Muere el científico valenciano Santiago Grisolía
Discípulo de Severo Ochoa, desarrolló toda su carrera investigadora en Estados Unidos, impulsó los reconocidos premios Jaume I y el acuerdo lingüístico sobre el valenciano al regresar a su tierra
Santiago Grisolía, uno de los científicos españoles de mayor impacto en la segunda mitad del siglo XX, ha fallecido este jueves a los 99 años en el Hospital Clínico de Valencia. Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1990, Grisolía fue discípulo de Severo Ochoa en Estados Unidos, donde desarrolló casi toda su carrera científica. Regresó a España con la llegada de la democracia, en los años 70 del siglo pasado. Y lo hizo a su tierra, Valencia, donde impulsó los prestigiosos premios científicos y empresariales Jaime I, cuyo jurado está formado por numerosos premios Nobel, dirigió varios institutos de investigación y desempeñó un activo papel en el escenario político y social en los últimos 30 años como un hombre de consenso.
El bioquímico ha fallecido a las siete horas de esta mañana en el mencionado centro hospitalario, según confirma la Fundación Premios Jaime I. Estaba ingresado desde hacía unos días tras el empeoramiento de su estado de salud y donde estaba siendo tratado contra la covid. En enero de 2023 habría cumplido 100 años. Hasta hace bien poco aún se le podía ver en silla de rueda en algún acto social o científico con su característico sombrero y su semblante tranquilo. El 16 de junio participó en la entrega de unos premios literarios y de dibujos para niños y adolescentes en el Consell Valencià de Cultura, que presidió 26 años, desde 1996 hasta su muerte.
Autor de más de 400 artículos científicos, destacó por sus aportaciones a la enzimología. Trabajó principalmente en el ciclo de la urea, el mecanismo por el que los mamíferos eliminan un producto de degradación de las proteínas que les resulta tóxico. Fue también un promotor de la ciencia que contribuyó a su divulgación y a buscar líneas de financiación en España, un país que arrastra un déficit histórico en inversión destinada a la investigación.
Las numerosas muestras de condolencias expresadas por su fallecimiento ponen de manifiesto las numerosas complicidades que cultivó en la ciencia y la proyección de Grisolía también más allá de este ámbito. La ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, ha recordado en Twitter su contribución: “La bioquímica en España te debe mucho. Gracias por tu ejemplo y entrega a la ciencia, profesor”. El presidente valenciano, Ximo Puig, también se ha despedido en cuenta de la red social: “Científico brillante, alma de los premios Rei Jaume I y presidente del Consell Valencià de Cultura (CVC). Nuestro faro científico. Gracias por todo, Santiago. Cuidaremos tu legado eterno. DEP”. El Consell ha decretado tres días de luto oficial en la Comunidad Valenciana en su memoria y el Palau de la Generalitat acogerá este viernes en su Salón Dorado, de 10.30 a 11.30 horas, la capilla ardiente del científico.
Instituciones como la Fundación Princesa de Asturias, el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), el Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF), el Consell Valencià de Cultura o la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL), entre otras, han resaltado su trayectoria y papel en la difusión del patrimonio y la cultura.
Brillante y con gran capacidad de divulgación, Grisolía fue un pionero también en el campo de la emigración científica. El científico nació en Valencia en el año 1923 y acabó la carrera de Medicina en la Facultad de Valencia con matrícula de honor, por la que se licenció en 1944. El catedrático de Fisiología, José García Blanco, fue clave en su vocación investigadora. Para ampliar sus conocimientos, marchó a Nueva York, en cuya universidad se encontró con su maestro, Severo Ochoa, otro emigrante científico español.
Recibió una de las escasísimas becas que entonces concedía el Ministerio de Asuntos Exteriores para estudiar en Estados Unidos. Aunque la ayuda era para un periodo de un año en el Departamento de Bioquímica y Farmacología de la Universidad de Nueva York, donde fue el primer alumno español de postdoctorado que tuvo el científico Severo Ochoa, la estancia en el país americano se fue alargando. Tras acabar sus estudios, fue profesor de bioquímica y biología en las Universidades de Kansas, Chicago y Wisconsin.
En la web de los Premios Rey Jaime I, de los que era secretario vitalicio, detallan algunas de sus aportaciones científicas: Sus estudios de las proteínas implicadas en el transporte del oxígeno por la sangre permitieron entender los mecanismos y encontrar una cura para un tipo de anemia. Además, propuso una de las primeras clasificaciones de las proteínas y desarrolló una teoría del funcionamiento de las enzimas.
Tras regresar a España en 1977, Grisolía fue nombrado director del Instituto de Investigaciones Citológicas. Desde los años 80 destacó en su otra faceta científica, la divulgación de la ciencia. Su mayor logro en este ámbito fue publicitar la excelencia científica española a través de los Premios Rey Jaime I. En 1988 fue designado presidente del Comité de Coordinación Científica de la Unesco para el Proyecto Genoma Humano. En 1990 le llegó el principal reconocimiento de la sociedad española: el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica.
Especial significación tienen en el plano social y cultural la condolencias del Consell Valencià de Cultura y la Acadèmia Valenciana de la Llengua. Esta institución normativa del valenciano, creada por las Cortes, nació como consecuencia de un gran pacto político entre los principales partidos para enterrar el llamado conflicto lingüístico que dividió a la sociedad valenciana sobre todo durante la Transición. El conflicto enfrentó a los defensores de que el valenciano es una lengua diferente del catalán y no una variedad dialectal del mismo y a los que postulan la unidad lingüística. A grandes líneas, los primeros recibieron el apoyo de las formaciones conservadoras del PP y de la también regionalista Unión Valenciana, y los segundos, de la izquierda.
Ajeno a esa problemática política y lingüística, Grisolía fue la persona de consenso elegida a finales de los años noventa para capitanear como presidente del Consell Valencià de Cultura, designado a propuesta del PP, las negociaciones que dieron lugar a un dictamen en seno del organismo consultivo en materia cultural de la Generalitat con el objeto de sacar del debate político el conflicto. El dictamen reconoció la unidad lingüística del valenciano y el catalán, en la línea de la comunidad romanística nacional e internacional o al diccionario de la RAE, si bien subrayó las peculiaridades y la legalidad de su denominación propia, documentada históricamente, de valenciano. El dictamen fue también el origen de la creación de la Acadèmia Valenciana de la Llengua.
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