El Rey inaugura en Barcelona una gran retrospectiva de la obra de Antoni Tàpies
El pintor barcelonés, de 80 años, confiesa su "insatisfacción permanente" en la búsqueda del "cuadro ideal"
Antoni Tàpies cumplió 80 años el pasado mes de diciembre, pero no ha sido hasta hoy cuando el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) lo ha celebrado con una gran retrospectiva de la obra de este genial pintor barcelonés. El Rey, acompañado de Tàpies, ha inaugurado esta tarde la exposición antológica, que incluye cerca de 200 obras, desgranadas en un recorrido cronológico, por etapas, desde desde sus inicios en los años 40 hasta la actualidad. El propio Tapies ha confensado hoy que "mantiene una insatisfacción permanente" que le obliga a continuar con su búsqueda del "cuadro ideal".
Un cuadro ideal que acaso Tàpies ve en sus enormes cuadros y trípticos más recientes. "Puede que los últimos cuadros de la exposición son lo que más se aproximan a ese ideal" y añade que "para muchos artistas el pasado nos parece ya superado, pero en mi caso no es del todo cierto, porque hay un telón de fondo permanente, que es una cierta visión del universo, siempre adaptado a los conocimientos de la historia y del mundo".
A caballo entre dos mundos, entre un simbolismo y cierto estructuralismo, entre aquellos artistas que utilizaban elementos cotidianos y de desecho, cercanos a la generación que reaccionó contra el expresionismo abstracto, y los que postulaban en favor de las corrientes existencialistas, Tàpies no ha sido un artista de cambios bruscos. "He ido evolucionando lentamente y todo lo que hago es una consecuencia de lo que he hecho anteriormente", ha comentado el artista, para quien "la exposición representa bastante mi obra y las técnicas que he utilizado: rascar cartones, materias, barnices, collage".
La exposición se inicia en los años 40 con una selección de dibujos y autorretratos en los que ya se aprecian los aspectos temáticos y la manera en que utilizará los materiales en su madurez. Toda la obra de Tàpies, que cuenta ya con un catálogo de 8.000 piezas, está atravesada por signos esotéricos, cruces, brazos, pies, caligrafías autorreferenciales, paisajes, el uso ambiguo del cuerpo y la sexualidad, todos herederos del contacto con ciertos primitivismos como el arte infantil o el de los enfermos mentales, de las fotografías de grafiti de Brassai, de la obra de Paul Klee y de la influencia surrealista de Miró y Max Ernst.
Colores oscuros para retratar la muerte
A partir de 1954 Tàpies despoja su pintura de figuración aparente y trabaja en las llamadas pinturas matéricas, en las que las superficies de texturas densas se tiñen de ocres, grises y marrones, como en Blanco con manchas rojas (1954) o Pintura n.XXXV (1956). Obras como Caja de cordeles (1947) o Puerta metálica con violín (1956) fueron la prefiguración de su trabajo objetual en los años 60 o su arte povera de los 70 con obras tridimensionales como Mesa de despacho con paja, Silla cubierta o Madera plegada y vaso, todas de 1970, en las que, como dice Tàpies, "se sacralizan elementos cotidianos" como zapatillas, colchones, fardos o toallas.
La obra de Tàpies en las últimas décadas responde a la nueva situación política y cultural de la España democrática, unos años en los que utiliza grandes formatos y materiales como el barniz y su pintura recupera el gusto por el arte y la cultura orientales. La transformación de la materia, el paso del tiempo y la presencia de la muerte, como en Réquiem o Cabeza y cruz (1995), sintetizan una temática que se ha mantenido constante desde sus inicios.
Babelia
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