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Trump resucita las pajitas de plástico: ¿una distracción con escaso impacto o un símbolo que impulsa a la industria del petróleo?

Una orden ejecutiva del presidente de EE UU destierra el uso de las biodegradables en los edificios de la Administración federal

El presidente de EE UU, Donald Trump, este martes en el Despacho Oval de la Casa Blanca.Foto: Aaron Schwartz / POOL (EFE) | Vídeo: EPV
Francesca Raffo

Además de perforar sin freno para impulsar la industria del crudo —y de paso los ingresos de algunos de sus ricos donantes, magnates del petróleo—, al presidente de EE UU no se le ha ocurrido mejor idea para contribuir a la contaminación ambiental que prohibir el uso de las pajitas de cartón de un solo uso, biodegradables, para recuperar las de plástico. El decreto establece que “la política de los Estados Unidos es poner fin al uso de pajitas de papel”. El ámbito de aplicación de la orden será, de momento, la Administración federal.

Junto con otras medidas que van en contra de la lucha contra el cambio climático, como la decisión de sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París, Trump ha decidido abrazar, también, las pajitas de plástico. La orden ejecutiva que firmó el lunes por la noche (hora estadounidense) indica que “las de papel no son funcionales, utilizan sustancias químicas que pueden entrañar riesgos para la salud, son más caras de producir que las pajitas de plástico y a menudo obligan a los usuarios a utilizar varias”.

El anuncio del republicano continúa: “Una campaña irracional contra las pajitas de plástico ha dado lugar a que las principales ciudades, Estados y empresas [de EE UU] prohíban el uso o la inclusión automática de pajitas de plástico con las bebidas” en favor de un sucedáneo avieso, las de papel, que, para colmo, “a veces vienen envueltas individualmente en plástico, lo que socava el argumento medioambiental a favor de su uso”.

¿Esta es una simple distracción con escaso impacto si se compara con otras decisiones ambientales, climáticas y sociales de Trump de mucho más calado, o constituye una medida muy simbólica para despejar el camino a la industria del petróleo? En la práctica, el decreto pone fin a una década de concienciación social ante la polución por plástico. Según distintos cálculos, los estadounidenses, colgados a todas horas de descomunales vasos de refresco, utilizan y tiran hasta 500 millones de pajitas al día.

Especialistas coinciden en que este impulso al uso de plástico tiene un gran beneficiario: las empresas de petróleo. Andreu Escrivà, doctor en biodiversidad, explica que por la parte económica se está beneficiando “a sus amigos de las grandes empresas de petróleo”. Y agrega que esta medida “les viene fenomenal” al ser quienes producen la materia prima para producir el plástico. “Están tratando de inundarnos con más plástico y abrir nuevos mercados”.

Julio Barea, responsable de la campaña de residuos de Greenpeace España, explica que el consumo de petróleo va a bajar sin lugar a dudas porque el mundo camina hacia energías más limpias, entonces el negocio que les queda a estas empresas gira hacia el plástico. “Con Trump lo estamos viendo, por intereses económicos puros y duros, sus amigos petroleros le están diciendo que el negocio se tambalea y esto no puede caer”, dice. Recuerda que países y empresas con intereses en el sector han boicoteado las últimas negociaciones del pacto internacional para reducir el uso de plásticos.

¿Tan solo una anécdota?

En los últimos años, se han publicado cientos de campañas de concientización para evitar el plástico de un solo uso. El vídeo de una tortuga marina con una pajita de plástico en una fosa nasal se hizo viral entonces y provocó una oleada de activismo para reducir la contaminación por plásticos, con la pajita de plástico desechable con icono del movimiento.

Barea comenta: “había un mensaje que la pajita de plástico no era buena”, sin embargo en lo que se debería poner énfasis es en que “en el 99,99% de las veces no necesitamos ninguna pajita para beber”. La pajita tiene consecuencias ambientales, económicas y sanitarias, “los residuos de las pajitas no se reciclan ni se recuperan, tardan mucho en degradarse y afecta a la vida marina y terrestre”.

