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Misión: vaciar el gran almacén que abastece a Barcelona antes de que su agua se eche a perder

La Generalitat de Cataluña trasvasa contra reloj el embalse de Sau, mientras trata de capturar toneladas de peces para evitar que se pudran por la grave sequía

Pantano Sau
La presa de Sau sacando el agua a máxima capacidad hacia el río Ter, el pasado miércoles.Gianluca Battista
Carlos Garfella

A medio camino entre Barcelona y los Pirineos un campanario emergió de un pantano el pasado verano. Los restos pertenecían a San Román de Sau, un diminuto municipio con restos de estilo románico que tras la construcción de una presa en 1962 fue sepultado para, teóricamente, no volver jamás. Pero volvió. Sus ruinas enfangadas atraen desde hace meses a curiosos que fotografían una estampa ya convertida en tétrica alegoría de la emergencia climática que seca Cataluña desde hace más de dos años. Tan vacío que está el embalse de Sau, uno de los principales que abastece a Barcelona, que existe el peligro de que la poca agua que aún resiste se eche a perder entre peces muertos y fango. Para evitarlo, el Gobierno catalán inició esta semana una operación contra reloj para vaciarlo en un mes con el fin de aprovechar al máximo las reservas. El pantano muere y, aparte de ruinas arquitectónicas, de sus profundidades también emerge el fantasma de la mayor sequía del siglo.

Desde los Pirineos hasta las desembocaduras de los ríos, la ausencia de agua toma forma en el Mediterráneo y tambalea infraestructuras faraónicas. La Generalitat dio por insalvable el pantano de Sau a principios de marzo y anunció la decisión de trasvasar su agua al vecino embalse de Susqueda. El agua de la instalación, levantada por esa España de la dictadura que llenaba el país de pantanos a ritmo del No-Do, languidece como nunca: está al 10% de su capacidad, cuando la media de la década en esta época del año es del 69%.

El campanario emergido en el pantano de Sau.
El campanario emergido en el pantano de Sau. Gianluca Battista

En total, está en juego un volumen con el que abastecer a un millón de personas durante tres meses en plena declaración del estado de emergencia por la sequía, que ya supone limitaciones domésticas, agrícolas e industriales a seis millones de catalanes. Los cortes de suministro para verano en Barcelona empiezan a vislumbrarse como una seria posibilidad si el cielo sigue vacío de nubes, alerta la propia Generalitat. La falta de lluvias es la más extensa (30 meses) desde que se empezaron a recabar datos, en 1905.

La sala de máquinas de la represa trabaja a todo ritmo para sacar 500 millones de litros al día. Una enorme boca manda el agua a presión hacia el río Ter, que la lleva al vecino embalse de Susqueda, de mayor capacidad. El ruido del agua escupida desde el tubo es ensordecedor. “Que llueva de una vez”, pide un grupo de ciclistas de montaña que hace un descanso sobre la gran frontera de piedra que interrumpe el cauce natural del río. Mientras, al otro lado de la presa, el nivel de líquido desciende y la tonalidad verde por la falta de renovación del agua se extiende a lo largo de 17 kilómetros. Tras serpentear una carretera rodeada de hojarasca y árboles desnudos, las ruinas del antiguo pueblo se avistan en uno de los márgenes antes sumergidos. Es una de las esquinas del embalse y cada vez está más muerta.

El paisaje se asemeja más al de un desierto que al de una zona de agua. Las plantas mueren sobre la tierra agrietada y lo verde escasea. Varias decenas de curiosos transitan los márgenes haciendo caminos hasta las ruinas. Que sea entre semana no ha evitado que un parking más pensado para el verano se llene. Es un reflejo del “turismo de sequía”, tal y como lo ha bautizado el alcalde del cercano municipio de Vilanova de Sau (Barcelona), Joan Riera, entre críticas a la Generalitat por supuesta dejadez en la zona.

