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Así les va a las siete especies más amenazadas de España

El urogallo, el visón europeo o la nacra siguen en caída libre, mientras que la cerceta pardilla o la jara de Cartagena remontan algo

Un urogallo cantábrico, en una imagen de archivo.
Un urogallo cantábrico, en una imagen de archivo.
Esther Sánchez

En España existen siete especies en peligro crítico de extinción, la categoría máxima que implica que su desaparición puede ser inminente. No son tan conocidas como el lince o el oso, que han logrado abandonar esa zona roja, pero también resultan emblemáticas. En esta lista de las más amenazadas está el visón europeo —del que hace unos días se ha sabido que apenas quedan 142 ejemplares—; tres aves, el urogallo, el alcaudón chico y la cerceta pardilla; dos moluscos, la almeja perlífera gigante y la nacra; y una planta, la jara cartagenera. Han transcurrido más de cinco años desde que el Ministerio para la Transición Ecológica declarase la situación crítica de estas especies y su futuro sigue siendo muy incierto, a pesar de que su recuperación se considera “de interés general” y poner en marcha medidas “tendrá carácter de urgencia”, según la ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad.

El problema es no haber actuado antes, reprocha Laura Moreno, responsable de especies de la ONG conservacionista WWF. “No se puede esperar a que una especie se encuentre al borde de la desaparición, como ha ocurrido con estas”, apunta.

La caída en picado del urogallo

El urogallo es uno de los emblemas de conservación de los bosques y en España hay dos subespecies que solo viven aquí. Es decir, si se extinguen, desaparecen de todo el planeta. El urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus) es la subespecie que afronta un futuro más negro tras sufrir un acusado declive. La otra subespecie, el urogallo pirenaico (Tetrao urogallus aquitanicus), está en peligro de extinción, pero no en la categoría más crítica. La cantábrica cuenta con unos 200 ejemplares —el 80% en Castilla y León, y el 20% en Asturias— y la pirenaica, con alrededor de 655 —el 90% en Cataluña, el 9% en Aragón y el 1% en Navarra—. La población cantábrica ya no existe en el 86% del territorio que ocupaba en los años setenta, señala el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (Irec-CSIC).

Los supervivientes se enfrentan a múltiples problemas: la escasez de individuos por la caza del pasado, las molestias humanas, la fragmentación del hábitat o el abandono del bosque en un escenario de cambio climático. Su reproducción en cautividad se está intentando en un centro en Valsemana (León). De los 26 huevos de puestas silvestres que se recogieron en 2023, tres de origen cantábrico y uno pirenaico, eclosionaron 24 y de ellos viven 10 individuos cantábricos y 3 pirenaicos (54,4% de supervivencia). Todavía no se les ha reintroducido en la naturaleza, uno de los pasos más complicados, porque son presa de otros animales.

Moreno advierte de que para salvar a especies que viven en varias comunidades autónomas es necesario que “además de realizar inversiones, se coordinen las actuaciones que parten de los diferentes territorios, para tomar medidas de forma conjunta y ese trabajo le corresponde al ministerio”, apunta.

El visón americano se come al europeo

Un visón europeo.
Un visón europeo.Miteco

El visón europeo (Mustela lutreola) sobrevive a duras penas en Álava, Guipúzcoa, Vizcaya, Navarra, La Rioja, norte de Castilla y León (provincias de Burgos y Soria) y en algún pequeño núcleo en Aragón, en Zaragoza. Hace unos días el Ministerio para la Transición Ecológica publicó la primera estimación oficial de su población, cinco años después de considerar que su situación es crítica. El resultado indica que apenas quedan unos 140 ejemplares de este mamífero que llegó a España por dispersión natural desde el sur de Francia en los años cincuenta del siglo pasado. Se enfrenta a la fragmentación y pérdida de su hábitat, pero su principal enemigo es el visón americano, que se cría en las granjas peleteras de donde ha salido por escapes accidentales y por sueltas intencionadas.

La nacra que sucumbió a un protozoo

Ejemplar de nacra, el segundo bivalvo de mayor tamaño del mundo, en el mar Mediterráneo.
Ejemplar de nacra, el segundo bivalvo de mayor tamaño del mundo, en el mar Mediterráneo. Maite Vázquez

Ser el segundo bivalvo más grande del mundo y exclusivo del Mediterráneo no ha salvado a la nacra (Pinna nobilis). Casi toda su población, que se contaba por millones, murió en 2016 atacada por un protozoo, al que se pudo unir un virus, según los últimos estudios. En Almería, Granada, Málaga y Murcia la mortalidad alcanzó al 100%. En el mar Menor, solo sobrevive un millar de los 1,7 millones que existían, según Francisca Giménez Casalduero, directora del Cimar (Centro de Investigación Marina de Santa Pola).

