágrimas, sobre todo entre los que la conocían. Sobre todo entre los que pensaban si esa sería la última vez que Berta, a sus 82 años, recibía una gran ovación con el público puesto en pie vitoreándola. Fue al terminar de proyectarse en dos grandes pantallas un pequeño recorrido de la vida de la actriz que ha realizado el Centro de documentación.
El Festival de Mérida, tal y como comentó anoche su director Francisco Suárez, creó el Premio Scaena para reconocer el trabajo a favor del teatro de grandes profesionales, como el nobel italiano Dario Fo y el experto y crítico José Monleón, anteriores poseedores de este galardón.
La inauguración estuvo arropada por muchos profesionales de las artes escénicas que participarán en esta muestra como Blanca Portillo, Julieta Serrano, Miguel Narros, Celestino Aranda, Tamzin Townsend, Asier Etxeandía, Georges Lavaudant, Alberto Jiménez, Francisco Pena. Y otros ligados de una manera u otra a esta muestra como Félix Grande, Lucía Dominguín, Alberto Amarilla, Carlos Tristancho, Maruchi León.... Y una amplia representación, la más alta, de responsables de políticas teatrales encabezada por la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, el presidente de la Junta de Extremadura, Guilermo Fernández Vara, el director del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, Félix Palomero y el alcalde de Mérida, Ángel Calle.
En el mismo acto de inauguración Suárez presentó sucintamente la programación de la 55ª edición del Festival de Mérida en la que participarán grandes profesionales de diferentes países como Georges Lavaudant, Lola Greco, Andrea D'Odorico, Andrés Lima y su grupo Animalario, Tamzin Towsend, Tomaz Pandur, Eusebio Poncela, Ángel Corella, Rafael Álvarez El Brujo, Enrique Morente y Rosa Novell, entre otros.
La noche se completó con un concierto extraordinario de la Orquesta de Extremadura en colaboración con la Orquesta Joven de Extremadura, dirigida por Jesús Amigo que interpretaron la Sinfonía nº 1 en Re M Titán de Gustav Mahler y el estreno absoluto de El rapto de Proserpina<7i>, un espectáculo basado en Las metamorfosis y Los fastos de Ovidio, interpretado por la compañía Xarxa Teatre cuyas máscaras y grandes muñoqueto, realizadas por el artista plástico Juan Ripollés, poseen una gran fuerza, (similar a la que encontramos en los antiguos trabajos de Claca Teatre con Joan Miró), al igual que la aportación pirotécnica de este espectáculo, que por lo demás no tuvo brillantez en su dramaturgia, concepción e interpretación.
Cabe preguntarse una vez más y por segunda vez, ya que hasta el año pasado no se daban estas ambiciosas galas de inauguración ajenas a la programación básica del festival, si es necesario ofrecer una noche escénica (el concierto queda exento del comentario) tan alejada de la excelencia a la que el festival acostumbra en mayor o menor medida a lo largo de programación que este año se alarga hasta el 30 de agosto.
Una vida de teatro
Berta Riaza nació en Madrid en 1927. Durante sus años de formación en el Conservatorio, fue alumna de Carmen Seco. Poco después, recibió el premio Lucrecia Arana, y al poco tiempo se incorporaría a la compañía de los Teatros Nacionales, María Guerrero y Español. En estos teatros trabajó con Luis Escobar y Huberto Pérez de la Ossa (Historias de una casa, de J. Calvo Sotelo; Alberto, de J. López Rubio, En la ardiente oscuridad, de Buero Vallejo, etcétera.); José Tamayo (Diálogos de Carmelitas, de Bernanos; Las brujas de Salem, de A. Miller; El diario de Ana Frank, etc.); José Luis Alonso (El jardín de los cerezos y Las tres hermanas, de Chéjov; etc.); Miguel Narros (Numancia, de Cervantes; El rufián Castrucho, de Lope de Vega, etc.). Durante estos años compaginó su trabajo en el teatro con la televisión, donde fue una de las primeras actrices de Estudio 1.
A lo largo de la transición y durante la democracia, siguió colaborando de forma continuada en el Centro Dramático Nacional, con José Carlos Plaza (Comedias Bárbaras, de Valle-Inclán; El jardín de los cerezos) y Miguel Narros (El yermo de las almas, de Valle-Inclán), directores con los que ha trabajado en múltiples ocasiones.
Entre los galardones que ha obtenido a lo largo de su carrera, destacan el Nacional de Teatro (1992), que compartió con Manuel de Blas, y el Premio Mayte de Teatro, por su interpretación en Las mujeres sabias, de Molière (1999).
En total su trayectoria se extiende a lo largo de cerca de noventa obras estrenadas.
Ahora se cumple medio siglo de su primer trabajo en el Festival de Mérida: La Orestiada, de Esquilo, a las órdenes de José Tamayo en 1959, que repitió al año siguiente. Más adelante, Edipo, Numancia, Retablo jovial, hasta regresar a La Orestiada en 1990 y finalizar su idilio con Mérida con Mujeres de la guerra: las troyanas en 1994.
Babelia
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