La erupción del volcán en Islandia llega al equilibrio en sus primeras horas
La lava no emerge del clásico volcán, sino de una grieta en la tierra de cuatro kilómetros
La erupción producida en el suroeste de Islandia ha entrado en un estado de equilibrio apenas unas horas después de iniciarse. Esto no significa que la lava vaya a dejar de fluir pronto. Eso nadie lo sabe. Pero desde la Oficina Meteorológica Islandesa (OMI) sostienen que la intensidad del evento empezó a disminuir cuatro horas después de haberse iniciado, a las 22:17 del lunes 18 de diciembre, hora local. Salvo el cuándo se iba a producir, la mayoría de los parámetros de la erupción están siendo los esperados y todo indica que, más allá de algunos problemas locales, esta vez el rugido de la Tierra está siendo en voz baja.
Aunque no se sabía donde podría darse la erupción, lo más probable era que se produjera a lo largo del enjambre sísmico que se estaba efectuando desde hace casi dos meses. Y así ha sido. La eyección de lava ha tenido lugar unos tres kilómetros al nordeste de la localidad costera de Grindavik. Al inicio del evento se producían más de 1.000 pequeños terremotos en la zona, como anticipando lo que vendría. Pero, según datos de la OMI, desde la semana pasada la actividad sísmica se había reducido a unos pocos centenares de microseísmos al día. ¿La calma que precede a la tempestad? En parte, sí. Los expertos señalan que la acumulación de magma había llegado a un límite. De hecho, la deformación de la superficie, una de las señales que lo está por venir en cuanto a actividad volcánica, llevaba reduciéndose desde el fin de semana. Hasta que la tierra se rompió.
Fisura eruptiva
Pero no ha habido tempestad. Es la característica más destacada de la erupción de Grindavik. No se trata de un volcán que emite furiosamente lava y material piroclástico. Es como una herida de cuatro kilómetros de largo de la que brota de forma efusiva la lava. En vez de una erupción volcánica, lo llaman fisura eruptiva. Al producirse a lo largo de varios kilómetros, la salida del magma se produce de manera fluida, sin la explosividad que provoca el efecto túnel de los volcanes. Esta configuración es muy típica de Islandia. “La isla es un límite de placas divergentes y, por tanto, nuestras erupciones son, ante todo, fisurales” dice en un correo el vulcanólogo de la Universidad de Islandia Ármann Höskuldsson.
La isla, sin embargo, también es el hogar de más de un centenar de volcanes. “Tenemos erupciones más comunes en otras partes de Islandia, es decir, donde las placas no se están separando”, detalla Höskuldsson. De este tipo fue el último que entró en erupción, el Fagradalsfjall, que lo hizo a lo grande. Con motivo del inicio del evento de Grindavik, el vulcanólogo islandés ya mantuvo que el vulcanismo en Islandia se caracteriza por lava basáltica. “Eso significa que las erupciones son leves y generan flujos de lava”.
Además de tratarse de una efusión de lava desde una fisura, otros dos factores ayudan a rebajar la alerta ante la erupción. Una es que se ha producido en tierra y no bajo el mar, lo que habría añadido explosividad al fenómeno. Como explica el profesor de vulcanología de la Universidad de Islandia Thorvaldur Thordarson, “si entrase en erupción bajo el mar, tendríamos una erupción productora de cenizas, pero su intensidad solo tendría un impacto local”.
Más peligroso sería si la erupción se hubiera producido más al norte, en las zonas heladas de la isla. En el suroeste el hielo apenas hace acto de presencia. “Hay muy poco peligro de que se repita lo que ocurrió durante la erupción del Eyjafjallajökull en 2010, ya que la actividad volcánica en la península de Reikjanes es de naturaleza diferente, ya que no hay capas de hielo”, recuerda Thordarson. Su colega Höskuldsson es categórico: “La erupción es potente al principio y luego desaparece lentamente, por lo que en un máximo de 5 a 10 días, se acabó”.
En declaraciones a SMC España, el sismólogo del Instituto Geográfico Nacional, Itahiza Domínguez Cerdeña, dice: “Los mayores peligros de esta erupción podrían ser las coladas de lava que pueden afectar a infraestructuras, edificios y casas, así como la emisión de SO2 [dióxido de azufre] que, en función de los vientos, puede afectar a otras zonas habitadas”. En cuanto al aire, el sismólogo añade que “esta erupción podría provocar cierres del espacio aéreo solo en la zona de la península; no es una erupción que vaya a generar grandes cantidades de ceniza, como hizo la del Eyjafjallajökull en 2010, ya que en aquella ocasión la erupción fue bajo un glaciar y el agua ayudó a aumentar la explosividad de la erupción”.
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