La última trovadora folk de Nueva York
La cantautora Dayna Kurtz, de gira por España, se ha convertido en una artista de culto en Europa gracias a su música inclasificable e íntegra
A finales de los años noventa, Dayna Kurtz y Norah Jones eran dos cantantes desconocidas que compartían escenario en el Living Room, uno de esos tantos locales neoyorkinos con conciertos todos los días donde las promesas defienden su cancionero ante un público despistado y exigente a partes iguales. Pero, muchos años después de aquellas noches en las profundidades del Lower East, los caminos de estas dos amigas han tomado direcciones muy distintas. Norah Jones ha pasado a ser una superventas mundial, capaz de llenar el Madison Square Garden con su sola presencia, mientras que Dayna Kurtz, sin más acompañamiento que una guitarra, continúa acercándose alguna semana que otra al Living Room y pasea sus canciones por pequeños clubs de jazz y bares de segunda fila.
No dista mucho el escenario del Living Room con el de la sala Clamores de Madrid, donde Dayna Kurtz ha tocado ante una audiencia entregada en su gira que la ha traído por España. "Me encanta este país y los contrastes de gente que tiene de vivir en el norte o en el sur, un poco como en Estados Unidos", señala Kurtz, que no para de recibir elogios de la crítica especializada desde que debutó en el 2000 con Otherwise Luscious Life.
Sin embargo, bien es cierto que aún conserva la etiqueta de desconocida, al menos para el gran público y la industria discográfica, aunque hay que referirse a ella como una artista de un talento prodigioso. Los primeros en apuntarlo fueron sus propios compañeros de profesión, que la eligieron mejor compositora americana en 1997, cuando todavía no había publicado ningún disco pero se había pateado Estados Unidos de costa a costa al volante de una vieja furgoneta. Luego, el apoyo vino de la propia Norah Jones, que en una entrevista aseguró que aprendió mucho de lo que sabe sobre música de su amiga Dayna. Y, finalmente, el público europeo, que sin ser muy numeroso empezó a acudir fiel a las citas musicales de esta mujer por todo el continente hasta el punto de convertirla en una verdadera artista de culto.
"No me preocupa la fama. Lo único que me interesa es mi música, tocarla en directo y conectar con el público", asegura la cantante. Pese a no ocupar portadas en las revistas, Dayna Kurtz, residente en Brooklyn y trovadora del Greenwich Village, mantiene viva la llama del folk neoyorkino, que antes tuvo representantes de renombre como Woody Guthrie, Bob Dylan, Joan Baez o Paul Simon. Aún con todo, en Estados Unidos, no tiene tanta repercusión como en Europa. "Supongo que me pasa algo parecido a lo de Nina Simone, que recibía más apoyo en Europa que en América", apunta Kurtz.
Como la legendaria Nina Simone, la artista es dueña de una voz portentosa que sirve para elevar aún más sus composiciones de folk inclasificable y pasional. El abanico de estilos, que se recoge en discos como Another black feather o Postcards From Downtown, habla de una cantante que recrea la mejor tradición de la música de autor norteamericana con pinceladas sonoras de jazz, cabaret o gospel. "Crecí escuchando mucho de ese material en mi casa. A mi abuela y a mis padres les encantaba la antigua música yiddish de teatro y los musicales de Broadway, que fueron influenciados por el jazz y el vodevil judío. Así que todo eso está en mi música", afirma Kurtz.
Sobre el escenario, la velada transcurre con fuerza y elegancia. Sólo basta escuchar la interpretación de temas como "Venezuela" o "From the bottom up" para apreciar el magnetismo que ofrece su música, a mitad de camino entre las baladas misteriosas de Tom Waits y las introspecciones folk de Joni Mitchell. Esa emoción cruda que desprenden sus canciones es la causa principal por la que muchos seguidores norteamericanos la llaman the real thing. Un nervio que sobrevive también en las versiones que hace de Billie Holliday.
Y aunque sus canciones suelen hablar de sentimientos cotidianos, como el que estrena en directo en Clamores "Far away again" que se incluirá en su próximo disco en 2008, la cantante, como buena portavoz folk, no se muerde la lengua antes de arrancarse a tocar la trepidante "It's the day of atonement". "Después del 11-S, mi país se metió en una guerra de mentiras", dice Kurtz, que previamente ha sido más contundente con este periodista: "Los norteamericanos nos merecemos un escarmiento por culpa de una parte del Gobierno. Nuestro imperio tiene que acabarse porque es peligroso y ha sido un fracaso trágico para todo el mundo".
Babelia
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