Springsteen recupera su vieja gramola
El 'Boss' y la E Street Band siguen en forma y vuelven a interpretar algunos de los temas más clásicos y solicitados por los fans durante la gira que les trae por España
Fue un hito en la historia de la prensa estadounidense que un músico fuera portada en la misma semana de las revistas Time y Newsweek. Era el año 1975 y un tal Bruce Springsteen, de 26 años, se subía al tren de la fama, del que no se bajaría desde entonces. Dentro de las páginas de Time se podía leer que la virtud de aquel cantante con pintas de merodeador urbano, que según el texto no había inventado "nada nuevo", se hallaba en "su capacidad para llenar las canciones de ecos de Sam Cooke, Elvis Presley, Chuck Berry, Roy Orbison, Buddy Holly, Bob Dylan, Van Morrison y The Band filtrados entre sus elaboradas fantasías". Aquello sonaba a gloria bendita en una década de soñolientos arreglos progresivos y dinosaurios sobre el escenario. Y era cierto: nacía un fenómeno mediático, y más aún un artista inconmensurable.
Estados Unidos encontraba lo que muchos críticos llamaron "la gran esperanza del rock'n'roll". Hoy, más de 30 años después, la esperanza se ha convertido en certeza y Springsteen acapara todas las portadas de las publicaciones más diversas a lo largo y ancho del planeta. Su solo nombre en cualquier país es sinónimo de éxito de recaudación para cualquier promotor, su sola presencia sobre el escenario convence a fieles y extraños, a jóvenes y mayores, a inocentes y descreídos. Desde que publicó su primer disco en 1972 no ha hecho otra cosa que sumar público con el paso de los años. Es habitual que en España llene allí donde toca, pero esta vez se ha superado al agotar las entradas (o al menos eso dijeron sus promotores antes de volver a sacar a la venta otro cupo hace unos días) para sus conciertos en los estadios de Anoeta, Santiago Bernabéu y Camp Nou, este último por dos noches seguidas.
Tras los atentados del 11-S, y con el disco The Rising en las tiendas, el músico de Nueva Jersey incorporó una generación de nuevos oyentes, mientras la gran mayoría de la masa que arrastraba de los ochenta seguía comprando sus discos y acudiendo a sus conciertos. Con Magic, lo más reciente de su obra, ha llegado a calar en la escena indie, que no se caracteriza por dar oportunidades al pasado. Y el último en reconocerse fan, tal vez con cierto ojo electoralista, es el candidato demócrata para la Casa Blanca, Barack Obama, que aseguró a la revista Rolling Stone que Springsteen estaba en lo más alto de sus preferencias por ser "fiel a sus orígenes". Un fan simbólico, sin duda, por lo que representa y porque no es El Jefe un músico con seguidores en la comunidad negra.
Viaje al corazón del rock
Los orígenes son el pilar fundamental de su obra. Springsteen, cuya vida cambió de chaval cuando vio cantar a Elvis Presley en la pantalla de un televisor en blanco y negro, ha conducido su carrera artística siempre mirando por el retrovisor. Se decía a mediados de los setenta y todavía se puede decir: ofrece un recorrido personalísimo, apasionado, real y desbordante hacia el corazón mismo del rock'n'roll norteamericano. Si bien sus últimos discos reflejan la madurez propia de un artista cercano a los 60 años, alejada de la monumental épica de un músico que en sus años de juventud vivió obsesionado con el mito del rock como si de un Robert de Niro se tratase en Taxi Driver, callejeando de noche en busca un halo de vida por la ciudad, son sus directos los que todavía enlazan en quinta marcha con sus orígenes.
En esta gira, la Magic Tour 2008, ha decidido sacar a relucir su repertorio primigenio. La mejor noticia para sus seguidores más incondicionales. De alguna manera, los fans también están protagonizando los conciertos. Bruce ya ha pasado por algunas ciudades europeas y cada noche el cantante no se corta en atender peticiones del respetable. Los que ya le han visto al menos una docena de veces, más de lo que cualquier curioso pueda llegar a imaginar que haría alguien por un músico, piden con pancartas, en letras grandes y bien visibles, aquellos temas más ocultos de su cancionero. Y el músico estadounidense, aparte de repescar por cuenta propia canciones antiguas, no defrauda.
Springsteen ha decidido prestar atención a sus primeros discos y, junto con la infatigable E Street Band, su banda de toda la vida, recupera canciones que hacía lustros no se oían en un escenario. En Goteborg, Suecia, tocó para sorpresa de todos Drive All Night, perteneciente a The River (1980). La última vez que se escuchó en directo esta estremecedora historia de un hombre que conduce toda la noche por llevar unos zapatos a su novia fue en 1982. Sucede parecido con Point Blank, del mismo disco, que dejó de tocarse a principios de los ochenta. Pocos llantos cortan la respiración como este tema de intensidad creciente, que llora de rabia sobre el colchón que ofrece el órgano. Por desgracia, no estará Danny Fedirici, el organista de la E Street Band, muerto de cáncer y al que sustituye Charles Giordano, de la Seeger Sessions Band. De Fedirici era más que ninguna 4th of July, Asbury Park (Sandy), que se ha interpretado en esta gira.
Repertorio festivo
Con una E Street Band sin Patti Scialfa, que se ha quedado en casa, Springsteen también se ha sumergido en la parte más refrescante de su repertorio. Sherry Darling, Spirit In The Night y Rosalita (Come Out Tonight), todas himnos festivos, han caído en algún concierto. No se quedan atrás las pistas que recupera de su fantástico álbum de rarezas, Tracks (1998). No hay cuerpo que resista zambullirse en las envolventes Thundercrack, So Young and In Love o Rendezvous. Forman parte de la gramola particular de Springsteen, uno de los mayores talladores de sonidos originales del rock que ha dado la historia. Su jukebox luce nueva como en un diner de película de los cincuenta cuando aborda composiciones propias como éstas o Be True, Loose Ends y Janey Don't You Lose Heart, que también se han tocado.
Pero algunos seguidores quieren más y le han llegado a pedir directamente clásicos de aquella época de grandes cadillacs, que el músico de Nueva Jersey ya recuperó como nadie en los setenta y ochenta en conciertos incendiarios. Summertime Blues, Seven Nights to Rock, Detroit Medley y Twist and Shout se cuelan de nuevo en las actuaciones de Bruce y la E Street Band.
Partiendo de Eddie Cochran hasta llegar a él mismo, Springsteen no tiene reparo en jugar a su edad y en la misma cima de la montaña consigo y su historia. En un nuevo, o tal vez más fuerte, brote de adolescencia musical, llega a España con su Fender al hombro y el resto de compañeros de viaje dispuestos a quemar cartuchos. Y esta vez la gramola de Springsteen está que echa chispas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.