Sin embargo, pese a la importancia de reducir este uso, “el rumbo del mundo y del cambio climático no cambia por usar o no pajitas de cartón”, dice Escrivà. Aunque ha sido un símbolo para aumentar la conciencia sobre el medio ambiente, explica. Otro factor a tomar en cuenta, menciona, es el impacto educacional de esta medida: “Te muestra que da igual, que el plástico está bien. Si uno ve un producto de cartón, uno ve que algo está cambiando, que el plástico no es bueno, que tenemos que intentar producir menos plástico”, critica Escrivà.

En decenas de ciudades y Estados del país más consumista del mundo —muy especialmente de bebidas carbonatadas, sodas y refrescos azucarados que se beben a sorbos— , el uso de pajitas de plástico se prohibió o fue parcialmente restringido, con sus partidarios y detractores incluso dentro los movimientos ecologistas. Más de media docena de estados tienen leyes que establecen que los restaurantes y bares sólo pueden ofrecer pajitas de plástico si los clientes las solicitan. Entre ellos están Nueva York, California, Oregón, Washington, Nueva Jersey, Delaware y Rhode Island. Decenas de ciudades y condados también tienen restricciones en vigor; algunas, como Washington DC, prohíben a los negocios ofrecer las de plástico aunque el cliente las pida.

La Fundación Rezero explica que no se trata solo de este producto, sino en la cultura del “usar y tirar”, un modelo de producción y consumo insostenible “que despilfarra recursos, contamina los ecosistemas y sobrecarga la gestión de los residuos”. Aseguran que la contaminación por plásticos está en los océanos, en los alimentos, en el agua y el aire, afecta la salud humana y animal. Por otro lado, la producción de plástico se ha convertido, también, en una amenaza por la contaminación que trae con los microplásticos y las sustancias tóxicas que utiliza.

“Son una cosa ridícula”

La medida de Trump supone un claro retroceso respecto a las medidas adoptadas por la Administración de Joe Biden. El año pasado, el demócrata se comprometió a empezar a eliminar la compra de pajitas y otros plásticos de un solo uso por parte del Gobierno federal en 2027.

“Estas cosas no funcionan. Las he tenido muchas veces y, en ocasiones, se rompen, explotan. Es una situación ridícula”, dijo Trump durante la firma del decreto, transmitida por televisión. Sus palabras recuerdan aquella diatriba de Mariano Rajoy sobre el imposible, a su juicio, uso de las nuevas botellas de plástico con tapón incorporado. Aunque el tema daría para una investigación psicoanalítica, resulta cuando menos curioso que una pajita de papel y un tapón a rosca de plástico puedan entrañar tamaña dificultad para unos líderes.

Escrivá indica que “se está discutiendo y reflexionando sobre esto, mientras tenemos cambios estructurales y serios como límites de emisión, controles de contaminación, fabricación de materias primas, consumo de energía, el carbón, y el ‘drill, baby drill’” que mencionó Trump.

El especialista agrega que el cambio de pajitas de plástico a cartón o eliminarlas por completo tiene sentido siempre y cuando existan cambios estructurales que lo acompañen. “La gente ha percibido durante estos años que se han realizado cambios cosméticos, que les molestaban en el día a día, mientras no se ejecutaban cambios sistémicos —los mercados siguen llenos de plástico, los coches inundan las calles—”, dice. “La queja tiene sentido; la solución, sin embargo, no es volver a las pajitas de plástico”, agrega.

La orden ejecutiva de Trump obliga a las agencias federales a dejar de comprar pajitas de papel, asegurándose de que no se ofrezcan en los edificios gubernamentales. También pide que se elabore una “estrategia nacional para acabar con el uso de pajitas de papel en un plazo de 45 días. Con la guerra comercial global que ha desatado la primera salva de aranceles, con Gaza a punto de convertirse en un resort turístico si prosperan sus planes de limpieza étnica para la Franja, con el mundo boquiabierto ante un inicio de mandato que parece el minutero estresado del apocalipsis, todo sea por la causa. La del plástico, que es como decir la del petróleo.

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Sobre la firma

Francesca Raffo
Peruana. Periodista. Escribe en la sección de Sociedad. Antes lo hizo en El Comercio (Lima), donde desarrolló parte de su trabajo en temas sociales, salud y educación. Actualmente cursa el máster de periodismo UAM - El País.
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