Gitanerías de Falla
Esperanza Fernández pone su voz flamenca al 'Amor brujo' en Sevilla
Gitanerías fue el título de la primera versión del Amor brujo del compositor gaditano Manuel de Falla, que escribió para la bailaora Pastora Imperio. Y gitano, en la voz de la cantaora de Triana Esperanza Fernández que interpretó las canciones cortas escritas en la obra para una voz de mezzo soprano, se presentó anoche en el Teatro de la Maestranza junto a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, dirigida por Juan Luis Pérez, dentro de la programación de la Bienal de Flamenco de Sevilla. Se recuperó, así la versión musical de una obra bailada por muchos (la última, Lola Greco, con coreografía de Rafael Amargo, en Madrid) y que tuvo su mayor repercusión en los pies de Antonio Gades, inmortalizado para siempre en la lente de Carlos Saura.
Esperanza Fernández salió al escenario solemne, de negro riguroso y con mantilla sobre los hombros. Cantó con voz profunda, perfecta en su diálogo con la orquesta, añadiendo intensidad conforme iba cantando. Nada extraño, no sólo por la calidad de voz de la cantaora, sino porque conoce la obra perfectamente. La ha interpretado en numerosas ocasiones, y la ha grabado tres: con la Orquesta Joven de Andalucía, con la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña y con la Orquesta Nacional de España. Anoche llenó el teatro con sus giros de voz, más libres en La danza del juego del amor, que fue la última de sus intervenciones y en la que la Fernández decidió echar el resto. También con los pasajes recitados, en los que Esperanza supo poner dramatismo, cuidando la intensidad y acompañando su interpretación con el gesto adecuado.
Era la segunda colaboración de la Sinfónica de Sevilla con la Bienal, después de que los días 11 y 12 de este mismo mes la orquesta se hiciera acompañar de José Mercé para interpretar otra obra de Falla, La vida breve. Anoche el teatro no presentaba tanto público, que recibió la propina de un martinete cantado por Esperanza Fernández como cierre.
Para acompañar a Falla se presentó un primer acto que el público recibió de manera un poco fría. La oración del torero de Joaquín Turina, una variación del Fandango para ocho violoncellos, compuesta por Antonio Soler pero recreada en la versión de Cristóbal Halftter y Taqsim, de José María Sánchez Verdú. El director de la orquesta, antes de interpretar esta última, quiso explicar su origen, en las interpretaciones instrumentales libres de música árabe, cuya conexión con el flamenco no quedó del todo clara, ni tampoco la relación con las demás obras interpretadas anoche.
Babelia
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