Donna Strickland, Nobel de Física: “Es difícil ver el hilo que va desde las ecuaciones de Einstein hasta el GPS”
La investigadora, que se convirtió en 2018 en la tercera mujer de la historia galardonada en su disciplina, afirma que se puede hacer buena ciencia en cualquier sitio si se elige bien el objetivo
Donna Strickland, (Guelph, Canadá, 64 años), ganó el premio Nobel de Física en 2018 por un trabajo de 1985 que ha mejorado la vista a millones de personas en el mundo. La técnica, creada cuando tenía 26 años junto a su director de tesis, Gérard Mourou, fue bautizada como Amplificación de Pulso Gorjeado (CPA, de sus siglas en inglés) y se convirtió pronto en el estándar para obtener láseres de alta intensidad. Esa tecnología, empleada en las cirugías para corregir la miopía, mostraba las enormes posibilidades de manipular la luz para actuar sobre la materia, aunque la científica explica que nunca investigó buscando una aplicación concreta.
Además de por su trabajo científico excepcional, Strickland se convirtió en un fenómeno al ser la tercera mujer en recibir el Nobel de Física en más de un siglo de historia. Sus predecesoras fueron la francesa Marie Curie en 1903 por sus estudios sobre la radiactividad, y la estadounidense de origen alemán Maria Goeppert-Mayer en 1963 por su trabajo sobre la estructura interna del núcleo de los átomos. Sobre esta última, Strickland asegura que “ni siquiera sabía que era una mujer” cuando la citó en su tesis, y se refirió a ella con un “él”.
Ahora, como referente para las mujeres, no cree que se deban cuestionar los avances hechos por los hombres blancos que han dominado la física, pero sí que lo imprevisible del origen de los nuevos hallazgos hace importante “no limitar el acceso a la ciencia a la mitad del mundo, porque se estará perdiendo la oportunidad de encontrar esas perlas inesperadas”. “Todo el mundo debería ser juzgado por su capacidad y nada más; cuanta más gente permitamos que participe en la ciencia, mejor estaremos”, ha afirmado durante una entrevista en la sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Madrid. Esta institución le ha entregado a Strickland la Medalla de Oro, su máxima distinción.
Pregunta. ¿Cómo se continúa investigando cuando se gana el Nobel, cuando se está en la cumbre de la ciencia?
Respuesta. No estaba lista para el premio y cambió mi vida. Es probable que me haya distraído de mi investigación, he dejado solos a mis alumnos en el laboratorio quizá más de lo que debería, y además soy la tercera mujer en ganar un Nobel. Me han invitado a hablar y a viajar mucho, incluso más que a los hombres. He tomado la responsabilidad de contar al público la importancia de la ciencia. Ya he dejado mi impronta en la ciencia y ahora me he convertido en una figura pública que la fomenta.
Tenemos que parar y encontrar formas diferentes de definir qué es un buen científico”
P. ¿Tiene algún proyecto científico que le gustaría culminar?
R. Me sigue gustando jugar con láseres. Irónicamente, la semana antes de recibir el Nobel por la CPA, dejé todos mis láseres CPA y cambié a otro tipo de láser de fibra. Eso es nuevo para mí y me divertirá aprender. También me ha invitado un colega, Toshi Tajima, que es el inventor del láser de aceleración, para trabajar en un proyecto para acelerar electrones con los que podemos llegar endoscópicamente hasta un tumor y erradicarlo del todo, evitando que los cirujanos tengan que cortar demasiado profundo.
P. Hace unos siglos, vivíamos en un mundo en el que todo el mundo comprendía más o menos las tecnologías de su día a día. Ahora estamos muy lejos de entender lo más básico de las tecnologías que utilizamos, como el láser. ¿Podemos hacer algo para entender el mundo en que vivimos?
R. Creo que ni siquiera los científicos conocemos del todo nuestros propios campos, pero lo importante no es comprender cada campo de la ciencia, sino que el público entienda el proceso científico. Entender que tenemos que hacer investigación fundamental para que una generación después sea posible desarrollar nuevas técnicas.
Se puede hacer buena ciencia en cualquier sitio. Creo que mi Nobel muestra eso. Yo no publiqué en revistas de alto impacto”
Sucedió con la pandemia. La gente se preguntaba por qué no se tenía una vacuna desde el primer momento y, después, se pensaba que la vacuna se había desarrollado demasiado rápido y que por eso no podía ser fiable. Pero la gente no era consciente de que había gente trabajando desde hacía décadas en esta idea del ARN mensajero y en todas las ideas que hicieron posibles las vacunas. Eso permitió ayudar con el covid en un año, una rapidez que nos dejó locos.
Si la gente entendiese el proceso, en el que hay mucha gente, no solo una persona, trabajando en un problema junto a otros y laboratorios de todo el mundo, tendría más confianza. Que sepan cómo los científicos aprendemos de otros y de nuestros errores. Porque este es otro punto de la pandemia: la incertidumbre. ¿Debemos llevar mascarilla o no? Era un experimento que estaba sucediendo delante de nuestros ojos. No sabíamos si el contagio era por gotículas o aerosoles, qué cantidad era necesaria. A cada paso aprendimos y cambiamos nuestras ideas y los científicos aceptamos esa forma de pensar, pero para el público era: estos tipos no saben lo que hacen, ¿por qué deberíamos escucharlos?
P. Sobre la confianza en la ciencia, en los últimos tiempos estamos viendo cómo proliferan las publicaciones irrelevantes, investigadores que publican cientos de artículos al año que no aportan nada, científicos que se encuentran entre los más citados y son un fraude.