Eugenia Remendo, vecina de Barcelona y jubilada, es una de las curiosas que, móvil en mano, se paseaban el miércoles por los restos arquitectónicos. “La última vez que vine, el año pasado, solo veía cómo la punta del campanario sobresalía un poco del agua, pero ahora mira cómo está. Impresiona verlo así. Entero. Y preocupa. A ver si llueve...”, dice Remendo apoyada sobre un murete de piedra emergido. La mujer se sitúa a una veintena de metros una vez cruzado el campanario (que está vallado para que nadie pueda entrar) y ya muy adentro del embalse, en una zona hasta ahora nunca destapada.

Un pesquero faena frente a las ruinas emergidas. 

Foto: Gianluca Battista
Un pesquero faena frente a las ruinas emergidas. Foto: Gianluca BattistaGianluca Battista

Hay varios kayaks posados sobre la tierra, todavía amarrados a un embarcadero que en condiciones normales debería flotar. Una pasarela de madera dirige a un pequeño club náutico donde las embarcaciones se acumulan ahora bajo lonas de plástico.

Especies exóticas

Donde aún resiste el agua, una pequeña embarcación pesquera recoge redes cargadas de pescado. Es uno de los barcos que el Govern bajó en grúa desde la presa y con los que calcula poder capturar toneladas de peces en el menor tiempo posible. Cualquier tipo de técnica vale, incluida la pesca eléctrica en las recónditas zonas más estrechas del pantano. De las 10 especies que habitan las aguas, nueve son exóticas, introducidas por la acción humana y que durante años han trastocado por completo el ecosistema hasta afectar a las algas, los sedimentos, el zooplancton... Una falla ecológica en cadena que convirtió a la instalación en una gigantesca sopa boba de especies de la que solo se han aprovechado los pescadores furtivos.

Sequia Costa Brava
Vistas desde el Hotel Parador de Sau, con el pantano casi vacío al fondo. Gianluca Battista

En paralelo al drenaje y a la pesca, técnicos desplazados a la zona están analizando a diario la calidad del agua. Serán ellos quienes decidan hasta qué día se puede seguir descargando Sau. Lo marcarán los niveles de calidad del agua. Cuando empeoren, se terminará el desvío. El objetivo es sacar el máximo posible durante el máximo de días. Fuentes de la Agencia Catalana del Agua (ACA) creen que los trabajos podrán extenderse más de un mes.

La sequía ha destapado ruinas, pero también basuras. Una decena de trabajadores del hotel Parador, un alojamiento de cuatro estrellas con vistas privilegiadas del pantano, realizaban el miércoles un voluntariado para recoger los desechos emergidos. En hora y media recolectaron 76 kilos de plástico y 16 de vidrio. Entre los desechos, mascarillas, y botellas. Pero también una cucharita, con el logo de la mascota Cobi de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, que brillaba entre un lodazal cada vez más extenso.

Las invasoras toman Sau

¿Otros pantanos de Cataluña corren el mismo peligro que Sau? “El problema con Sau son los peces invasores y su afectación a la calidad de las aguas. No ocurre tanto en otros embalses como Baells, Llosa de Cavalls o Sant Ponç, donde no hay tantos problemas con los sedimientos”, responde el catedrático emérito en Ecología de la Universidad de Barcelona (UB) Narcis Prat. El ecólogo dice que cuando las lluvias vuelvan el embalse no tendría porque padecer grandes problemas ecológicos tras llenarse de nuevo, aunque confía en que esta vez sí las invasoras se mantengan a raya en la instalación. Ya en la anterior grave sequía, la de 2008, el Govern se vio forzado a retirar peces en este pantano para evitar una afectación a sus aguas. En 2019 y con las reservas llenas, la Generalitat también realizó otra saca de invasoras.

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Sobre la firma

Carlos Garfella
Es redactor de la delegación de Barcelona desde 2016. Cubre temas ambientales, con un especial interés en el Mediterráneo y los Pirineos. Es graduado en Derecho por la Universidad de las Islas Baleares, Máster en Periodismo de EL PAÍS y actualmente cursa la carrera de Filosofía por la UNED. Ha colaborado para otros medios como IB3 y Ctxt.

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