Desde la primera crisis se está realizando un seguimiento de las que quedan, explica. También intentan recoger alevines y encontrar supervivientes en el Mediterráneo, “porque eso implica que son resistentes”, y en el acuario de la Universidad de Murcia se ha conseguido que ejemplares que están en cautividad produzcan larvas. “Es un pasito más, pero es una especie muy complicada para su reproducción en centros de cría”, explica Giménez.

El otro molusco en estado crítico, la almeja perlífera gigante de río (Margaritifera auricuralia) se enfrentó a un episodio “extraordinario” de mortalidad en febrero de 2013. Ha desaparecido en casi toda Europa y en España sobreviven en la cuenca del Ebro, con las mayores densidades en dos canales de riego en Aragón: Canal Imperial de Aragón y Canal de Tauste. Su situación ha mejorado, sobre todo porque se han logrado criar unos 12 millones de ejemplares, liberándose unos 11,1 millones, indica WWF.

De una jara a 1.300

Jara cartagenera con su característica flor rosada.
Jara cartagenera con su característica flor rosada. Universidad Politécnica de Cartagena

Entre seis especies animales, una planta, la jara cartagenera (Cistus heterophyllus subsp. carthaginensis), entró en este listado por derecho propio: solo quedaban 11 adultos reproductores y 40 plantas jóvenes en Cartagena y una en Valencia. Aunque era abundante a principios del siglo XX, se dio por extinguida en 1973. Apareció de nuevo 13 años después en la Sierra Calderona (Valencia) y en 1993 se localizó en el Llano del Beal (Cartagena), un grupo que desapareció cinco años después en un incendio. En 2022 apareció una población en la isla de Cabrera. Esta jara es una subespecie también endémica de España, solo puede encontrarse aquí.

Los trabajos de recuperación están dando sus frutos, y en Valencia, a partir de esa única planta, el servicio de Vida Silvestre y Red Natura 2000 de la Generalitat ha conseguido que crezcan 1.374 individuos en el campo en 19 poblaciones. Costó años conseguir semillas de la única que les quedaba, porque se creía que era estéril, que no se podía cruzar consigo misma.

María José Vicente, profesora titular de la Universidad de Cartagena y miembro del grupo de trabajo de recuperación de la jara, cuenta como desde esa catastrófica situación han conseguido crear 11 núcleos en los que hay individuos puros (sin hibridar con otra especie de jara). Según el último censo cuentan con 800 individuos que han sacado de vivero, y 200 de la población natural. Pero todavía no está a salvo, “la sequía está siendo muy dura y hemos tenido que dar un riego de socorro”.

La cerceta pardilla sufre la sequía

La cerceta pardilla, un pato de pequeño tamaño que era muy abundante en los humedales costeros mediterráneos hasta mediados del siglo XX, ha conseguido recuperarse algo. Su caída fue tan brutal que en 2013 solo se detectaron 30 parejas, pero gracias a las labores de mejora de los humedales donde cría y a la suelta de ejemplares, en 2022 se contabilizaron 740 pollos, que cayeron a 480 el año pasado debido a la sequía. Su situación ha mejorado, pero “todo indica que la población depende de las liberaciones del programa de cría en cautividad y no se podría mantener por sí sola”, indica WWF. Su principal amenaza es la pérdida y degradación de su hábitat, sobre todo la de los someros y estacionales.

Ejemplar de cerceta pardilla.
Ejemplar de cerceta pardilla. J. C. Atienza

Otra de las aves en peligro crítico es el alcaudón chico (Lanius minor), que también sobrevive gracias a las sueltas que se producen desde 2009. Nunca fue muy abundante en España, y a principios de siglo se estimaba que existían unas 25 parejas reproductoras que se acabaron reduciendo a seis y en 2018 a cero, indica explica Octavio Infante, miembro de SEO/BirdLife. En 2020 se detectaron cuatro parejas y el año pasado ninguna. “Es importante mantener la población que nos llega, porque nuestro territorio es una zona límite para el alcaudón, y si están aquí es porque el hábitat es adecuado”, añade.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.
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