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El Bejart Ballet estrena su 'Zarathoustra' en el Teatro Real

El grupo del fallecido coreógrafo escenifica una obra que une a Nietzsche, Wagner y Beethoven

El Béjart Ballet Lausanne debutará hoy en el Teatro Real de Madrid con la coreografía Zarathoustra: Le chant de La Danse, una de las últimas creaciones del recientemente desaparecido Maurice Béjart, que supone el estreno en España de esta pieza de la que la compañía, dirigida artísticamente ahora por Gil Roman, ofrecerá cinco funciones a partir de mañana.

En este trabajo se unen varias obsesiones del prestigioso coreógrafo francés, desde el propio personaje ideado por Nietzsche hasta los compositores que conforman la banda sonora: Wagner, Beethoven o Bach, entre otros, todos ellos constantes en la obra de Béjart.

Tal y como recordó Antonio Moral, director artístico del coliseo madrileño, la compañía de Béjart es "mítica" en el mundo de la danza contemporánea. Algunas de sus creaciones ya se han visto en el Teatro Real a cargo del Ballet de la Scala de Milán y de Víctor Ullate, quien realizó un monográfico sobre la obra del que fuera su maestro. Sin embargo, éste será la primera vez que baile la compañía en este escenario "con un espectáculo nuevo que recoge la trayectoria de esta formación pero también las claves que determinan su momento actual", dijo Moral, quien agregó que

con este programa el Teatro Real pretende "rendir homenaje al arte inmenso" de Béjart.

Un himno a la danza

Gil Roman explicó que 'Zarathoustra' supone "50 años de intercambio con la literatura de Nietzsche", con quien Béjart tuvo un "diálogo continuo que le nutrió durante años", aunque reconoció que fue una "relación complicada". En opinión del bailarín y coreógrafo, este espectáculo es "un himno a la danza".

Asimismo, Roman recordó que Béjart partía de la base de que la danza era "libertad", "un arte que comunica con el cuerpo y que está cercano a la idea de Nietzsche de destruirse para construirse cada día".

Si hay algo en común en las coreografías de Maurice Béjart son temas como el viaje y la muerte, "un paso obligado pero nunca triste" -dijo Roman-. "Lo que cambia cada pieza es el dinamismo que le imprimen las diferentes músicas", apostilló.

En este sentido, añadió que para Béjart "la única manera de

comprender es haciendo y la danza es el camino del conocimiento. El conocimiento se hace a través del viaje y busca la unidad a través del cuerpo", señaló.

No anclarse en el pasado

Respecto al futuro de la compañía ahora que Béjart ya no está, Gil Roman recordó que él ha pasado 30 años de su vida al lado del coreógrafo francés y que lo que el Ballet va a hacer es "seguir creando y no mirar atrás", algo que les enseñó su maestro. "No deseamos conservarnos en naftalina sino que daremos vida a nuevos espectáculos y continuaremos enseñando al público las 200 perlas de nuestro repertorio", insistió.

Para Roman, precisamente el peligro está en "quedarse encerrados en el pasado". "Béjart estuvo creando hasta el último día y nosotros somos jóvenes y tenemos ganas de seguir haciendo cosas nuevas, que se vea que la compañía es algo vivo y de ahora", manifestó.

Respecto a los derechos sobre las coreografías de Béjart, Gil Roman recordó que él mismo preside una Fundación privada que es la que tiene todos esos derechos de las obras del francés y que la compañía es el instrumento de esta institución para representarlas. "Si alguien quiere tener derechos de autor tendrá que solicitarlos a la Fundación", aseveró.

Consejos y libertad

Entre los bailarines de la compañía se encuentra Elisabet Ros, que durante algunos años formó parte del desaparecido Ballet de Zaragoza y que lleva ya once años en la compañía de Béjart. "Trabajar junto a él ha sido muy importante para mí por su conocimiento tan amplio que me ha abierto horizontes y me ha permitido madurar mucho como intérprete", dijo la artista.

Muy joven entró también Julien Favreau quien reconoció que estar junto a un mito de la danza "no ha sido terrible pero tampoco fácil". "Con él no se hacía ballet sino danza. Iba siempre más allá y pedía que se interpretasen los personajes. Nos daba consejos y también libertad para encarnarlos", afirmó.

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