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De la Iglesia: "Estamos inundados de corrección política"

El cineasta bilbaíno celebra la reedición de su novela, 'Payasos en la lavadora', diez años después

Hace diez años, Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) publicó su primera, y hasta ahora única, novela, Payasos en la lavadora. El poeta maldito Satrústegi, su lisérgico y neurasténico protagonista, vivía una Semana Grande bilbaína a un ritmo alucinógeno que dejaba en mojigatos a los protagonistas de Miedo y asco en Las Vegas. Basura, katxis, Los Cuatro Fantásticos, cucarachas, autobuses ardiendo y toda la fauna que De la Iglesia conocía de su ciudad natal circulaban por un libro que acaba de reeditarse.

"El mundo en el que yo vivía disfrutaba de la confortabilidad de lo salvaje. Todos los fines de semana había guerra con el folclore propio: quema de cajeros y autobuses, carreras delante de la policía... Era parte de la fiesta de vivir en Bilbao". De la Iglesia se ríe de que la editorial asegure que el libro mezcla cultura pop y alta filosofía. "Es de una pedantería de la hostia". Sin embargo, en las páginas de Payasos en la lavadora se leen frases como "La emoción es ese sentimiento exquisito de plenitud que se siente al descubrir algo"; "¿Qué es el ser? El ser es una hostia que te arranca los dientes", o, ya en pleno abismo mental de Satrústegi, "Es difícil ser humano cuando se ha sido Estela Plateada". Su autor la recuerda entre risas, "aquel clima de El Bosco", aunque más serio echa de menos la verdad de aquellos tiempos: "Estamos inundados de corrección política. En el libro hablo del ascopena, y ahora me da ascopena la mezquindad y el cinismo de los que me manejan el cotarro, el triunfo de las ganas que te respeten mientras pisas al otro".

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"Había olvidado que mi abuela prendía fuego a su piso y paseaba desnuda"

Hace diez años, el cineasta volcó sus vivencias: habló de su abuela que prendía fuego a su casa y paseaba desnuda, de los tarros de purrusalda que le llevaba por orden de su madre, de las montañas de basura que llegaban hasta los segundos pisos cuando una huelga de basureros coincidió con la Semana Grande -"una fiesta que era como la de Pamplona, pero sin toros y con policías"-... Y sin embargo, hoy, su mayor ilusión es "compartir mi confusión con los demás". Porque como insiste el cineasta, "ya no soy tanto Satrústegi, ni tengo tanto odio acumulado, pero no reniego de él". De la Iglesia asegura que se ha vuelto más hipócrita; no tocar ni una línea de Payasos en la lavadora para la reedición le desmiente. Bien por su Satrústegi interior.

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