Una isla formada por toallitas y lodos en pleno Guadalquivir
La lucha contra esta lacra incívica está a la espera de un próximo real decreto del Gobierno
En pleno corazón natural de Córdoba, el paso del Guadalquivir por la ciudad andaluza, ha surgido una pequeña isla de porquería con miles de toallitas húmedas y lodos que ilustra el incivismo ciudadano y su impacto constante que martillea el medio ambiente. Las recientes lluvias y la corriente fluvial han dejado a la vista de todos las vergüenzas de una ciudad que arrastra el mismo problema extendido por todo el país, que atasca sus redes de saneamiento y contamina la naturaleza a través de sus inodoros.
“Unos 50 metros cúbicos de toallitas y lodos en una zona patrimonio de la humanidad como el entorno de la mezquita y en el monumento natural Sotos de la Albolafia”. José Larios, presidente de la Fundación Transición Verde, define así el islote que denunció el pasado lunes en sus redes sociales. Este ecologista pasea a diario por la ribera cordobesa del Guadalquivir y desde hace años contempla la plaga de toallitas que inunda todo el curso urbano del río. “Solo que ahora es más vistoso desde que limpiaron dos ojos del Puente Romano y alguien tuvo la maravillosa idea de hacer una isla donde no existía”, añade, crítico con la gestión de este enclave natural protegido pero manchado de forma permanente. Desde el Puente Romano se divisa la pequeña montaña de porquería rodeada de patos y vegetación muerta.
Solo en Córdoba el Ayuntamiento gasta cada año un millón de euros y retira 10.000 kilos de toallitas, según fuentes municipales. De momento, la isla de toallitas y sedimentos permanecerá aún días o semanas junto a la Torre de la Calahorra a la espera de que baje el nivel del río, recrecido con las últimas lluvias, y que impide de momento la limpieza, que llevarán a cabo la Junta y el Ayuntamiento cordobés. Mientras, pájaros como el avetorillo consumen restos del producto higiénico confundidos como comida para esta garza en el paraje fluvial entre el Puente Romano y el puente de San Rafael.
Tras años de ascendente expansión por las alcantarillas, la lacra de tirar las toallitas al inodoro sufrirá un vuelco previsiblemente esta primavera, cuando el Gobierno publique el real decreto que desarrolla la responsabilidad ampliada de este producto por parte de las empresas, según fuentes de Transición Ecológica. Es decir, el ministerio aclarará cómo los productores sufragarán la limpieza de las infraestructuras de saneamiento y depuración de aguas, que oscila entre 600 y 1.100 millones de euros anuales, según cálculos de Aeopas (Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento). La obligación ya estaba incluida en la Ley de Residuos y Suelos Contaminados aprobada hace 10 meses, pero estaba a la espera de su desarrollo normativo necesario para saber quién pagará la multa.
Hace tiempo que Aeopas reclama la prohibición de las toallitas o los avisos con letras gigantes en su envoltorio para evitar que acaben en el inodoro, pero en su ausencia el parche económico previsto puede sacudir al sector y provocar su reacción. “Conseguimos reducir su consumo muy lentamente y no sustancialmente, hacen falta campañas en maternidades, colegios y centros de trabajo. No es una elección de cultura frente a economía, sino de responsabilidad en el consumo”, resume su gerente, Luis Babiano. “La ley de residuos es una importante medida que aliviará, pero debe ser completado con campañas de sensibilización del problema”, remacha.
“Es un monstruo”
En Córdoba, cuando las lluvias arrecian, las aguas fecales se mezclan con las pluviales y ese cóctel que arrastra toallitas termina en colectores que vierten al Guadalquivir. Rafael Carlos Serrano, gerente de la empresa municipal de aguas Emacsa, ha criticado este jueves: “No podemos seguir permitiendo toallitas con los daños que producen, tenemos que seguir luchando en concienciación. Es un problema que se repite desde hace años en todas las ciudades y produce muchos problemas a nivel medioambiental, es una lacra, un monstruo”. En paralelo, el delegado del Gobierno andaluz en Córdoba, Adolfo Molina, ha recordado este jueves: “Todos sabemos ya que no debemos tirar las toallitas al váter, es un gesto tan simple como tirarla a la basura”.
Tras el problema de las toallitas, agudizado durante la pandemia por el confinamiento, late de fondo la escasa concienciación ciudadana y la necesidad de campañas y educación cívica. España mantiene una bajísima tasa de reciclaje, que en 2020 era solo del 36%, según datos de Eurostat. Europa ha establecido la meta del 60% para todos los países en 2030, una galaxia para la velocidad patria.
En pleno confinamiento, la venta de toallitas húmedas aumentó un 50% en España, según datos de Greenpeace, y la evacuación y depuración evidenció más que nunca el problema. El uso está más extendido entre la población urbana y a menudo asociado a los bebés y al turismo. “Las toallitas y otros elementos plásticos se van desintegrando en micropartículas que terminan directamente en nuestros cauces, ríos y mares, donde las fibras pueden tardar más de 100 años en degradarse en fragmentos aún más pequeños”, censuran desde Greenpeace, que calcula en 700 las especies marinas afectadas por la contaminación plástica.
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