R. Es desafortunado. Pienso que estamos empujando la ciencia por el camino equivocado. Tenemos que parar y encontrar formas diferentes de definir qué es un buen científico, y ver qué estamos haciendo mal. Pero creo que aún son casos raros que reciben mucha publicidad, porque a los medios y a todos nos atrae más lo negativo que lo positivo. También quiero señalar que en algunos casos eran los propios colegas los que se daban cuenta de un problema y retiraban sus propios artículos de las revistas. Nos autorregulamos. Pero tenemos que mejorar y quitarnos esta idea que publicas o mueres o que debes publicar en una determinada revista o ser citado tanto.
A mí no me sucedió, porque en mis tiempos teníamos que ir a una biblioteca y mirar un libro grande y gordo para ver si nos estaban citando o no. Había pocas referencias al final de cada artículo y no nos preocupaba tanto cuánto nos citaban. En esta era digital es muy fácil mirar esos datos: en cuántos artículos, en cuántas revistas de impacto y mirar el factor de impacto. Es fácil juzgar así y todos nos hemos lanzado a ello. Espero que podamos darnos cuenta y encontrar una forma mejor de evaluar.
No todos podemos subirnos al carro de lo grande y lo guay, porque perderemos esas pequeñas perlas que hay por ahí”
P. La creciente competitividad en la ciencia hace que requiera mucho dinero, muy buenos cerebros de todo el mundo y que, al final, la ciencia ultracompetitiva se haga en un puñado de sitios en el mundo.
R. Creo que eso no es cierto. Se puede hacer buena ciencia en cualquier sitio. Creo que mi Nobel muestra eso. Yo no publiqué en revistas de alto impacto y mis artículos no fueron muy citados en los dos primeros años y, al final, gané el premio Nobel. Estoy de acuerdo en que algunos sitios tienen mucho dinero y pueden atraer a la mejor gente, que después atraen a los mejores estudiantes y atraen financiación. Eso permite que hagan más cosas que en los lugares con menos recursos. Pero espero que no perdamos la capacidad de financiar a todo el mundo.
P. Usted viene de un campus no muy grande, como es de la Universidad de Waterloo, y de un país con una población similar a la que hay en España, y ha logrado un gran éxito. Me gustaría saber si tiene algún consejo para un país de tamaño mediano como España y sin tantos recursos. ¿Cuál es la forma de elegir qué tipo de investigaciones impulsar para producir resultados significativos?
R. La pregunta es, ¿qué significa resultados significativos? Mucha gente cae en la trampa de tener que hacer algo aplicable de alguna manera en dos años. Eso significa que solo hacemos investigación aplicada y después, dentro de 20 años, no tendremos las ideas fundamentales necesarias para avanzar. Necesitamos la relatividad general para tener el GPS y es difícil ver el hilo que va desde las ecuaciones de Einstein hasta el GPS.
Lo importante no es comprender cada campo de la ciencia, sino que el público entienda el proceso científico”
Debemos defender ante nuestros gobiernos que se debe hacer investigación básica. Y también ser conscientes de que no todos podemos subirnos al carro de la cuántica o de la inteligencia artificial. No todos podemos subirnos al carro de lo grande y lo guay, porque perderemos esas pequeñas perlas que hay por ahí. Podemos dejar lo grande para los grandes países, y que los más pequeños busquen los grandes avances que pueden surgir en cualquier lado.
Corea del Sur ha pasado de país pobre a rico porque invirtió de verdad en la ciencia y me gustaría que países como España o Canadá miren ese ejemplo, porque Corea al final de su guerra en la década de 1950 era muy pobre. Ahora tienen grandes compañías como Samsung porque han invertido casi el 5% de su PIB en I+D. Y según crecen lo siguen incrementando, porque saben que la I+D expande la economía. Hacen investigación aplicada, pero también básica, y tienen un plan a largo plazo, no solo piensan en lo inmediato.
P. Recientemente, el Papa la ha fichado para la Pontificia Academia de las Ciencias del Vaticano, donde también están Jennifer Doudna o Emmanuelle Charpentier, galardonadas con el Nobel por su investigación sobre el sistema de edición genética CRISPR. ¿Cuál es su trabajo allí?
R. El Vaticano quiere saber lo que es la ciencia y tener un grupo con muchas voces, que vengan de todo el mundo, no solo de Italia o Europa, y están incluyendo a mujeres. No es necesario ser católica, yo no lo soy. Creo que este Papa en particular está bastante preocupado por el medio ambiente y es una de las cosas que quieren promover. Sienten su responsabilidad social y quieren entender de una manera amplia la ciencia y asegurarse de que la llevamos a cabo de forma ética.
P. ¿Siente que la ciencia, en su caso la comprensión de los fundamentos físicos del mundo, dan sentido a su vida o eso lo busca en otro lugar?
R. Para mí son dos cosas completamente separadas. En nuestra cabaña, miramos hacia el oeste, sobre un gran lago, y podemos ver unas puestas de sol preciosas. Y como experta en óptica, sé por qué el sol es rojo cuando se pone. Entiendo por qué el cielo es azul: porque las nubes dispersan la luz. Lo entiendo todo desde un punto de vista óptico. Pero cada noche, cuando veo ese bonito atardecer, doy gracias a Dios por dejarnos vivir en un universo hermoso. Creo que los científicos explican cómo funciona el universo, pero no creo que puedan explicar por qué se nos dio este universo. Y no importa si fue creado por Dios o simplemente ha estado siempre ahí. Eso es independiente de mi ciencia.
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