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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Te echaremos de menos, chico triste y solitario

Antonio Vega, autor de 'Chica de ayer' y otros éxitos, fue el mejor compositor del pop español

Llevaba toda la vida muriéndose y nadie se lo creía. Siempre estaba ahí, en la reunificación de Nacha Pop, en los discos de sus amigos, en homenajes de otros o para él, o en esas noches entre semana, solitarias y frías, en la sala Clamores de un Madrid que creció con él. Con su guitarra y su mirada escurridiza, veías que la vida se cebaba con Antonio un día sí y otro también, pero su música, su alma, ofrecía siempre la promesa de un lugar mejor, un sitio humano y eterno fuera de las drogas y los problemas, donde solo los sueños se hacen realidad. Era como una leyenda urbana, pero hoy la realidad ha pegado con toda su mala leche, con toda su insoportable verdad y crudeza. Antonio Vega, el autor de Chica de ayer, la canción de la movida, la de la generación del cambio y la democracia en España, se ha ido para siempre.

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Javier Marías, colaborador de EL PAÍS, escribió una vez que los años ochenta en Madrid fueron un recreo merecido tras los sobresaltos de la transición, pero demasiado prolongado y tal vez estéril. Antonio Vega le dio a la movida madrileña un espíritu conmovedor, y elevó lo que fue un estallido cultural y social a un espacio personal. Es por eso que sus canciones han resistido el paso del tiempo mejor que ninguna de aquellos años. Muchos músicos en este país lo captaron y en los últimos años se hizo justicia con él. Se le puso a la categoría que le correspondía. Eran varias las canciones versionadas y los discos que le rendían tributo. Antonio Vega simplemente ha sido el mejor compositor de la historia del pop español.

Este redactor lloró con una canción por primera vez escuchando Chica de ayer. No fui el único. Por supuesto que no. Tampoco fue el único tema que podía romperte en pedazos y reconstruirte. Ahí están Lucha de Gigantes, Una Décima de Segundo, Se Dejaba Llevar por ti, El sitio de mi recreo o Estaciones. Como la ciencia misma, en lo mejor de su arte todo caos alumbraba siempre una estrella.

En este país, le debemos la melancolía. Ningún artista ha sabido expresar con tal economía de medios y acierto el poder redentor de la levedad del ser humano, de las relaciones de pareja o de los trenes que pasan sin avisar. La vida en estado puro. Cotidianidad y humanidad que revelaban a un músico con la varita de la genialidad.

Arte que se tocaba con las manos a finales de los setenta y buena parte de los ochenta al frente de Nacha Pop, junto con Nacho García Vega, Carlos Brooking y Ñete. Pero luego también en solitario en los noventa con trabajos delicados y bellísimos, perfeccionados hasta el detalle que le hicieron poco prolífico, como Océano de sol, Anatomía de una ola o De un lugar perdido. Incluso 3000 horas con Marga, ese homenaje de amor declarado y deprimido a la desaparecida Margarita del Río, su pareja, contienen momentos mágicos como ese Pasa el otoño.

Antonio nunca supo de modas ni tendencias. Antonio solo sabía de sí mismo, de sus fantasmas y el poder de escuchar a sus sentimientos. La sensibilidad estaba por encima de todo. Era la nota característica de su música. Con ella se podía ver llover, pasear por parques con hojas en el suelo o reír amargamente en complicidad cuando el mundo iba más deprisa que nosotros.

Superviviente y maldito. Chico triste y solitario. Te echaremos de menos. La música no será lo mismo en España sin ti. Chica de ayer fue votada en su día como la mejor canción española. Era un himno. Esa chica, querido Antonio, fue el sueño de todos nosotros. "Un día cualquiera no sabes que hora es / te acuestas a mi lado sin saber por qué / las calles mojadas te han visto crecer / y tú en tu corazón estás llorando otra vez / me asomo a la ventana eres la chica de ayer / jugando con las flores de mi jardín / demasiado tarde para comprender / chica vete a tu casa no podemos jugar". Te has ganado el recreo. Adiós para siempre, con el corazón en lágrimas.

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