Agnés Varda por Agnés Varda
La realizadora belga presenta en la Mostra de Venecia un documental sobre su trayectoria artística
La polifacética artista belga Agnès Varda deslumbró hoy fuera de concurso en la Mostra de Venecia con Les plages d'Agnès, mucho más que un documental sobre su propia trayectoria vital en el que, por encima de su pericia para crear cine, emociona su saber hacer para la vida.
A sus 80 años, Varda se ha celebrado a sí misma en su última película, culminando la etapa documental que, gracias a títulos como Los espigadores y la espigadora (2000), le ha restituido un prestigio internacional que se inició en los tiempos de la "nouvelle vague".
En aquella película extraía la belleza a los desperdicios de la sociedad capitalista y ahora, con el mismo mimo por el detalle y esa mirada que se dispersa hacia la fotografía, el cine y el videoarte, se estudia a sí misma con admirable brillantez y, sobre todo, auténtica emoción.
"Soy cineasta y no veo por qué no puedo usar el medio que amor para mí misma. No sólo he buscado una estructura de autorretrato en la película, sino también una crónica de mi tiempo", reconoció hoy en rueda de prensa.
Y así, la película pasea por Bélgica, Francia, China, Cuba y Estados Unidos, se encuentra con el arte de Picasso, con el cine de Alain Resnais y Jean-Luc Godard, con la Segunda Guerra Mundial, Fidel Castro y el movimiento feminista, y, desde luego, con el amor del cineasta Jaques Demy, con el que compartió 32 años de su vida.
"La pareja es una idea muy bella y nosotros la vivimos a nuestra manera", resumió. Y así, capta el proceso del amor hasta la muerte en 1990 del director de Los paraguas de Cherburgo (1964), con el que tuvo al segundo de sus hijos, Mathieu.
Varda es, como demuestra en el documental, más partidaria del amor que de la política. "Soy de izquierdas, pero creo que los ideales los podemos aplicar, compartir y disfrutar todos los días, sin necesidad de afiliarse a ningún colectivo".
Su película es una apuesta por las personas por separado. "Si abres a la gente en dos encuentras un paisaje. Si me abro a mí, encuentro una playa", dice en la primera secuencia de Les plages d' Agnès.
Y así se abre a una concatenación de momentos mágicos creados y vividos por su autora que escapan a cualquier demostración de optimismo insostenible, sino que crean un manifiesto de aceptación y optimización de las posibilidades de cada uno.
"Las playas son el paisaje más perfecto del mundo. No creo que la vida sea una subida hacia una cumbre, sino que creo en la horizontalidad, en la observación de unas vistas sin interrupción", aseguró. Agnès Varda, que accedió al éxito con Cleo de 5 a 7 (1961), lena de arena espejos, ordenadores y trapecistas y diseña un documental complejo que "deja las cosas suceder", pero que también busca su voz propia.
"Hacer esta película ha sido la labor de un pájaro que coge hojas que han caído de varios árboles para hacer su nido", explicó, y tampoco dudó en reconocer que "tenía miedo de ser demasiado presuntuosa" al centrar Les plages d''Agnès en sí misma.
Varda, que ganó el León de Oro en 1985 con Vagabond. Sin techo ni ley, ya había aparecido de manera colateral en otros de sus documentales, pero ahora era el momento de hacer balance vital: "Soy más vieja que hace diez años y no tengo claro que pueda hacer esto dentro de diez más. No tengo tanta energía como (Manoel de) Oliveira", reconoció en alusión al cineasta portugués, que este año cumple 100 años.
Así que se sumergió en este trabajo "largo de rodar y largo de montar" hasta conseguir esa sensación de "cadáver exquisito" al estilo surrealista, en el que piezas distintas dan como resultado una pieza insólita, vitalista y hermosa. "Es el retrato de una mujer que está envejeciendo, no de una mujer que va a morir", sentenció.
Babelia
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