Katherine Neville concluye la partida de ajedrez 20 años después
La novelista cierra la trama del 'long seller' 'El ocho' con la novela 'El fuego'
Katherine Neville (St Louis, Misuri, Estados Unidos, 1945) mueve ficha veinte años después del long seller El ocho, un thriller de conspiraciones con la que inició un partida de ajedrez que concluye ahora con El fuego (Plaza y Janés), que se abre con la defensa india de la Reina negra. Neville escenificó ayer la presentación de la secuela de El Ocho en España con una partida de ajedrez en la que se enfrentó a David Lariño, campeón de España de este juego, al que -afirma con ironía- ganó porque inició la partida con la defensa india del Rey, lo cual le dio ventaja al conocer de antemano esa jugada.
En una entrevista hoy con EFE, la escritora estadounidense recuerda que mientras que El Ocho comenzaba con la defensa india del Rey, El Fuego se inicia con la defensa india de la Reina negra, y su protagonista, Alexandra Solarin, gana la partida gracias a un inesperado y sorprendente movimiento final, táctica habitual en este juego milenario con características de ciencia y deporte. Neville, que se define como "pésima jugadora" de ajedrez, un juego que aprendió ya de mayor y cuyo principal objetivo, según el libro, es obtener el poder, aprendió la jugada con la que se inicia El Fuego de Susan Polgar, campeona de ajedrez femenino del mundo.
La continuación de El Ocho se le ha resistido a su autora durante dieciséis años, ya que aunque la quiso iniciar en 1992 cada vez que trataba de empezar a escribir "algo interrumpía la historia", hasta que comprendió, durante los atentados del 11-S en EE UU, que "no estaba escribiendo el libro que quería", por lo que decidió guardarlo durante un año en un cajón.
"Uno no puede escribir la continuación de un libro que trataba sobre la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), los árabes, Oriente Medio y el Islám "cuando todo está sucediendo de nuevo", y señala que cuando retomó el libro descubrió, gracias a una serie de hechos inesperados, "que una de las razones por las cuales el libro no quería ser escrito era porque los acontecimintos que se producen en El Fuego todavía no habían ocurrido".
El ajedrez de Carlomagno
Catherine Neville está absolutamente convencida de que sus libros encuentran el modo de decidir "cuándo quieren ser escritos" y la "pobre" autora -añade- lo único que tiene que hacer es seguir sus deseos. Esta máxima que rige toda su trayectoria como escritora, en su opinión, se cumple también en El Fuego, en el que aparecen las piezas del legendario, mítico y mágico ajedrez de Carlomagno enterradas en un lugar secreto por los padres de la protagonista y para cuyo descubrimiento deberá viajar desde Colorado hasta las lejanas tierras de Rusia y al mismo corazón de Washington.
Según Neville, en El Ocho tenía hasta cinco posibles finales para las piezas del famoso ajedrez de Montglane, aunque fue el editor jefe quien decidió que se enterrasen en un lugar secreto "por si algún día nos decidíamos a desenterrarlas", pero si éste hubiera decidido destruirlas "entonces no habría habido ninguna continuación".
Juego rápido
Aunque la técnica literaria seguida en El Fuego es la misma que la de su antecesor, la de los relatos persas, de historias entretejidas dentro de otras historias, según su autora en el libro actual el ritmo es mucho mayor que en el primero. "Si tuviera que compararlos en términos ajedrecísticos diría que El Ocho fue una partida de ajedrez compleja y difícil", como las tantas veces disputadas por Kárpov y Kaspárov, mientras que El Fuego se parece mucho más a un juego rápido", como el jugado por Susan Polgar.
En su opinión, la continuación de El Ocho es "mucho más emocionante" y probablemente pueda ser entendido por más gente, según Neville, por la mayor facilidad que existe ahora, fundamentalente gracias a Internet, de procesar grandes cantidades de información de forma rápida.
Neville se muestra convencida de que si el libro anterior fue un éxito mundial, el actual tiene "una base muy sólida" de personas dispuestas a saber cómo continúa la partida inconclusa que -añade- no da por terminada definitivamente, ya que los personajes "me gustan mucho y siempre tengo la sensación de que ellos no han terminado conmigo".
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