Cierra por desidia institucional el Museo Olavide, una joya de la historia de la medicina
La colección, formada por unas 700 figuras de cera sobrecogedoras pertenecientes a la Comunidad de Madrid, se enfrenta al desalojo “inminente”, según sus gestores


El Museo Olavide, una joya de la historia de la medicina con unas 700 estremecedoras figuras de cera de pacientes reales, va a cerrar sus puertas de manera “inminente”, según ha anunciado este lunes la Academia Española de Dermatología y Venereología, la organización que gestiona la colección, propiedad de la Comunidad de Madrid. Decenas de sociedades científicas pidieron en junio al Gobierno de Isabel Díaz Ayuso que impidiese el “riesgo de destrucción” del museo, inaugurado en 1882 en el Hospital San Juan de Dios de Madrid y caracterizado por sus figuras hiperrealistas de personas pobres con pavorosas enfermedades de la piel, como jovencísimas mujeres obligadas a prostituirse y desfiguradas por la sífilis.
Tras quedar olvidada durante décadas metida en cajas en una nave ruinosa anexa al Hospital Gregorio Marañón, la colección dio tumbos por diferentes almacenes ―un guardamuebles, un futuro gimnasio, una antigua sala de aeróbic― hasta que fue acogida por la Universidad Complutense de Madrid. El entonces rector de la institución académica, Carlos Andradas, proclamó en diciembre de 2016 que era “un placer y un privilegio” albergar el Museo Olavide, como primer paso para la creación de “un gran Museo de la Medicina”. El pasado 22 de mayo, la Complutense ordenó por escrito a la academia de dermatólogos “la desocupación” urgente de las instalaciones, que “por razones económicas y organizativas” se dedicarán a “otros usos académicos”. La universidad, ahora dirigida por el rector Joaquín Goyache, está asfixiada por los recortes de la Comunidad de Madrid y tiene dificultades incluso para pagar las nóminas de los profesores.
Yolanda Gilaberte, presidenta de la Academia Española de Dermatología y Venereología, ha declinado hablar con EL PAÍS, pero ha intentado enviar un mensaje positivo en un vídeo colgado en su página web. “Aunque el Museo Olavide pierda ahora mismo la sede física que tiene actualmente, no perderá su voz ni su presencia. Nuestra apuesta es clara: potenciar las exposiciones temporales y hacer crecer su dimensión digital para que siga vivo y accesible para todos”, ha proclamado. En la web del museo se pueden ver imágenes tridimensionales de unas 400 piezas. Las figuras podrían ilustrar las páginas más tristes de la historia de España a finales del siglo XIX y comienzos del XX: hay niños mendigos con tiña, lavanderas con las manos irritadas, obreras con dermatitis por trabajar sin guantes en una fábrica de pólvora, pacientes con cáncer de mama desbocado, jornaleros con úlceras, albañiles con lepra y, sobre todo, las mujeres prostituidas devoradas por enfermedades de transmisión sexual.

La colección debe su nombre a su fundador, el dermatólogo madrileño José Eugenio Olavide (1836-1901). Su valor es “incalculable”, según la propia presidenta de la Academia. “Se está preparando su traslado a un espacio especializado [un almacén] para su buena conservación, abriendo vías de colaboración con otras instituciones. A pesar de que existen varios organismos interesados en albergar parte o la totalidad de la colección, es nuestra obligación verificar de forma pormenorizada las propuestas para comprobar que realmente pueden dar cabida a las figuras con las condiciones ambientales y el mantenimiento adecuado”, ha declarado Gilaberte. Hay precedentes catastróficos. En 2007, en un día caluroso de junio, varias estatuas de cera se derritieron en el camión de transporte que las llevó a Granada a un congreso nacional de dermatología. En 2010, tras su traslado en pleno julio a una antigua sala de aerobic de Leganés, las figuras sufrieron temperaturas de más de 40 grados hasta que se acondicionó el local.
“No es el momento de tener prisa, ya que el fin último es la seguridad y la preservación del patrimonio que con tanto esfuerzo se ha restaurado”, ha recalcado Gilaberte, presidenta desde hace tres años. Dos restauradores contratados por la Academia se han dedicado desde 2006 a recuperar, catalogar y conservar las piezas del Museo Olavide. Su director desde 2022, el dermatólogo Pablo Lázaro, ha impulsado desde entonces la digitalización de las figuras y su embalaje, consciente de que la Complutense podía expulsarlos en cualquier momento. “Me parece impresentable que un museo de historia de la medicina, que es una viva demostración del método docente, acabe en la calle. No es de recibo”, declaró en mayo a EL PAÍS.
El Hospital San Juan de Dios, germen del Museo Olavide, se encontraba a finales del siglo XIX en la calle madrileña de Atocha. El escritor Pío Baroja mencionó aquel edificio destartalado, especializado en mujeres prostituidas, en su libro El árbol de la ciencia, publicado en 1911. “Las enfermas eran de lo más caído y miserable. Ver tanta desdichada sin hogar, abandonada, en una sala negra, en un estercolero humano; comprobar y evidenciar la podredumbre que envenena la vida sexual, le hizo [...] una angustiosa impresión. El hospital aquel, ya derruido por fortuna, era un edificio inmundo, sucio, mal oliente; las ventanas de las salas daban a la calle de Atocha y tenían, además de las rejas, unas alambreras para que las mujeres recluidas no se asomaran y escandalizaran”, describió Baroja.
La Comunidad de Madrid es la institución heredera de la Diputación Provincial, propietaria del Hospital San Juan de Dios en el siglo XIX. Este periódico ha preguntado este martes a la Consejería de Sanidad si el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso va a intervenir de alguna manera en el destino del Museo Olavide, sin recibir respuesta por el momento. Consultada por su versión del cierre, la Complutense tampoco ha contestado.
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