Estas no son formas de tratar al mar
España cuenta con numerosas y enormes áreas marinas protegidas, pero está permitiendo la pesca de arrastre en su interior, que es la actividad más destructiva del lecho marino
Como científica marina en Oceana, organización no gubernamental para la conservación del mar, en los últimos meses he estado trabajando en un caso que pone el dedo en la llaga: las áreas marinas protegidas de España y algunos usos que hacemos de ellas. España, con numerosas y enormes áreas marinas protegidas, está permitiendo en su interior la actividad más destructiva para el lecho marino. Esta no es una historia agradable de contar.
Vamos a sumergirnos en el mar, esa masa de tonos azules y verdes que tanto disfrutamos y apreciamos, pero que tratamos fatal: ecosistemas degradados (si Cousteau levantara la cabeza), sobrexplotación de recursos (menos peces, menos crustáceos, menos de todo), contaminación (“Prestiges”, redes, sedales, plásticos indestructibles ¡y mascarillas! por doquier) y, por si fuera poco, cambio climático, la bomba de relojería que está poniendo todo patas arriba. Pero, por suerte, España ha apostado por las áreas marinas protegidas, beneficiosas si se gestionan correctamente, tanto para la biodiversidad como para paliar los efectos del cambio climático. Al igual que las zonas protegidas en tierra (parques naturales y otras bellezas), las áreas marinas protegidas albergan maravillas naturales, en teoría a salvo y en sus mejores condiciones. España, como otros países de Europa y del mundo, se ha comprometido a proteger un 30% de su superficie marina (que es enorme, pues tenemos el doble de mar que de tierra) para 2030. Por ahora llevamos un 13%, equivalente a la superficie de Andalucía y Extremadura juntas.
Hasta aquí todo correcto. Pero si buceamos un poco más profundo, veremos que las áreas marinas protegidas de España, flamantes en apariencia, esconden ahí abajo un oscuro secreto: el arrastre de fondo. Ese arte de pesca tan presente en España (casi mil barcos) que arrasa el fondo marino con enormes redes con bocas abiertas mediante puertas (unos trastos de 500 kilos), engullendo todo a su paso. Es, como parece, una pesca insostenible y destructiva. Gran parte de lo que estas redes recogen es, además, arrojado al mar, muerto o moribundo, devuelto a un lecho marino destrozado. Pues bien, eso tan feo está siendo permitido dentro, sí, dentro, de las áreas marinas ¿protegidas? de España.
Más de 400 de esos casi 1.000 barcos se están llevando por delante especies y hábitats en teoría a salvo en zonas designadas para su protección. En Murcia, en el sistema de cañones de Mazarrón, se arrastra sobre lechos de rodolitos, unas preciosas algas que parecen cantos rodados de color rosa y que crean ecosistemas valiosísimos, pudiendo perjudicar a cetáceos y tortugas que se alimentan en estas aguas; en Baleares, sobre praderas de posidonia, qué decir de esta planta marina que nos ayuda a respirar, el famoso pulmón del Mediterráneo; en Cádiz estarían quebrando unas raras chimeneas, epicentros de vida a cientos de metros de profundidad; los cañones de Avilés y la montaña El Cachucho, frente a Asturias, son arrastrados incluso sobre sus fondos más vulnerables, los arrecifes.
Las áreas protegidas cuya gestión es inadecuada se conocen como parques de papel, inútiles para la conservación, a pesar de los ingentes esfuerzos invertidos en su creación (nótense los proyectos millonarios INDEMARES e INTEMARES para mejorar la red Natura 2000 española). España está atentando contra sus propios objetivos de conservación, más aún cuando algunas de estas especies y hábitats están protegidas por ley, por lo que se trata de pesca ilegal.
Lo que está pasando en España es de una incoherencia asombrosa, estas no son formas de tratar al mar. La ministra Ribera y el ministro Planas tienen las competencias para prohibir el arrastre de fondo en las áreas marinas protegidas. El mar y sus recursos no dan más de sí en el estado actual. Como amante de la naturaleza, pero sobre todo como ciudadana, necesito mares sanos. Necesitamos, desde ya, una gestión lógica que no permita actividades destructivas, que ponga fin a los parques de papel, para hacer frente a crisis ecológicas y climáticas con herramientas útiles y poderosas, como es el mar cuando se gestiona bien.
Silvia García es científica marina de la organización Oceana.
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